“En vivo, el público es el que marca lo que vas a hacer”
La cantante venezolana tiene una particular relación con la Argentina, donde vivió y editó su primer disco. En esta visita hará varios conciertos, acompañada de su cuatro y del piano de Matías Martino. “Este trabajo me divierte tanto que es un disfrute”, dice.
Una nueva visita de Cecilia Todd a la Argentina significa algo así como un reencuentro del orden de la amistad, para las dos partes involucradas: para la artista venezolana, que tiene una larga historia con este país –vivió aquí un par de años, en los ‘70, y aquí editó su primer disco– y para un público que la sigue con una cercanía poco usual, y que vive sus conciertos como una suerte de ritual compartido. Esta vez, la cita será, para los porteños, en un ciclo en Café Vinilo (Gorriti 3780), que comenzó ayer y que seguirá hasta este domingo, para luego continuar del 3 al 5 de marzo. También habrá fechas en La Plata (el viernes 11 de marzo), Banfield (sábado 12), Santiago del Estero (18 de marzo), Tucumán (sábado 19) y Córdoba (25 y 26 de marzo). Siempre acompañada por el pianista Matías Martino, y bien armada con su cuatro, Todd recorrerá un repertorio de música tradicional venezolana que es capaz de pintar, con amplia variedad de ritmos, los paisajes tan diversos de esas tierras, de los Andes al Caribe, de los llanos a la selva amazónica.
La voz y la interpretación de Todd, claro, son la marca inconfundible de esta propuesta que en cuatro décadas de carrera se ha ganado un lugar entre las más importantes del continente, desde aquel primer éxito que fue Pajarillo verde, en un disco que justamente grabó viviendo aquí. Desde esa particular dulzura de origen, la venezolana desgrana historias de amor, le canta al paisaje, a quienes lo habitan, a situaciones sociales concretas; aborda canciones románticas, picarescas, inquisidoras. Todo eso abarca el cancionero folklórico que selecciona, en conciertos que nunca llevan un esquema fijo. “Yo hago música venezolana de todas las regiones y ése es mi repertorio habitual. Normalmente trabajo con un cuarteto y esto de trabajar solo con un pianista me da más libertad, porque no pongo a todo el grupo en el compromiso de hacer temas que no hemos ensayado. Con este esquema más acotado, me resulta más fácil apartarme quién sabe para dónde, y de repente puedo hacer una canción sola. Con el grupo completo estoy más amarrada en ese sentido”, cuenta sobre la particularidad de estas presentaciones.
Todd llega a la entrevista con su cuatro, siempre listo y cerca para el ensayo posterior, con los colores plenos en su ropa que son una marca de estilo –toda una continuidad de un estilo musical–, con la sonrisa constante que también es una marca, y con esa dulzura que tienen los venezolanos al hablar, que en su caso se acentúa. Llega, también, con la preocupación de un contexto político y social local que siente cercano, en un cambio de rumbo que se intenta extender, analiza, a todo un continente. Lo dice, además, como ciudadana de una Venezuela en constante peligro de ataque institucional, en lo que define sin medias tintas como “una guerra, económica y mediática”.
Ese “estado de ánimo”, dice Todd, pesa. Pero no incide al momento de subir al escenario. “Más que un estado de ánimo, un contexto o una situación particular, es el público el que va marcando lo que vas a hacer”, explica. “A lo mejor aparece una canción que no has cantado hace mucho, mucho, otra que tal vez no te hubieras animado a hacer. Todo el recital depende de la respuesta del público, es él quien van marcando el rumbo. Y me gusta entregarme, dejarme llevar por la corriente. Es un trabajo... yo ni siquiera lo llamo trabajo, porque me divierte tanto que es un disfrute. Así debieran ser todos los trabajos, hagas lo que hagas, ¿verdad? Pero bueno, éste te da esas posibilidades siempre diferentes: al no tener que hacer lo mismo todos los días, no llevas una rutina, cantas aquí y allá, todos los públicos son diferentes, todos los países también lo son, eso crea una dinámica bien especial y bien divertida”.
Como suele hacer “siempre que puede”, esta visita a la Argentina será extendida en el tiempo, hasta fines de marzo, e incluirá el festejo de su cumpleaños e invitados como la cantautora venezolana Amaranta Pérez. Será este, además, un año de giras para la cantante, que incluirá actuaciones en Barcelona, París, Berlín, la Isla Trinidad, luego Japón, en agosto. Y antes, probablemente en mayo, Cuba, donde “bautizará” uno de los discos que grabó con la cantautora cubana Liuba María Hevia, Hay quien precisa, en una cruce de músicos y repertorios cubanos y venezolanos, un trabajo que en la isla ya recibió el premio “Distinción por la Cultura Nacional”.
