"El balance anual se adapta al último resultado"
El debate se impuso en los días pasados en nuestra aldea chica. ¿Qué preferís un año tranquilo, sin sobresaltos, con un buen colchón de puntos, o sufrir pero salvarte a último momento del descenso y clasificar a la Sudamericana?
Ayer unos eran mejores y otros peores. Había planificación de un lado e improvisación del otro. Todo cambió en un puñado fechas. Los optimistas fueron pesimistas y los pesimistas renovaron el pasaporte… En un sector la solidez tuvo fecha de vencimiento y en el otro, el despreciable señor de alocada presencia y diagnóstico erróneo, pasó a ser el más cuerdo del barrio; capaz de cambiar agresiones por dulces caricias. Capaz de aguantar todo tipo de trompadas verbales y canjearlas por besos en la frente.
¿Y ahora…? Unos recuperaron la dignidad en el final (sin dudas), pero no les alcanzó para cruzar la frontera. Pero… y los otros? En el balance final terminaron mejores? Probablemente. Seguro que con más puntos, después dependerá con el crsital que se lo mire. En fin, son los siempre viscosos interrogantes del fútbol. Los escritos y los no escritos pero que se dejan ver como para ningunear el presente y subestimar el futuro… algo que nadie jamás se podría permitir, incluso porque corremos el riesgo de quedar demasiado expuestos.
Por muchas razones, para mi gusto ninguna buena, los hinchas juzgan siempre en función del último resultado. Parte de la prensa también. Uno podría admitir esto como “exitismo lógico de los tiempos modernos” y hasta como lo “folklórico de la pelota”, pero nadie tolera más posturas antagónicas cargadas de belicosidad, sin que se puedan ver los grises de un extremista ambiente “blanco - negro”.
Por un instante usemos la imaginación. ¿Ustedes que creen? Gardel, ¿no cambiaría las llamas de Medellín por una vejez tranquila, cantando en la tele, invitado por Soldán? El mismo Potro Rodrigo, no optaría por actuar muy de vez en cuando en “Pasión de sábado” a cambio de seguir sus jóvenes días sin mito, sin idolatría, pero con vida. O aquello tan atroz como alocado de este ambiente: ¿Jugar bien y perder o jugar mal y ganar? Cualquiera cerraría ese pacto faustiano, de la misma manera que entiendo a esta polémica como la vacuidad, la insipidez más absoluta, sencillamente porque todo en este mundo se logra, primero estando vivos, y después, haciendo las cosas bien, lo que nos permitirá siempre estar más cerca del éxito que del fracaso.
La cátedra futbolera esgrime -cual dogma irrefutable- que la única receta para garantizar una buena campaña es la llamada trilogía del éxito, compuesta por dirigentes, jugadores y cuerpo técnico. Eso que muchos con tanta liviandad denominan “proyecto” y que al mismo tiempo abortan con la misma facilidad a la primera de cambio. Recordemos aquello de Marcelo Bielsa: “La adversidad es el mejor momento para expresar la adhesión, porque es el momento donde es más difícil ser fiel". Viene bien esta frase para el final del 2015 en nuestra “ciudad futbolera” donde algunos se mostraron exageradamente “infieles” en la derrota. Aquí y allá. En el centro y en el sur.
Otra vez muchos “veletas pronosticadores de turno” fueron arrastrados por el “viento de las victorias o derrotas inesperadas”. Seguramente hoy emitirán un nuevo parte que los haga olvidar el anterior. El fútbol y sus bemoles. Santa Fe con sus permanentes contradicciones y ese afán desmedido de sentenciar antes del final.
La pelota sigue contaminada y viciada de exitismo, con un nuevo campeonato largo que cambió la longitud del calendario pero no la locura que reina… en la Avenida (se va Madelón?) y en el Centenario (se queda el mismo Franco descartable de 5 fechas atrás?). Será entonces que los malos no son tan malos y los buenos tienen o tuvieron su costado preciosista oculto. Una nueva historia de balances apresurados y veredictos jugados en función del último resultado.