Etnobotánica: más allá de la verdulería y la farmacia

Mucha de la flora que nos rodea puede servirnos de alimento e incluso para elaborar remedios caseros. Desde la UNL exploran esos conocimientos casi olvidados.

Si se tiene un mínimo conocimiento para identificarla, una planta que crece solitaria en un baldío puede ser un alimento o un remedio para el dolor de estómago, porque no todo se limita a lo que nos venden las verdulerías o las farmacias. Con esta idea, desde la Universidad Nacional del Litoral (UNL) se ponen en valor los saberes ancestrales que rescata la Etnobotánica.

Revalorizar la flora nativa, además de toda la cultura que subyace en el conocimiento de quienes nos precedieron, es la consigna de esa interdisciplina en la que convergen las ciencias sociales y la biología. La intención es recuperar viejos conocimientos sobre la naturaleza, conocer cómo el hombre se relaciona con ella. “En Argentina existe mucha bibliografía sobre el tema. La idea también valorizar el conocimiento de la gente, porque muchas veces nos aportan cosas de las que no tenemos noción.”, indicó Ignacio Berón, que trabaja en talleres sobre Etnobotánica destinados a la comunidad, organizados por Alba Imhof, de la Facultad de Humanidades y Ciencias (FHUC) de la UNL.

Plantas aprovechables

Berón sostuvo que antes de organizar los talleres investigaron la bibliografía existente sobre Etnobotánica. Fue en la misma Reserva de la UNL, lugar en el que se hacen encuentros abiertos a la comunidad, donde hallaron numerosas plantas aprovechables, desde ornamentales hasta comestibles y medicinales.

“Muchas plantas son comestibles, pero totalmente desconocidas. La lista es larga, pero un ejemplo es la enredadera zarzaparrilla colorada, que posee un fruto muy pequeño, pero dulce; o el tasi, cuyo fruto se puede comer hervido. Otras son muy llamativas por su flor, como la de mburucuyá, que produce un fruto carnoso como la granada, que es comestible y con el cual se puede hacer dulce y hasta bebidas alcohólicas. La flor contiene pasiflorina, que es muy similar a la morfina. Otra planta aprovechable es el aromito, cuya chaucha verde contiene unos porotos similares a las arvejas y que se pueden consumir luego de un hervor”, detalló.

Habitualmente, la gente aprovecha muy pocas plantas y deja de lado muchas otras, por lo cual es preciso revalorizar prácticas no convencionales de tratamientos medicinales o de dietas, por ejemplo. “Hay que conocer sobre la flora nativa”, apuntó Berón.

Al mismo tiempo, aseveró que la flora autóctona muchas veces es desplazada por otra incorporada. Son ejemplos los paraísos o las moras. “Las especies que intentamos revalorizar no poseen problemas de conservación. Son más que nada arbustos que están en los baldíos, en las plazas o en las islas, por ejemplo, y también sería bueno que estén en las casas”, comentó.

El especialista agregó que hay plantas que son características de las islas, como la escoba dura o la saeta, un vegetal acuático. “También tenemos la campanilla, cuyos tallos bien verdes son comestibles. El pisingallo está en todos lados, también la marcela, de la que se usa la flor y que es riquísima en el mate”.

Remedios naturales

Además, existen otras plantas que son excelentes como remedios caseros. Un ejemplo es el de la salvia blanca, con la que se puede hacer té o incluirla en el mate, ya que es muy buena para los dolores de estómago. Otro buen remedio ancestral es la cáscara del sauce, que posee el ácido acetil salicílico con el que se fabrica la famosa aspirina.

“El paico, que es un buen remedio hepático si se bebe en infusión, también es muy común y se ve en muchas casas. Además, árboles como el ceibo se pueden usar para las hemorroides”, enfatizó Berón.

Por último, recomendó que antes de consumir alguna planta la gente siempre se fije que no presente hongos ni insectos, ni que esté cerca de un basural, porque las plantas absorben la contaminación. “Tampoco se deben usar en exceso, porque el cuerpo las puede rechazar por ser alimentos muy nuevos y a los que no está acostumbrado”, finalizó.