"No será fácil, pero... ¿Quién dijo que todo está perdido?"

Que pueril y caprichoso el fútbol que nos lleva todo lo arriba posible y después nos deja caer sin avisar, sin modales y sin tacto. El infierno y el cielo no son el más allá, están en la cancha y duran 90 minutos. El resultadismo es una tendencia ínsita en el fútbol, lo que avala decisiones cortoplacistas. Segunda derrota consecutiva. Sí, apenas la segunda, y el ciclo de Osella se aborta de común acuerdo para "descomprimir". Y más allá del enojo de la gente de Colón, tan exitista como todo el fútbol doméstico, la decisión fue del DT y la aceptación de la dirigencia.

Es cierto. El Sabalero ha tenido otro partido aciago, del que sus críticos se apresurarán a decir que se veía venir. Ante Argentinos fue un naufragio sin ganas, sin ideas, sin nada que lo rescatara. Todo tan parecido como a la desidia que mostró el equipo días antes en Misiones. Cansado, apesadumbrado, con los hombros vencidos. Sin carácter, ese que lo recataba hasta hace un par de fechas para ganar por tozudo, por prepotente más que por ser mejor a su rival. Ya había un ambiente viciado de desconfianza e intranquilidad por la poca oferta futbolera de los “players” con la pelota en los pies en capítulos anteriores, en este mismo escenario. Hoy tanta apatía con pantalones cortos terminó de sacudir la vida interna de muchos fanáticos que se hartaron de estar hartos.

Abatidos y golpeados por las circunstancias que les dejó el 0-2 con el Bicho, y por la magnitud de las últimas dos derrotas, los tipos dieron rienda suelta a sus peores instintos emitiendo epítetos de un calibre decididamente poco racional y que llevó a descomprimir la situación en el vestuario con la salida de Osella. El buen técnico devorado definitivamente por el personaje que él mismo construyó. El "loco lindo" pasó a ser un tormento para los de adentro y un "insoportable" muchacho para los de afuera.

El fútbol es el día a día: somos libres, pero a cada acción le sucede una consecuencia. Y esa consecuencia a veces nos hace replantearnos el futuro. Colón incurre otra vez en su deporte favorito de los últimos tiempos: la decepción. Es la verdad y nada más que la verdad, aunque duela, y si duele mejor, porque a veces no hay otro modo que extremar atributos y azuzar la sensibilidad para que las cosas cambien. Y además habrá que entender, que el equipo está en zona de ascenso y que no hay ni habrá lugar para el conformismo. Ni se admitirá resignación alguna, más aún si los números le otorgan cierta ventaja en la recta final. La competencia se hace opresiva y hay un clima enrarecido en el barrio Centenario. Es obvio que esto ocurra después de un doloroso e inesperado traspié con alejamiento del técnico incluido.

En un torneo que ya resulta el paradigma de la irregularidad, el conjunto santafesino deberá despejar rápido las vacilaciones, los miedos, los nervios y la desesperación; que nunca son un saludable combustible para llegar a destino. Lalo Vega tiene entre sus manos la tremenda responsabilidad de contratar urgente un técnico motivador, simple y carismático para arengar a un plantel golpeado, que no debe entrar en pánico. Esa será la gran tarea que tendrá por delante el Presidente y la CD. El honor y la vergüenza de toda una institución en juego para definir ese ascenso de categoría que reclama su historia, y que tanto despreció en la cancha en los dos últimos duelos.

La pléyade de aspirantes no es despreciable, pero ante ella incluso este Colón desvencijado, se perfila como candidato al ascenso. Este, el gran juego de la aspiración sublime a la victoria y la postración sombría de la derrota, no le es indiferente a nadie identificado con este club de la pelea, de la lucha constante y del orgullo intacto. Amarretes, pesimistas y tenebrosos socios de la eterna desesperanza y decepción, ABSTENERSE. Colón necesita volver a creer como antes, como siempre. Este es otro momento fundante. Es otra vez el principio, aunque solo resten cuatro fechas. Sobran ganas y compromiso afuera, de esos que “darán todo, y esperarán algo, algo que los alivie un poco más”. Es hora de levantarse. De que se contagien los que fueron convocados para reparar el daño que le provocó aquel miserable que lo entregó y lo postró, y que tanto daño causó. “No será tan fácil, ya sé qué pasa, no será tan simple como pensaba, pero… ¿Quién dijo que todo está perdido?”