El triunfo del amor al tango, por Ramiro Gallo
El talentoso violinista santafesino reflexionó sobre las polémicas declaraciones que hizo Rodolfo Mederos, en una entrevista que le realizaron en el diario Tiempo Argentino.
He leído la excelente nota de Sebastián Feijoo a Rodolfo Mederos en el diario Tiempo Argentino. Como siempre que una nota así aparece el debate es grande y creo que merece la pena dejar una opinión y hacer de esta manera un pequeño aporte.
Parecieran existir dos posiciones encontradas: la de Mederos y sus constantes advertencias sobre la muerte del Tango, y la de los que levantan sus voces airadamente en defensa de una actualidad rica, quizás la mejor de todas las épocas.
He aquí algunas reflexiones que no intentan descubrir ni solucionar nada, sino que son meros puntos de vista, absolutamente parciales sin duda, pero que quizás a alguien puedan interesarle. Voy a hacer foco más en los dichos polémicos de Mederos y en el debate suscitado, que en la realidad y actualidad del género, cosa mucho más ardua y extensa aún, y que hoy dejaré un poco de lado, ya que por otra parte, mi visión en ese punto puede, por limitada, ser muy poco trascendente.
Me parece importante aclarar que Mederos no tuvo la posibilidad que tengo yo en este momento y todos los que opinamos a raíz sus dichos, de ser él mismo el que escribe. Más allá de la increíble certeza y lucidez con que Sebastián Feijoo vuelca siempre sus notas, es siempre un intermediario entre el entrevistado y los lectores. Interpretaciones, focalizaciones en sustancias más o menos importantes y hasta cuestiones de espacio, hacen que el contenido total de las opiniones vertidas, no alcance nunca a expresarse.
Aclarado esto, intentaré bucear en lo que leo.
Y lo que leo no es siempre negativo, ni contradictorio:
“El trío genera una suerte de comunión muy profunda. Es como un perfume que te envuelve sin que te des cuenta. La orquesta, en principio, puede ser más avasallante. Es como un vaso que se derrama y salpica.”
Estas poéticas opiniones reflejan la visión de un verdadero artista en el momento de plasmar su obra y se denota un innegable goce estético.
Más adelante formula sus opiniones sobre la posición Orquesta Típica-resistencia cultural. Luego de algunos conceptos nada desdeñables sobre el uso de la orquesta como herramienta y como posicionamiento ideológico, opina:
“Hoy una orquesta se tiene por muchas cosas: para estar a la moda, por no saber qué hacer porque pareciera que eso va a gustar, por nostalgia... A mí me pasan varias cosas. Desde lo ideológico es un gesto de resistencia, pero también lo hago desde una perspectiva pedagógica.”
Las primeras cuatro opciones por las que supuestamente se “tiene” una típica, son desde mi punto de vista al menos mezquinas, cuando no chocantes. No puedo de todas formas presuponer que son esos todos los motivos por los que Mederos piensa que se forma una típica. Serán quizás los que expresó aquí, o los que se le ocurrieron en el momento. Lo que sí es cierto es lo que afirma luego sobre sus propios móviles. Ya que él no se excluye de los anteriores, suponemos que aquellas son algunas de sus propias inquietudes al haber formado una típica, pero hay además entre otros, un móvil pedagógico. En este punto, si bien es elogiable el concepto de hacer pedagogía desde una propuesta artística, supongo que existen ya ámbitos donde esto se desarrolla naturalmente, y por otro lado deberíamos plantearnos si el público desea o necesita ser aleccionado, y de ser así si es el artista quien debe hacerlo. Más allá de que esto es algo en sí mismo muy positivo cuando sucede, al plantearlo de ese modo siempre existe la posibilidad de que el artista se esté viendo a sí mismo como el hombre lúcido que viene a mostrar algo que los demás no saben o no ven, una postura que revela una mirada de superioridad, aunque velada tras un fin noble. El artista más bien es quien expresa el sentir de los hombres y no quien los alecciona sobre ese sentir.
En el párrafo siguiente, leo nuevamente cosas interesantes, aunque no siempre concuerde con ellas. La vejez, la inevitable muerte. Hasta que aparece una opinión que no alcanzo a entender:
"Hoy el tango dejó de representarnos. Lo representativo de las clases humildes en estos tiempos es la bailanta. Para escuchar tango hay que ir al Tasso o al Colón."
