Elisa Forti vive en Vicente López, provincia de Buenos Aires. Tiene 82 años, pero eso no le impide entrenar a diario por una hora. Tampoco le impidió hacer cuatro veces El Cruce, que consiste en atravesar la cordillera de los Andes, en un camino nada regular: hay que subir, bajar y en algunos tramos, escalar; a lo largo de 104 kilómetros y por tres días. “Eso es lo lindo. No me gusta la monotonía”, cuenta en diálogo con Todo Pasa.
Inmigrante de la Italia de posguerra, Elisa tiene cinco hijos, pero siempre se las arregló para practicar deportes. Sin embargo, su afición por el running comenzó recién a sus 73 años, y casi por casualidad. Alguien cercano a su hija comentó que iría a Villa La Angostura a correr. Ella no conocía el lugar, e insistió hasta que la invitaron. “Me encontré bárbara”, expresa. El grupo la trató como una más, y Elisa veía que rendía físicamente a la par de los demás. Así es como empezó a entrenar una vez por semana, y a los dos meses hizo el maratón de 25 kilómetros de Tandil. “Tardé bastante”, se critica.
Desde entonces, no pudo parar: trotar se le hace imprescindible. “Necesito salir al aire libre, despejarme… Después, las piernitas siguen. Aunque haya salido un poco aburrida o con fiaca, cuando vuelvo soy otra persona. Es una droga, una droga buena. Volvés con ganas, con entusiasmo, es otra forma de empezar el día”.
Fortaleciendo el carácter
“La cabeza es la que manda. No es cuestión de tener estado físico sino fuerza mental. Es querer una cosa ante todo. Que no sea un esfuerzo”, enseña Elisa.
Por supuesto que por momentos, el cansancio llega. Lo importante es no paralizarse ante la adversidad. “Caminás un ratito, pensás en lo que querés, y seguís. Te decís a vos misma: ‘yo puedo’, y ya está”.
Y esto no sólo cuenta para el deporte. “Yo con el asunto del running he cambiado mi carácter completamente. Se me llenó mi ego (por) vencer los obstáculos, llegar al arco. En la vida hay muchos obstáculos que se presentan y yo los afronto bárbaro ahora. No doy vueltas”.
“Correr te fortalece porque no estás corriendo contra nadie en la categoría nuestra. Entonces el desafío es con vos mismo, y cuando llegás en una carrera que te parecía difícil, decís: ‘pucha, puedo’. Sentís una alegría enorme y te contestás a vos mismo: ‘puedo hacer muchas otras cosas como esta”.