"Algún día sabrán lo que ha sido sufrir", por Gustavo Mazzi
Ni el libretista más audaz hubiera imaginado una definición de torneo semejante. Y con Colón siempre como protagonista. Los partidos del Sabalero son un hilo conductor que entrelazan mojones dispersos de su historia. Algunos de ellos trascienden los 90 minutos y atraviesan décadas, y se incrustan en el pecho. Parecía que ese precario barco que era el estadio de Douglas, bamboleante por el estado del campo de juego debido las intensas lluvias, dejaría a todos conformes con el empate. Que se llegaba al puerto a pesar de la tormenta. Pero al final no. El gol rompió un cero que parecía estar bajo candado. Fue inesperada la derrota. La imagen devuelve lo de siempre: un camino de espinas. Esta es la cruz que le toca hoy cargar a los sufridos fieles del Centenario.
Este es otro momento fundante para el club de los eternos soñadores. Es otra vez el principio de un nuevo capítulo histórico. Colón convive muy mal con la obligación de exponer su superioridad ante adversarios que asoman como más débiles. No hay modo de establecer diferencias sin criterio, despliegue y ambición. La jerarquía individual de este equipo se licúa si no hay movilidad y predisposición para jugar de manera solidaria, con garra, con más ganas. Y eso le ocurrió a los santafesinos en este tramo de torneo ante rivales como Guaraní o por ejemplo ante el menesteroso Douglas Haig. Y como un estigma maldito enancado en la crónica ciclotímica que los afecta desde hace un año, cada tanto reciben un mazazo demoledor debido a la falta absoluta de actitud.
Se viene un sábado tremendo, electrizante, apasionante en el camino de este Colón destinado a sufrir. Es llegar hasta la última fecha para definir el ascenso. Las radios y los televisores no darán abasto para reflejar el minuto a minuto del duelo con Boca Unidos y los otros equipos implicados. El próximo fin de semana Colón jugará otra final en este extenuante e interminable 2014.
En realidad, y aunque una de las lecciones de estos tiempos apocalípticos es que siempre se puede caer más abajo, lo que implica que puede haber un nuevo subsuelo dispuesto a albergar al equipo de tus amores, ninguna opción del amplio menú de los fracasos podrá generar una irritabilidad similar a la de no poder ascender este año. Llega a su fin el campeonato y si hay un factor que no estará ausente, es el drama. Ese género que acaparó al fútbol rojinegro en los últimos tiempos y lo asfixia toda vez que puede. Injusto y así de cruel es el momento actual. ¡Esta sensación terrible de vivir bajo presión todos los días, en cada partido! ¡Es esa mano invisible que te ahoga el corazón y te oprime el cuello! Las culpas de aquellos trasnochados que en un abrir y cerrar de ojos despilfarraron el prestigio que llevó años construir todavía no se saldaron con los sacrificios de Olimpo y Rafaela. Es tan ruin y tan injusto todo, que es imposible digerirlo todavía.
Seguro debe existir un infierno más humillante que jugar el Nacional B. Seguro. Pero para un club tan grande como Colón, hoy no hay dolor superior. Ni tanta mentira, ni la desidia e hipocresía duelen tanto como este calvario. Los que todo lo compran, los que se venden fácilmente ante el vil metal, seguramente no entenderán jamás cómo se te acortan los días, te cambia el pulso cardíaco, se vive distinto cuando estás en la B. Para los que no todo es marketing, dinero o fama, para los que tienen tatuado el escudo rojo y negro en el corazón, para los que no ven a su club como un negocio sino como su casa y la de su familia, para los que la camiseta no es una simple “pilcha” sino la piel… Colón es verbo, no sustantivo. Gane o pierda, en primera o en la B, con mejores o peores jugadores, técnicos y dirigentes, nadie dejará de ser nunca de Colón.
Queda un partido. Se acerca ahora sí el desenlace de esta historia. Su pueblo lo seguirá al equipo hasta el final, le pedirán de rodillas que dejen la vida. Y volverán a creer que no hay guerrero sin heridas y que un tropezón en Pergamino, no es caída. Y cantarán todos juntos “algún día veras, que me voy a morir amándote… y algún día ellos realmente sabrán lo que ha sido sufrir, pero seguirán incondicionalmente alentando. Como lo hicieron hoy, como lo hacen siempre… porque pese a todo y a todos, Colón es su vida y solo se vive “amándote, amándote, amándote... “