Se deduce de esta frase, que supuestamente existen dos opuestos: TANGO y no reprentatividad, que se contrapone a Clases humildes-representatividad-BAILANTA. Se presupone que lo que no pertenece a las clases humildes (aunque sin duda será difícil encontrarlo en ciertos contextos sociales, no me consta que el tango esté totalmente ajeno a ellos), carece de toda representatividad. Y luego, la existencia de solo dos lugares en la ciudad para escuchar Tango: el Tasso y el Colón (Mederos toca o ha tocado en ambos). No voy a extenderme en estos conceptos más allá de decir que los encuentro limitados, cuando no confusos. El párrafo termina con una poética descripción de lo que sucedía cuando el tango sonaba en todas partes, que deja entrever una profunda nostalgia.
Aquí llega lo que es para mí uno de los puntos de mayor interés. Transcribo el párrafo completo:
“A mí me encanta escuchar Beethoven y ver las obras de Rembrandt. Pero no me representan. Son de otra época. El tango creo que está en esa categoría. Es una obra de arte de las más singulares que el hombre pudo crear en el Río de la Plata y en el mundo. Pero no suena en la tele, en las radios ni en los autos. A lo sumo en una radio especializada y bastante melancólica. El tango fue acuñado por una inmigración centro europea. Hoy la música popular es hija de la inmigración latinoamericana. Valoro la representatividad de esa música, pero a mí su estética no me interesa. Entonces los músicos de tango vivimos una gran encrucijada, no sólo los de mi generación. ¿Qué hacemos que no sea meramente evocativo ni que apele a anglicismos espurios? ¿Cómo se puede volver a representar la sensibilidad popular?”
Mederos se sitúa frente a obras como las de Beethoven o Rembrandt. Es claro que pueden gustarle enormemente pero no lo representan. Él no vivió las épocas ni los lugares de esos artistas. Acto seguido, se para frente al Tango con la misma sensación: “El tango creo que está en esa categoría”. Empieza uno a sospechar que el problema no es que el Tango haya perdido representatividad. Eso quizás haya ocurrido de veras, pero aquí no se habla de eso. De lo que se habla es de que Mederos no se siente representado por el tango. Al menos no ahora. A él le gusta el tango, como Beethoven o Rembrandt, pero como no se siente representado, no sabe bien qué hacer con él. No le ocurrió eso por ejemplo a Leopoldo Federico, por citar a un referente que apenas acaba de dejarnos, a quien además de gustarle el Tango, se sentía expresado por él, y así lo manifestó sin lugar a duda alguna (propia o ajena) en toda su trayectoria de artista.
Vuelve la dicotomía y nos dice casi literalmente: el Tango me gusta, pero no está en los medios. La bailanta está en los medios pero no me gusta. ¿Qué debo hacer?
Hago aquí algunas reflexiones. Además de sus opiniones, creo que lo que Mederos nos está entregando es su sinceridad. Él duda, no está conforme y descarnadamente lo comparte con todos nosotros. Lo que él siente es una suerte de frustración. Pero no es cualquier frustración. Mederos no es un artista que no se haya desarrollado. Él buscó, aprendió a tocar su instrumento, se formó en el Tango y en la música universal, tuvo sus primeras experiencias y concibió luego sus pasos como artista consciente. Como tal dudó, sintió al principio cosas similares a las actuales, el Tango le gustaba pero no lo representaba, al menos no completamente, cambió, probó caminos más o menos nuevos, más o menos radicales, volvió luego a lo clásico ¿y ahora qué? Lo que quien no ha llegado hasta ese punto no podrá entender es que a un artista luego de desarrollar su lenguaje y sus medios expresivos, y luego de expresar un contenido que parte de sus convicciones más hondas como ser humano, quizás aún le falte algo esencial: un POR QUÉ. Y a veces ese por qué, la razón que puso todo en movimiento, está en el diálogo con un receptor. ¿Quién recibe mi mensaje? Quizás tengo la mejor música del mundo pero nadie quiere escucharla. ¿Habrá valido la pena? El artista sincero debe plantearse eso en algún momento. No alcanza con ser buen músico, tampoco con tocar algo bello, tampoco algo serio, profundo o importante. Todo esto quizás adquiere verdadera trascendencia si hay una vuelta. Si lo que di al mundo le sirvió a alguien. Esa es una encrucijada más allá. Podemos sobradamente suponer que la música de Mederos le ha dejado cosas importantes a mucha gente, pero quizás a él, que vio y vivió otros tiempos, no le alcanza. No por egoísmo o pedantería, sino quizás todo lo contrario. Todos buscamos ese algo más que nos movilice por distintas razones. Algunos entre otras cosas, por el vano aplauso que acaricia su ego, otros por un deseo genuino de dar amor y belleza a más personas.
