"Salvemos al fútbol", por Gustavo Mazzi

Un nuevo capítulo de violencia en el ámbito de nuestra pasión más popular se incorpora a una larga historia nunca resuelta, y en todo caso, progresivamente agravada. Tenemos un fútbol cada vez más sitiado por delincuentes. La vigencia del fenómeno barra brava nos deja expuestos una vez más como impúdicos. Impúdicos son los propios barras, pero no les importa nada ni nadie. Inmorales son sus cómplices. Obscenos son los responsables pasivos. Deshonestos son, finalmente, todos aquellos que aún desde la denuncia estéril, los comentarios populistas, los actos demagógicos empiezan a aceptarlos como actores inevitables cuando su accionar remite, sencillamente, a un sistema delictivo que se admite como una cuestión menor. Me asumo como responsable indirecto cuando adhiero al coro de analistas de un drama que no merece más análisis. Que espera acción y solución. El espacio público que ocupa el fútbol argentino se transformó en un campo de batalla que requiere una intervención superior. Una intervención sin tantos cabildeos y termine con la impunidad generalizada.

Es patético advertir como algunos improvisados y vulgares sesudos le restan importancia a las “batallas” libradas dentro de un estadio. Es obligación estrujar el alma en honor a esa cobardía, que a muchos, les impide aunque sea darle la espalda a los que dominan el espectáculo que más nos conmueve y que cada vez nos cuesta más. Como ya dijimos oportunamente, este es un mal endémico que corroe a todo el fútbol doméstico. No es sólo Boca. Son todos. Sostengo que brota vomitivo el victimismo, las excusas para no aplacar a las fieras. Están a la orden del día las desmentidas inconcebibles. La manía de negar la evidencia ha terminado por echar a pique a la razón. Nadie asume responsabilidades y la “culpa” siempre es del otro.

Estos grupos no están vinculados al delito; son el delito propiamentedicho que rodea a la pelota en su círculo multitudinario. Basta de tanta inoperancia, inutilidad, ineficiencia e improvisación. Basta de violentos impunes en la Boca, en Núñez, el Barrio Centenario o en el “15 de abril”. Basta también de tibios, improvisados y cobardes que no resuelven y amparan. Basta de papelones y mamarrachos en las canchas. Basta de politiquería barata y actitudes irresponsables el día después. Antes que sigan hiriendo de muerte la pelota, paremos de una vez por todas semejante locura. El fútbol nuestro de cada día está lleno de bombas de tiempo a punto de estallar. Salvemos al fútbol.