Leonardo Sbaraglia: “Siempre me estoy yendo”

Hoy a la medianoche, por Mundo Fox, se estrena la serie “Dos lunas”, en la que interpreta a un magnate. “Soy gitano, uno aprende viajando”, dice, tras haber grabado tres meses en México.

 Conserva el automóvil Twingo que compró en 1998, la misma mujer y el representante. Lo otro que mantiene Leonardo Sbaraglia es su espíritu errante, la necesidad desesperante de ir y venir, sin culpas. Ahora está de vuelta de México, pero por las dudas no desarma valijas. Hoy estrenará la serie por la que se mudó tres meses al Distrito Federal (Dos lunas, a la medianoche, por Mundo Fox) después de un periplo por España y la Argentina. Ese que de niño incendiaba hormigueros y caminaba por cornisas a la búsqueda de emociones extremas, supo encontrar su ritmo cardíaco ideal en los aviones: “Siempre me estoy yendo. Soy amante del movimiento. Moviéndome aprendí mucho de mí”.

¿Qué aprendiste?



Soy gitano. Uno aprende viajando y trabajando en diferentes condiciones. En cada lugar te exigen cosas nuevas y eso es como empezar siempre de nuevo. Fue mi tercera vez en México. En 1997, cuando presentamos Cenizas del paraíso en el Festival de Guadalajara, se me acercaron productoras de Televisa y les dije que no era el camino que estaba buscando.

¿Y cuál era el camino?



Este que hice. El de crecer. La telenovela no es lo mío, aunque respeto mucho el género. Contratos millonarios, pero no me interesaba forrarme de plata.

En México compusiste a un argentino. ¿El personaje tiene la cuota de arrogancia nuestra?



Sí, un tipo con mucho poder, seguro de sí mismo, pero al mismo tiempo sensible, lleno de contradicciones. Es una serie dura. Los mexicanos son bien duros en su lenguaje. Este es un tipo de la noche que toda su vida se dedicó a producir música, muy metido en el rock. De una relación con una mexicana nació su hija. La mujer muere y él se queda con esa niña que no habla por haber sufrido un trauma del que nos enteraremos con el tiempo. Lo amenazan con que perderá la tutela de la nena y se teje una columna vertebral de la historia que es la relación de padre y nena, lo que me hizo reflexionar mucho en mi propio rol de padre.

¿Qué te hizo pensar?



Esta metáfora perfecta de la paternidad te hace ver la fragilidad de un hijo. Fue muy loco. Estaba mucho con mi hija de ficción, una nena de nueve años excepcional, y cuando volvía de filmar no podía despegarme de mi hija real, Julia. Me movilizó. Como si mirarme en el espejo del personaje, Bruno Freeman, me hiciera reflexionar en mi propio rol de padre.

Hiciste más de 100 personajes en tu carrera. ¿Mantenés ciertos ritos antes de filmar? ¿Incorporaste métodos?



Hago un ejercicio para cambiar la frecuencia, para llevar la atención al cuerpo. Una vez vi una entrevista a Robert De Niro en la que decía que cuando actuaba era como un animal que ponía todo en los sentidos, en agudizar la vista, el olfato, el tacto. Cuando actuás tenés que ser un animal que no puede perder su presa y debe reaccionar rápido a los cambios.

Hablás justamente de De Niro, con quien trabajaste en “Luces rojas”. ¿Cambió la mirada de los otros a partir de eso? ¿Cómo te llevás con que muchos te “legitimen” por actuar afuera o por frecuentar a determinadas figuras del marketing?



El tipo de carrera que uno eligió tiene que ver con esa mirada permanente de los demás, pero lo importante es no estar pendiente de eso. Es cierto que el argentino tiende a cierta legitimación mirando afuera. Lo bueno justamente de irse todo el tiempo es que en cada lugar la mirada hacia vos siempre va a ser distinta y uno no queda encorsetado. En cada lugar sos un hombre diferente para los demás.

¿Qué te llevó a terminar el secundario hace unos meses?



Me recibí como parte de un crecimiento natural. De no tener pendiente algunas cosas. Me ayudó la gente del programa Pura química, me hicieron los trámites. Me pareció piola cerrar una etapa. No te podés hacer el boludo con ciertas cosas. No sé si necesitaré el título para iniciar una carrera terciaria alguna vez, pero es un lindo mensaje para mi hija y para el que no se anima.

¿Cómo es tu relación con lo material? ¿Sos ambicioso?



Una relación tranquila. Mirá, desde 1998 y 1999 manejo los mismos dos autos y los cuido. Creo que con los años uno se va independizando de los objetos y el dinero tiene que ver con tener más tiempo. Si uno pudiera comprar tiempo para estudiar, para pasear más, para estar con quienes ama... Por esos lados periféricos me interesa agrandarme. Para tener tiempo.

¿Sos un actor caro para la televisión argentina?



No. Si no hago más tele en la Argentina es por estar yéndome siempre. Económicamente la TV argentina es redituable. De hecho hice dos temporadas de En terapia. Este año tengos dos propuestas, de Telefe y de El Trece, pero tengo que ver qué pasa en México, si existe la posibilidad de una segunda temporada de Dos lunas. Creo necesaria mi vuelta a la televisión argentina y en algún momento se va a dar. Quiero estar, pero también me da miedo.

¿Miedo?



El rating. Si no tenés rating parece que no valés, o si hacés un buen rating, aunque lo que hagas sea una porquería, parecería tener valor. Estamos dominados por lo que puede funcionar y ahí es cuando me gustaría volver para atrás, la vieja televisión.

¿A qué otra cosa le tenés miedo?



A las mismas cosas que teme todo ser humano. Trato de ir siempre para adelante, que ningún miedo sea un impedimento para avanzar. Miedo uno siempre tiene, la cuestión es qué hace uno con su miedo, porque podés llevar adelante acciones importantes aún con miedo. Muchas veces actuando siento miedo.

Pero ese miedo debe ser placentero. Por algo volvés siempre a querer sentirlo...



Exacto, en algún punto para los actores esa adrenalina del miedo te hace tirar a la pileta y sentir placer. Con el miedo encima uno avanza y confía en que siempre saldrá nadando. Aquí volvemos al principio: el miedo tiene que ver mucho con mis viajes. Se une. Uno siempre tiene miedo de irse, pero si preferís ir a lo seguro, es probable que no encuentres cosas originales. Para esto tengo en la cabeza ese texto de David Lynch (Atrapa el pez dorado) en el que él dice que cuando uno quiere buscar pececitos de colores va a la superficie, pero si quiere encontrar peces complejos, cosas que nunca vio, va a tener que ir a la profundidad, cada vez más abajo. Tampoco es que uno siempre puede andar en las profundidades. Soy un tipo común, pero siempre estoy buscando algo más.