Este martes Monseñor Sergio Fenoy fue designado sucesor de José María Arancedo como arzobispo de Santa Fe quien hace unas semanas comenzaba a despedirse del cargo y contaba sus sensaciones en una entrevista por LT10.
En diálogo con Todo pasa, Arancedo habló sobre la presentación de su renuncia y su futuro dentro de la iglesia. Aunque los obispos tienen que renunciar a los 75 años, cuando él alcanzó esa edad todavía le faltaban dos años para terminar su segundo mandato como presidente de la Conferencia Episcopal. Si bien renunció en ese momento, el Papa le pidió expresamente que siga en el cargo hasta que termine su mandato. Este ciclo terminó el año pasado, y la renuncia "está aceptada pero no ejecutada", hasta que asuma un nuevo obispo.
"El tiempo mío ya se ha cumplido", expresó el religioso aunque confesó sentirse "muy bien".
Desde diciembre del año pasado, el Sumo Pontífice empezó a evaluar al sucesor. Tarea que llegó a su fin este martes cuando fue elegido Monseñor Sergio Fenoy, actual obispo de San Miguel.
Balance
Sobre un balance de sus años al frente del Arzobispado, Arancedo indicó: "no voy a ser ingenuo y decir que todo está bien... tal vez ha habido expectativas que no se cumplieron, pero en general mi juicio es positivo". Es que cuando llegó en 2003, encontró una diócesis "con dificultades y heridas profundas".
Recordemos que en en septiembre de 2002, el entonces arzobispo santafesino Edgardo Storni renunció a su cargo y fue procesado a principios de el año siguiente por la presunta comisión del delito de abuso sexual en perjuicio de un ex seminarista que había denunciado el hecho en 1993.
Además, Arancedo asumió en el cargo unos días antes de la inundación del Salado en abril de 2003, una de las mayores catástrofes no sólo de la ciudad sino del país. "Eso fue muy fuerte en cuanto a compromiso, tengo que estar agradecido no solamente a Dios sino a sacerdotes y laicos de Santa Fe".
"Creo que todos fuimos comprendiendo la necesidad de seguir trabajando y mirando hacia adelante, sanando heridas", reflexionó Arancedo que además confesó "no tener cuentas pendientes, ni cosas trabadas en el corazón". "Me siento cómodo, sereno y en paz", dijo.
Finalmente, expresó que su mayor deseo es "volver a ser un sacerdote, confesando, visitando enfermos, siendo capellán de alguna casa, (...) volver a ejercer el ministerio que dio sentido a su vida".