Dilma: \\"No me intimidan los insultos\\"
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, respondió este viernes a los insultos recibidos el jueves en la apertura del Mundial, dijo que nada la intimida y opinó que "el pueblo" discrepa con quienes colmaron el estadio de Sao Paulo, donde la "canarinha" debutó con triunfo por 3-1 sobre Croacia.
Rousseff no pronunció el tradicional discurso de apertura del Mundial pero sí asistió al partido inaugural del torneo, junto al titular de la FIFA, Joseph Blatter, al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon y a varios mandatarios sudamericanos.
"Quiero recordarles que durante toda mi vida he tenido que enfrentar situaciones mucho más difíciles, incluso algunas que llegaron al limite de lo físico", destacó Rousseff, una exguerrillera sometida a cárcel y a torturas entre 1970 y 1973 durante la dictadura militar.
"Yo ya soporté más que la agresión verbal. Soporté agresiones físicas casi insoportables... y nada me apartó de mi rumbo así que no serán esos insultos algo que me intimide o atemorice, no voy a dejar que esto me abata", advirtió la mandataria.
Fueron las primeras declaraciones de la Jefa de Estado luego de la tarde ingrata que debió soportar en la flamante Arena Corinthians, popularmente conocida como "Itaquerao", donde el público la abucheó en repetidas ocasiones además de proferirle insultos llamativamente groseros.
La actitud del público mereció este viernes una amplia cobertura de los principales diarios brasileños, en los que el tema fue analizado en las secciones deportivas y también por los columnistas políticos.
Por un lado los medios elogiaron la actuación del "scratch" del astro Neymar, autor de dos goles en un partido peleado ante Croacia, y por otro consideraron que el del jueves fue el primer capítulo de la campaña por las elecciones presidenciales del 5 de octubre, en las que Rousseff se postula para cumplir un segundo mandato.
En esa comparación de lo ocurrido en el campo de juego y en las plateas VIP de las autoridades, se observa que mientras el combinado salió airoso de su primer examen, Rousseff sufrió una derrota categórica, porque por momentos fue generalizado el "uuuuuuuuoooouuuuuu", que le dedicó el público.
Con todo, Rousseff relativizó el repudio al señalar que el público que colmo el "Itaquerao" pertenece en general a las clases medias y alta con poder adquisitivo para pagar boletos caros, que en general superan los 300 dólares, igual que un salario mínimo.
Al hablar ante un grupo de obreros en Brasilia, la mandataria dijo que sus adversarios no representan la opinión de la mayoría de la población.
"Yo sé la verdad, tengo conciencia de ella porque conozco el carácter del pueblo brasileño que no piensa así, y sobre todo el pueblo brasileño no siente igual a los que me insultaron", aseveró.
"El pueblo brasileño es un pueblo civilizado y es un pueblo extraordinariamente generoso y educado", agregó durante la ceremonia realizada este viernes en la Capital Federal brasileña.
El público le respondió hoy con aplausos coreando "uno, dos, tres, Dilma otra vez", la consigna que repiten los militantes del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) de cara a las elecciones de octubre.
Más allá del discurso altivo de Rousseff, miembros del gobierno admitieron haberse sorprendido por el encono del público de Sao Paulo hacia la presidenta. El secretario general de la Presidencia, ministro Gilberto Carvalho, calificó como "preocupante esa actitud" y considero que la conducta de los 62.000 espectadores reflejó un "estado de rabia" contra el gobierno.
En el entorno de la presidenta se dice que ya no va a ir a ningún otro partido de esta Copa y que hasta desistió de presenciar el que jugará Alemania en Salvador de Bahia ante Portugal el lunes en la apertura del Grupo G. Sí se confirmó la presencia en ese duelo de la canciller
alemana, Angela Merkel, quien planeaba observar el partido junto a Dilma, consignó una columnista política de la cadena de radio y TV Bandeirantes.
Rousseff seguramente estará en la final del 13 de julio en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, cuando debería entregar simbólicamente la sede de la Copa a Vladimir Putin, presidente de Rusia, que albergará el Mundial de 2018.