Una historia épica "Made in Santa Fe"

 Colón sigue con su resistencia y deja la vida en cada batalla. Su disciplinada estrategia y el valor de estos hombres lo definen como un equipo marcial. Hay que reconocer que a veces se excede en cuestiones físicas, otras, le regatea al rival; en pocas ocasiones va directo al objetivo, porque hace de su paciencia una especialidad, que le sigue dando buenos dividendos.

La compañía rojinegra del barrio Centenario con asiento en Santa Fe, está trabajada para atenuar las virtudes del rival y uno de sus principales rasgos es blindar su arco, con una defensa que termina envolviendo y generando confusión en el “enemigo”. Con sus escasas herramientas, con pocas armas y hasta sin pólvora, el comandante Don Diego Mario Francisco Osella, hace que “su” Colón juegue a que el otro no juegue, y como un boy scout está “siempre listo”, a sacar provecho de las segundas jugadas (rebotes o balones sueltos), así como también en las jugadas de pelota parada.

En el regimiento de infantería de los Sabaleros hay una red de contención que recibe con agrado a nombres que habían extraviado su prestigio, “soldados” que estaban olvidados o simplemente eran elementos descartables. La prestación de hombres como Mansilla, Videla, Bíttolo, el mismo Alcoba, y muchos juveniles abandonados en la precariedad de la pensión; lo muestran a Osella como un especie de Director de un centro de recuperación urgente de guerreros que parecían confinados al destierro.

El técnico los fortaleció, los motivó, los potenció y les dio vida. Osella es para este Colón lo que “Gepeto” para Pinocho. Lo moldeó, lo trabajó, le dio movimiento, energía y le puso el corazón justo cuando parecía que el equipo se moría. Este “loco” laburante, humilde, le devolvió la esperanza a los hinchas. Su sencillez se destaca en este tiempo de optimismo y fervor. Le puso su impronta al equipo. Respetó su rol y sus formas y habló mucho con todos para que se conozca su mensaje. Marcó el camino. Su convicción en el discurso, su seguridad en las respuestas lo convirtieron en un entrenador respetado y al mismo tiempo, en un personaje querible.

No debería importar el destino final para valorar el esfuerzo de su tropa en esta “Operación Permanencia”. Ellos sacaron al club del infierno. Son los que se bancaron ir poco menos que a “la guerra” sin cobrar, y no abandonaron el barco, pese a que el capitán se fue. Son los que pusieron la cara en el peor momento. Los que no se besaron la camiseta antes de transpirarla. Los que luchan para dejar a Santa Fe en primera, después del papelón “de Rafaela” o del arrebato de los seis puntos por parte de la FIFA, con la complicidad del gran fabulador.

Jugadores y equipo se retroalimentan en una sociedad que se percibe, sino indestructible, al menos lo suficientemente sólida como para competir en un escenario imposible. Son fundamentalista del optimismo y se transmite partido a partido. Hoy el Sabalero es un ejército orgulloso de su desfile. Con futbolistas "equipistas". Linda palabra; un neologismo que describe perfectamente la esencia de algunos de sus jugadores que privilegiaron la institución, no se rindieron y asumieron riesgos a costo de perder prestigio, cuando otros escupieron la historia y se marcharon camuflados por la “ventana”. Justo es decir entonces, que estos muchachos, que este escuadrón le devolvió la esperanza y están a un paso de la gloria… porque la salvación de hoy será la gloria de mañana, aunque los “Judas del fútbol” lo sigan despreciando. Ellos se lo pierden.

Se acerca el final. Quedan tres batallas por delante. En breve se sabrá si ganaron la guerra futbolística planteada sin cuartel. Colón escribe una historia épica made in Santa Fe. No todos pueden apreciar su modesto arte. Para muchos puede parecer aburrido, pero con la escasez de recursos con los que cuenta y la humildad de sus actores, definitivamente está haciendo milagros.