Por la violencia, hace un año que un comedor solo otorga viandas
El Centro Comunitario Liceo Norte adoptó esta modalidad por las sucesivas peleas. Los chicos que almorzaban en el lugar, hoy se llevan la ración a sus casas.
Hace un año que Nelly Lorenzetti, fundadora y titular del Centro Comunitario Liceo Norte, ubicado en Callejón Aguirre y Chiclana, se vio obligada a comenzar a trabajar a puertas cerradas. Lejos quedaron las imágenes de los chicos que a diario se sentaban en las mesas a compartir el plato de comida. Como consecuencia del aumento en el nivel de violencia, la fundadora del Centro Comunitario comenzó a entregar los alimentos a modo de viandas.
De las 130 personas que antes pasaban a diario por el salón, hoy solo se elaboran 30 raciones para los chicos que se llevan quizás la única comida del día y 10 más para personas que están en situación de calle. La agresividad que manifestaban los pequeños dentro de las instalaciones del comedor, fue lo que llevó a tomar esta triste decisión. A pesar de que muchos extrañan el ritual que se vivía bajo el techo del centro, el temor que tienen los integrantes del equipo es mayor. Y a pesar de que Nelly tiene más de veinte años de trabajo, nunca había visto lo que pasa ahora.
Un logro de todos
Esta mujer, que tiene 64 años, recordó que el salón se construyó a puro pulmón mediante la organización de eventos musicales y bailables, la colaboración y el apoyo de todos los vecinos.“Todo fue un esfuerzo de todos, pero jamás hubo una pelea. Nada. La gente venía con los equipos de mate, los sillones, se sentaba y consumían. Jamás pasaba nada”, recuerda Nelly. En esas jornadas que se vivían a pleno color y música, miles de personas se congregaban para disfrutar de los recitales que tiempo atrás se organizaban para darle una mano al comedor del barrio. Hoy los chicos que acuden hasta el comedor para buscar su vianda, lo hacen acompañados de sus abuelos, hermanos o padres. En muchos casos, esta comida se comparte entre varios integrantes de la familia. “Me siento muy mal por esta situación. Pero yo también pienso que tengo gente que esta colaborando y tiene temores, no puedo arriesgarlas. Hay que protegerlas y a ellas les parece que trabajando así están más protegidas”, explicó Lorenzetti, sobre la sensación que le provoca tener que adoptar la metodología a “puertas cerradas” para brindar su ayuda solidaria. En la actualidad son dos las personas que colaboran a diario con los trabajados que se hacen en el centro, tanto cocinando como limpiando las instalaciones del amplio salón. “No es la libertad que uno tenía antes”, concluyó la titular de la entidad.