Es sabido que el consumo excesivo de azúcar puede dañar la salud a largo plazo. Pero poco se sabe de la adicción que produce, que puede ser similar a la de otras sustancias como el café, el tabaco, el alcohol e incluso la cocaína.
A pesar de ser ignorada por la gran mayoría, la adicción ya empieza a ser constatada por médicos e investigadores. Según Gary Taubes, un periodista científico de reconocido prestigio, es un problema similiar al que se puede tener con otras drogas.
"Imaginemos una droga que puede intoxicarnos, puede llenarnos de energía y se puede tomar por vía oral. No tiene que ser inyectada, fumada o aspirada para que podamos experimentar sus efectos sublimes y calmantes. Imaginemos que se mezcla bien con prácticamente todos los alimentos y particularmente con los líquidos, y que cuando se le da a los bebés provoca una sensación de placertan profunda e intensa que su búsqueda se convertirá en una fuerza impulsora a lo largo de sus vidas", cuenta Taubes en un artículo publicado en el diario británico The Guardian.
El efecto en los niños es una prueba real: calma su angustia, alivia su dolor, enfoca su atención y los deja llenos de alegría y felicidad, al menos durante el período durante el cual lo consumen. El único problema, según Taubes, quien describe su propia experiencia con sus hijos, "es que los niños esperarán otra dosis, tal vez para exigir una regularidad". Y lo que en un principio consistió en una forma de encontrar calma, pronto se puede convertir en una adicción para toda la vida.
¿Por qué es una sustancia altamente adictiva?
El azúcar induce las mismas respuestas que la nicotina, el alcohol, la cocaína e incluso la heroína en la región del cerebro conocida como el "centro de recompensa". Así, los alimentos dulces, al igual que las citadas drogas, estimulan la liberación de los mismos neurotransmisores, en particular la dopamina, que consiguen hacernos felices.
Los seres humanos aprendieron a refinar el azúcar para aumentar la rapidez y concentrar sus efectos en el cerebro y el cuerpo. De esta manera, cuanto más se consumo, menos dopamina se produce naturalmente. Y el resultado es uno solo: se necesita "más droga" para obtener la misma respuesta placentera. ¿Por qué no saben los síntomas sutiles de la abistencia por el azúcar? Porque probablemente nunca se esté el tiempo suficiente sin consumirla para poder averiguarlo.
Qué responsabilidad tiene la industria alimentaria
"Esto podría parecer exagerado y fuera de proporción, pero el azúcar es la droga más peligrosa de los tiempos y aún se puede conseguir en cualquier lugar", explicó el jefe del servicio de salud pública de Ámsterdam, Paul van der Velpen, en 2013, para hacer un llamamiento de emergencia a regular la venta de azúcar en Holanda.
Se reemplazaron las calorías "sobrantes" de los productos reducidos en grasas saturadas con azúcares para hacerlos igual de atractivos.
A diferencia de las grasas y otros alimentos, el azúcar interfiere con el apetito del cuerpo creando un deseo insaciable a seguir comiendo. Y esto es responsabilidad de la industria alimentaria por utilizarlo para incrementar el consumo de sus productos. "Cualquier persona que coma azúcar quiere más y más", afirmaba Van der Velpen.
El azúcar se ha convertido en uno de los ingredientes que contienen los alimentos preparados y envasados. Así, hay azúcar hasta en las salsas barbacoa, sopas preparadas, tomates enlatados, carnes procesadas, pastas, panes, y así hasta un sinfín de alimentos, descontando los dulces.
¿Por qué ignoramos su adicción?
La tendencia general es pensar que los azúcares y los dulces tienen buen sabor, e ignorar que quizás es la sustancia que se encargó de provocar esta falsa creencia, algo parecido a lo que podría suceder con la nicotina y el consumo de tabaco.
En 1985, el antropólogo Sidney Wilfred Mintz, quien ha estudiado el azúcar y sus efectos en el cuerpo humano, señalaba en su libro "Sweetness and Power" (Dulzura y Poder), que la razón principal de por qué el azúcar goza de la aprobación social es que no produce los cambios de comportamiento que producen incluso sustancias como el alcohol o las bebidas con cafeína, cuyo consumo "puede desencadenar rápidos cambios en la respiración, el latido del corazón o el color de la piel".