Cerca
Desde que Cecilia Todd conoció la Argentina, en 1972, su relación con este país perduró por los afectos y también por la profesión. Aquí vivió tres años y forjó amistad con Mercedes Sosa, Hilda Herrera, con los integrantes del grupo Buenos Aires 8 y con muchos otros artistas locales. Aquí lanzó su primer disco, y su primer éxito, Pajarillo verde. Había llegado “de una manera absolutamente inconsciente”, según define, tras un primer intento de estudiar en Brasil, que resultó fallido y le hizo “torcer el viaje” un poco más al sur. Fue Sosa, por ese entonces, quien la animó a quedarse a estudiar con su maestra, Susana Naidich.
“Por suerte para mí, he estado viniendo con bastante frecuencia en los últimos años, y siempre digo que es una fiesta estar acá”, dice ahora. “Pero por esa misma asiduidad no puedo venir con un repertorio totalmente renovado, sería imposible. Siempre traigo cosas nuevas y esta vez será así también, siempre basadas en la música venezolana. Hay algunas canciones del repertorio de siempre que es imposible dejar de cantar... ¡porque si no me matan! Y hay otras que han aparecido buscando nuevo repertorio, de compositores de siempre como Luis Maranio Rivera, y también de amigos que están haciendo música venezolana hoy, pero con condimentos ciudadanos”, adelanta sobre los conciertos que prepara.
–Con el público argentino tiene una conexión especial, como si no fuese extranjera. ¿Cómo cree que se da?
–Yo tampoco me siento extranjera. Hay una conexión especial, definitivamente, y no sé, no he logrado explicarme bien qué es lo que pasa. Creo que hay algo en lo diferente de la música, en los temas, la instrumentación, la variedad de ritmos, que también atrae. La música venezolana es muy fresca y muy variada: puede cantarle a los paisajes, a un contexto social, a situaciones con humor. Siempre nos atrae lo que suena diferente.
–¿Tendrá que ver también con los años en que vivió aquí?
–Tal vez, no sólo porque viví aquí, grabé mi primer disco y por suerte para mí en ese entonces no se conocía para nada la música venezolana, ni el cuatro como instrumento. Tuve esa facilidad que me dio el que no se conociera, entonces lo mío fue una sorpresa. Claro, ¡lo que me llama la atención es que después de esa sorpresa se haya mantenido el interés! (risas). Me alegro muchísimo, aunque no le encuentre explicación.
–¿Cómo se relaciona con otros colegas que están haciendo música popular en América latina? ¿Se puede hablar de un movimiento, más allá de la amistad?
–Hay las dos cosas. Por supuesto que uno se relaciona naturalmente con gente que hace lo mismo que uno y con la comparte afinidades. Pero también se puede hablar de un movimiento como Canto de Todos, que surgió en Cuba, fue una iniciativa de Vicente Feliú y ha ido creciendo a través de los años. Hay gente de Cuba, la Argentina, Paraguay, Bolivia, Venezuela, Nicaragua... y cada vez se consolida más. Ahí sí podría hablar de un movimiento, por que además también está la sensibilidad social, por decirle de alguna manera, que nos mueve a manifestarnos en ciertas situaciones. Y a hacer encuentros en diferentes países todos los años; el último fue aquí en junio pasado.
–Entre los argentinos, ¿a quiénes considera dentro de ese mismo espíritu musical y de sensibilidad social?
–Creo que el artista por definición tiene una sensibilidad particular, porque si no es simplemente un músico o un cantor. Creo que la idea de artista incluye otra cosa y es justamente esa sensibilidad, en cualquiera de las artes. En la Argentina, cada vez que vengo, encuentro propuestas nuevas. Me parece alucinante, ¡porque es mucha gente! Algunos ya son conocidos a otro nivel, como el Negro Aguirre, Aca Seca o Fandermole. Pero además de esos grandes nombres, hay mucha gente en otras ciudades del interior, o pueblos, que están haciendo cosas muy interesantes. Y siempre te llevas una sorpresa. Cada vez que vengo para acá, mucha gente se me acerca a entregarme su trabajo y son cosas de muy alto nivel. ¡Nunca me llevo menos de treinta discos nuevos en cada viaje!
–Desde su experiencia en Venezuela, ¿cómo evalúa la situación política a nivel continental?
