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Viernes 21 de Noviembre de 2014 - 19:11 hs

Ataque de pánico: causas y consecuencias

El ataque de pánico es una problemática cada vez más presente en la sociedad, y en la consulta terapéutica; sus principales disparadores están vinculados al estrés y la ansiedad con que se vive diariamente, así como también a la impotencia del sujeto para responder a las exigencias y presiones cada vez mayores que impone la sociedad moderna. Sumada a estos factores está la historia personal de cada uno, probablemente aquellas personas con una debilidad yoica más pronunciada, encuentren menos recursos interiores para soportar la carga de la vida adulta.

El ataque de pánico se caracteriza por la aparición de crisis de pánico recurrentes y sin un factor externo desencadenante. La persona experimenta miedo a morir, palpitaciones, sudoración, temblores, vértigo, náuseas, sensación de despersonalización y miedo a volverse loco.

Estas crisis tienen una duración aproximada de entre 10 y 60 minutos. A su vez la persona vive con el temor a la aparición de nuevos ataques, cosa que puede llevar a la depresión o a tener miedo de movilizarse solo.

La persona que llega a la consulta aquejada de ataques de pánico presenta determinadas características en su cuerpo que el terapeuta bien entrenado en lectura corporal sabrá observar.

El movimiento corporal es una excelente herramienta para el diagnóstico terapéutico, algunos rasgos que presentan estos pacientes son: vientre hundido, incapacidad de respirar, bajo caudal de energía para el rendimiento laboral, la actividad sexual y la vinculación emocional; insomnio, tensión acumulada en hombros, cuello, garganta y espalda, junto con piernas y brazos débiles; todo su cuerpo parece estar disociado.

TRATAMIENTO: RESPIRACIÓN Y ENRAIZAMIENTO

El ataque de pánico se encuadra dentro de los trastornos de ansiedad, la ansiedad es un fenómeno absolutamente paradojal, ya que se activa como defensa ante un supuesto peligro, y el resultado es un alto grado de rigidez, tensión y menor capacidad de respuesta a los estímulos, tanto externos como internos. Por lo tanto, contrariamente a defender el sistema, lo debilita y lo torna aún más indefenso.

Para lograr abandonar esta actitud defensiva, la persona tiene que realizar un profundo trabajo de autoconfianza, valorizando sus recursos. El objetivo es que el síntoma desaparezca yendo justamente a su lugar de origen, con todo lo que trae aparejado un trabajo profundo sobre la personalidad. Si sólo actuamos con medicación, haremos que el paciente dependa de ella eternamente, pero si rompemos con los mecanismos patológicos que generan tal caudal de ansiedad, y ayudamos al paciente a fortalecerse y a confiar en sí mismo, nuestros resultados serán efectivos, duraderos y no generaremos en él una nueva dependencia.

Nuestros ejes de trabajo tienen que ver con la respiración, el enraizamiento y la profundización de la percepción de sí mismo. Con un buen enraizamiento o grounding, la profundización de la respiración y la reducción progresiva de las tensiones musculares crónicas, sumadas a un análisis exhaustivo y profundo de la historia de la persona y el fortalecimiento del ego, podemos arribar a excelentes resultados terapéuticos. En el caso de ataques de pánico la efectividad es altísima, logrando la remisión total de los síntomas en la mayoría de los casos.

Los ataques de pánico paralizan a la persona, a través de la Terapia Corporal Bioenergética la ayudamos a conectarse con su propia fuerza, a confiar en sí mismo. El miedo va cediendo y, a su vez, la calidad de vida aumenta.

Los pies sobre la tierra son el mejor punto de partida para empezar a caminar.