Tarantino presenta su nuevo filme "Los 8 más odiados"

Un filme de misterio vestido de western, situado algunos años después de la guerra civil estadounidense.

Se trata del octavo filme del dos veces ganador del Oscar (y él mismo se encarga de remarcarlo en la película con un texto previo al título del filme), pero al mismo tiempo es el menos logrado y el más tedioso de su carrera, en el que vuelve a regodearse con el sensacionalismo, la violencia gratuita y el gore, encierra a sus personajes en una sola locación y abusa de conversaciones supuestamente inteligentes y graciosas, pero sin gracia.

Con actuaciones protagónicas de Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Michael Madsen, Bruce Dern y Tim Roth (que compone a un asesino de modos elegantes demasiado parecidos al nazi que encarnaba Christoph Waltz en “Bastardos sin gloria”), esta suerte de autocelebración de Tarantino -con referencias a ciertos lugares comunes de su propia obra- se extiende durante innecesarios 167 minutos, que se hacen mucho más pesados de lo que ya de por sí son.
 

Si bien está ambientada en las montañas nevadas de Wyoming, en una época en la que todavía regía la ley del más fuerte, y a pesar de rendir varios homenajes al género (con la inclusión de la música original de Ennio Morricone y el uso del formato de pantalla Super Panavision 70 milímetros), la nueva película de Tarantino no es estrictamente un western, sino que está más cerca de un filme de misterio y suspenso.

Es curioso que el cineasta haya elegido el formato ancho Super Panavision 70 milímetros para rendir homenaje al género western y, sin embargo, decidiera que la acción de “Los 8 más odiados” transcurra en casi el 80 por ciento de su metraje en un espacio cerrado (un almacén perdido en medio de las montañas en la que los personajes se refugian de una tormenta de nieve) donde esa elección técnica pasa casi desapercibida.

La película transcurre algunos años después de la Guerra Civil estadounidense, en las montañas nevadas de Wyoming, donde una diligencia atraviesa bosques y riscos helados hacia el pueblo de Red Rock con dos pasajeros a bordo: el caza recompensas John Ruth (Russell) y la delincuente Daisy Domergue (Jason Leigh), a quien conduce a morir en la horca.

En medio del camino, sentado sobre una pila de cadáveres, encuentran a Marquis Warren (Jackson), un antiguo soldado negro que se convirtió en un caza recompensas y que también se dirige a Red Rock a llevar los cuerpos y cobrar miles de dólares, y más tarde se suma al grupo Chris Mannix (Walton Goggins), un renegado del sur que afirma ser el nuevo sheriff del pueblo.

Si bien este comienzo puede recordar en algún punto al clásico de John Ford “La diligencia” (1939), en el que varios extraños estaban obligados a viajar largos kilómetros en una misma carreta, pese a sus diferencias y la desconfianza que cada uno despertaba en el otro, la película de Tarantino toma inmediatamente otro rumbo, cuando los viajeros buscan refugio de una tormenta de nieve en un gran almacén solitario, ubicado entre las montañas.

Allí, donde un grupo de asesinos los espera para liberar a Domergue, hermana del líder de la banda, Tarantino abandona el western y comienza a desplegar otro tipo de filme mucho más cercano a “Los diez indiecitos”, que René Clair filmó en 1945 en base a la novela homónima de Agatha Christie, y a otras obras de misterio en las que desconocidos están obligados a permanecer juntos en un mismo espacio inquietante durante un tiempo prolongado.

El cineasta pone el énfasis en la construcción de las características propias de cada uno de estos delincuentes y caza recompensas, a los que describe mediante gestos, acciones y especialmente sus maneras de expresarse (en diálogos verborrágicos e inútilmente cancheros), para generar un ambiente de incomodidad y desconfianza creciente entre ellos, que no se conocen pero están convencidos internamente del peligro que cada uno representa para los demás.

Lo que sigue es una verdadera carnicería de vísceras, cabezas destrozadas, cuchilladas y gente envenenada vomitando litros de sangre, en una serie de secuencias -que incluyen un extenso flashback explicativo e innecesario- donde la violencia gratuita, el sensacionalismo y el gore (subgénero del terror caracterizado por lo explícito de sus mutilaciones) cobran un protagonismo inusitado.

Tarantino es conocido por los “homenajes” que en cada uno de sus filmes realiza a algunos clásicos y a obras menos conocidas de la historia del cine (se formó de manera autodidacta viendo cientos de películas en un videoclub donde trabajaba), pero a partir de “Los 8 más odiados” será recordado por homenajearse a sí mismo, copiando o repitiendo recursos que ya había desarrollado en filmes suyos como “Perros de la calle”, “Bastardos sin gloria” y el más reciente “Django sin cadenas”.