Recuerdo cuando conocí a Reynaldo Nichelle en una época en la que el Tango aún no había vuelto con la fuerza de estos u otros años, una época todavía oscura, y cuando yo le dije con entusiasmo que la cosa estaba cambiando, él me contestó que no, que no lo creía así, que nunca sería lo que fue, y sus ojos se llenaron de una gran impotencia, una gran frustración. Él me estaba diciendo con sus ojos húmedos que la música a la que le había dado su vida, iba a morir, lo cual era equivalente a que él mismo muriera un poco. Y ese salto hacia el futuro que todo artista imagina posible, en unos pocos años puede quedar trunco, y ser solo una pirueta sin sentido.
Sigue la nota con algunos conceptos sobre la industria discográfica, que me parecen al menos interesantes y en gran medida verdaderos. La industria cambió, se volvió salvaje y global. Quizás salvaje por global. La verdad es que cualquiera que haya viajado (yo lo hice solo gracias al Tango) habrá escuchado sonar la misma o similar música en cualquier continente. Y muchas músicas regionales fueron arrasadas y el resultado luego defendido aduciendo lo importante que es cambiar, evolucionar (etimológicamente estas dos palabras significan lo mismo, aunque lo olvidemos), ser abierto, moderno, y varios etcéteras, cuando no siempre es eso sino la defensa de una fuente de ingresos incalculable que nadie querrá perder.
Y después, más palabras interesantes:
“La encrucijada tiene que ver con que estamos parados frente a una obra de arte llamada tango que está completa, terminada. No le podemos agregar nada y no sabemos qué hacer. Esto que hablo con vos lo hablo con mis colegas y alumnos, y con cuanta persona tenga deseos de hablar. Aprendo mucho de todos y más de una vez aparecen conceptos que no había evaluado y se va modelando una manera de manifestar eso que hacemos. Definitivamente habría que empezar otra cosa.”
Aquí sí deberíamos hablar de evolución y sobre todo, confiar en eso. Intentemos desentrañar algunas verdades apelando a la observación del mundo. Muchos se sorprenderían de saber que las aves que vemos a diario entre nosotros, algunas surcando elegantemente los cielos, son los sobrevivientes de un género que creemos extinto: los dinosaurios. Las aves son dinosaurios terópodos que evolucionaron y resultaron en estos seres que nos acompañan todos los días. ¿No es esto maravilloso? La vida, como el agua, se abre paso cambiando, adaptándose, y ¿por qué no ha de hacerlo también la música? Y hablo aquí y ahora de la música creada desde un sentido expresivo, desde una necesidad humana y espiritual y no desde el frío escritorio de una empresa multinacional. La música real, la que persiste. Y si la música se abre paso, ¿por qué no ha de sucederle lo mismo al Tango? ¿Será importante decretar su muerte o defender a capa y espada su vigencia? Como algo que se derrama y nunca retrocede, el Tango no ha de ir hacia atrás, simplemente porque es imposible. Pero es innegable que esa corriente derramada sigue generando ramificaciones que vienen desde ese impulso inicial. Y no hablo aquí de expresiones supuestamente novedosas pero que basan su novedad en el no haber abrevado en las fuentes. Hablo de lo que sale del flujo, lo que entonces como consecuencia, fluye, a veces entroncado en su centro, otras ramificándose hacia los bordes, otras derramándose literalmente hacia fuera. Algunas veces nos tocará escuchar algo que nos represente más y otras veces menos, pero lo cierto es que las formas y herramientas estilísticas generadas por nuestra gente y volcadas a través del Tango, siguen sonando de mil maneras diferentes. ¿Por qué entonces, aparece de pronto un guitarrista como Hugo Rivas, que en su sonido es una suerte de Roberto Grela actual? ¿Cuánta información hay en sus dedos y de dónde viene? Existen muchos ejemplos como el de Hugo en cada instrumento, en cada cantor, y en los creadores actuales y no voy a detenerme a desarrollar más esta idea.
La nota va terminando:
“–Ud. siempre fue muy inquieto. Ahora está con el trío y la típica. ¿Prepara algo más?