–Es un momento muy difícil y complejo, pero no es nada nuevo, esto es de hace muchos años. Nos están acosando de todos lados, lo cual a mí por un lado me tranquiliza, porque quiere decir que estamos haciendo cosas buenas. Pero estos últimos tiempos han sido muy difíciles. Estamos en guerra: una guerra económica y mediática feroz. No dan respiro. Y la población la está sintiendo muchísimo. En Venezuela están jugando con el estómago de la gente, con la salud. Todo el tiempo se están encontrando toneladas de alimentos y medicinas acaparadas en galpones. Eso es un crimen de lesa humanidad. Reconozco que ha habido errores, que no se ha manejado la situación de una manera expedita, que se probó y se falló en reiteradas ocasiones. Pero más allá de eso, esto es una guerra: de un nuevo tipo, de última generación, sin armas por el momento. Para nosotros es una desgracia tener tanto petróleo, una de las reservas más grandes del mundo. Nos han declarado la guerra porque quieren nuestro petróleo. Con los colegas artistas, claro que hablamos de eso, claro que nos preocupa muchísimo, y se están haciendo encuentros de diferentes grupos, nos sólo de artistas, hay mucha gente muy preocupada, tratando de buscar cada uno desde su lugar, cómo ayudar en esto.
–¿Y qué se puede hacer desde el arte?
–La música no cambia un país, eso está claro. No impide una guerra. Tú no vas a hacer una revolución a través de la música. Pero la música acompaña, ayuda. Necesitamos esa distensión porque es muy fuerte lo que está pasando en el mundo. El ser humano ha llegado a niveles de inhumanidad impensados: lo que está pasando en Europa con los refugiados, diez mil niños desaparecidos y que nadie sepa dónde están. No lo podemos ver como algo normal. ¿Dónde están esos niños? ¿Donde están los 43 de Ayotzinapa? ¿Cómo puede ser que mientras los están buscando aparezcan tantas fosas comunes, una tras otra? Ellos no son, ¿entonces quiénes son? Es un momento muy difícil para la humanidad.
–¿Cree entonces que la música cumple alguna función en la necesidad de encuentro que surge, en este contexto?
–Creo que la música hace milagros, definitivamente. No lo digo por mí como cantante, sino como oyente. La música te crea situaciones muy particulares; así como puede deprimirte, puede alegrarte, te quedan cosas muy profundas. Me pasa como oyente con artistas que admiro mucho, algunos comerciales como Juan Luis Guerra o Rubén Blades. Porque siempre hago la aclaración que ser comercial no es necesariamente ser de bajo nivel. Lo que pasa es que en lo que se oye en la radio, hay un porcentaje altísimo de música comercial muy mala. Está también el caso de Silvio, que es único en la historia de la música popular: lo oye todo el mundo, de todas las edades. Vas a cualquier concierto y es una multitud cantando todas sus canciones. Lo vi aquí en Buenos Aires y la gente cantaba canciones que yo no conocía... ¡me daba complejo! Eran las del último disco, que no había salido todavía, y el mismo Silvio estaba impresionado. Qué fenómeno increíble, porque Silvio no es para bailar. La música acompaña y te hace pensar. Así como oyes el reggaetón y te hace pensar: ¡que qué locura es ésa! ¡El reggaetón también te hace pensar! (Risas.)
–Venezuela fue noticia en la Argentina cuando el presidente Macri pidió ante el Mercosur la “pronta liberación de los presos políticos”. ¿Cómo fue tomado allí?
–Siempre las definiciones dependen de quién las dé. Estos no son presos políticos. Si sales a la calle y llamas que la gente salga y permanezca allí “hasta que se vaya este gobierno”, si tienes el país cerrado dos meses y provocas 43 muertos y cientos de heridos, eso no es una protesta pacífica. Vivo en las afueras de Caracas y tengo tres salidas desde mi casa. Las tres estaban cerradas y durante ese tiempo no pude asistir a una cita médica, llevar a los niños al colegio ni ir a tomar un café, que también es mi derecho. Todas las calles estaban cerradas, con quema de neumáticos que provocó muchas intoxicaciones. Ha muerto una niña porque no la dejaban salir por ayuda médica. Han puesto alambres tensados de lado a lado de la calle y han degollado motorizados. Han tirado a los perritos a la candela, al fuego. Todo esto no lo digo yo, esto pasaba en las “guarimbas”, como se llamaron esos cortes, está probado y documentado, pueden buscarlo, aunque los grandes medios no lo mostraron. Incendiaron universidades, ministerios, oficinas relacionadas con el gobierno, centros de atención médica cubana, donde ellos mismos se atendían. Eso no es una propuesta pacifica. Y los que lo organizaron no son presos políticos: tienen 43 muertos encima.