–Justamente estoy en un momento en el que quiero armar otra formación. Una formación que no tiene nada que ver con la típica ni con el trío. ¿Volveré a Generación Cero? No, no se puede volver a eso. Pero quiero una formación que funcione menos como un corset. Quizás con tímbricas menos tradicionales. Veremos. Quizás también jugar con otras informaciones o ritmos. A lo mejor quiero tocar una chacarera, con perdón de los santiagueños. Por supuesto que esto tampoco será ninguna solución. Pero es lo que me da ganas de hacer en estos momentos. Falta que le ponga mucha cabeza y trabajo. Tampoco me gusta hacer por hacer.”
Mederos nos muestra la solución, aunque la esconde: él sigue haciendo, sigue buscando, sigue evolucionando. Está haciendo cosas, a pesar de su momento de quiebre y encrucijada. Toca en trío y en típica, sostiene entre otros, dos proyectos importantes y los muestra en forma permanente. Y ya se plantea opciones a futuro, planeando experimentar con otros timbres, otros ritmos. Esta continuidad en el trabajo, en la evolución, es en sí misma una bendición. Sostener el trabajo durante décadas y seguir buscando respuestas es algo maravilloso, aunque a él mismo no le alcance. Sobre las frustraciones, las muertes, las encrucijadas, el problema entonces no es del Tango sino de Mederos, mal que le pese. Él es quien duda. El Tango sigue, la música sigue. Y cuando la muerte ocurra, ocurrirá más allá de Mederos o de ningún músico de nuestra o venideras generaciones.
Hay un apéndice en la nota en el cual se charla sobre algunos compositores actuales (entre los que se me nombra). A Mederos no le gusta ninguno. Esto no debe sorprendernos ni molestarnos porque cada cual decide libremente sobre sus gustos. Faltaría preguntarle si de verdad escuchó o al menos intentó hacerlo, algunas de las propuestas de los últimos años. Pero ¿por qué nos resulta tan importante saber si a Mederos le agradan los sonidos del Tango actual? Él es supuestamente un gran referente y su palabra pesa. Sin embargo, ¿cuántos de los compositores actuales hemos escuchado su obra en profundidad? Quizás no lo hemos hecho (yo al menos no lo hice) porque se nota en ella su aparente lejanía. El Tango nunca lo ha representado realmente, y eso se nota. Y entonces los músicos actuales buscamos un sonido más íntegro, y lo encontramos en los clásicos, o en los Leopoldo, los Plaza, los Balcarce. Y en gran medida también en los colegas actuales que se zambullen con la misma pasión por esta música que sí sentimos nuestra.
Hay algunos que en los foros han pedido respeto por el maestro Mederos, y han salido al cruce de algunas críticas exacerbadas a sus dichos, invocando su indudable condición de referente o al menos, de músico comprometido y artista valioso. Debo decir que en lo personal no me sentí agredido en lo más mínimo al leer que, ante la consulta sobre si le gusta mi trabajo como compositor, conteste un simple “No”. Me parece lo más natural del mundo. Sin embargo, su opinión sobre el trabajo de los colegas Diego Schissi y Julián Peralta fue irónica y claramente mal intencionada. El hecho de aclarar que él tampoco se gusta, no alcanza para borrar una sensación bastante desagradable producto de sus comentarios poco felices. Aún suponiendo que también aquí, su decisión de en cierta forma agredir a los colegas puede ser respetada, se entiende claramente que esto puede generar reacciones de todo tipo. Nadie con capacidad de reflexión (y Mederos la tiene), puede ignorar que una declaración semejante es un hecho dinámico que generará respuestas, y que deberá atenerse a las consecuencias. De manera que el pedido de “respeto” por parte de algunos, me parece ingenuo, cuando no fuera de lugar.
La nota concluye con el músico hablando de lo que le da ganas de hacer. Sus últimas palabras mencionan además de las ganas, la cabeza y el trabajo. Quizás entre todos estos ingredientes, indispensables para la realización de cualquier empresa, le faltó mencionar uno esencial: el AMOR. El amor da vida y es lógico que su falta, debilite o mate. En definitiva me pueden interesar muchas cosas, pero decidiré hacer las que amo hacer. Amor a la música que me expresa, a los músicos que la tocan, al público que la escucha. El amor es divino y humano, es creación. El Tango habla de amor, de hombres, de dioses, de sueños. ¡Bienvenido sea! Existe una música que es mía, me la enseñaron mis mayores, me representa, y habla de todas estas cosas… ¡Amor al Tango entonces! Y el tiempo, dirá quién y qué es lo que se muere.