El último legado del cazador de historias llega a las librerías
Desde hoy está en las librerías una obra del escritor uruguayo; la había dejado lista para imprimir poco antes de morir, hace un año.
El cazador de historias. Así se sentía Eduardo Galeano y así lo definen quienes más lo conocieron. El autor de Las venas abiertas de América latina, de cuya muerte se cumple un año el
Atardecer en Montevideo, en enero de 2014.Foto:Archivo/Daniel Pessah
13 de abril, siempre guardaba unas libretas pequeñas en un bolsillo para apuntar ideas, anécdotas o escenas que veía por la calle o en los bares, como el tradicional Café Brasilero, de la Ciudad Vieja de Montevideo, que solía frecuentar solo o con amigos. A los bares de diversos sitios y diversas épocas les dedica "Cafés con historia", uno de los textos breves que conforman su último libro, El cazador de historias (Siglo XXI), que hoy llega a las librerías de todo el país.
En este volum en póstumo, los lectores encontrarán cerca de 240 piezas entre poemas, microrrelatos e historias personales.
En el Café Brasilero, Eduardo Galeano escribía, observaba a la gente, firmaba libros y trabajaba durante horas, en ocasiones junto con su editor argentino, Carlos Díaz. Allí se reunieron varias veces a comienzos de 2014 para pulir el original de este último legado.
En la nota del editor, Díaz cuenta que acordaron juntos hasta el último detalle, incluida la ilustración de tapa, "que, como solía suceder, él mismo había elegido: la del monstruo de Buenos Aires".
"El título también es una idea suya y lo tuvo claro desde el principio. Al final, cuando estaba cerrando el libro, un amigo le dijo que cómo era posible que le pusiera ese título si él no mataba ni una mosca. Eso lo hizo dudar y, de hecho, había decidido cambiarlo por El tejedor de historias. Pero al final volvió a la idea inicial. A mí me encanta. Él era un cazador de historias. Tenía unas libretitas encima donde anotaba ideas, cosas que le contaban o frases que veía en las paredes. Y se nutría de las charlas que tenía con todo el mundo porque era un gran conversador", cuenta Díaz a LA NACION en su oficina, en Palermo.
Sumando los tres tomos de Memoria del fuego, El cazador... es el título número 19 de Galeano publicado por Siglo Veintiuno. El anterior, Mujeres, salió en abril de 2015, pocos días antes de su muerte. "Fue un lanzamiento de abril y Eduardo murió el 13", dice Díaz, que conoció a Galeano en 2000, cuando reabrió la editorial en la Argentina, 24 años después del cierre de la sede local en tiempos de la dictadura. "Las venas abiertas... se publicó en 1971. Desde entonces, nunca dejó de trabajar con nosotros, incluso en los momentos más difíciles de la editorial. Establecimos un vínculo muy fuerte; él depositó su confianza en mí. Nunca pretendió un trato distinto. Para mí, siempre fue un autor muy especial pero él no exigía nada", continúa el editor.
Galeano escribió los textos de El cazador... durante 2012 y 2013. "Siempre trabajó junto con su mujer Helena Villagra. Decía que ella era su editora en jefa". Más allá de esta broma que solía hacer a sus amigos, Helena fue más que su musa. "Era su primera lectora y su primera editora. Tenían una dinámica especial de trabajo: Eduardo le contaba una idea, empezaba a escribir y compartía con ella todas las idas y vueltas. Helena es muy sincera y lo conocía muy bien, y él era perfeccionista y necesitaba de alguien que le dijera si el texto era bueno o una porquería. Para mi desesperación, cuando me decía que tenía un manuscrito, pasaba un largo tiempo hasta que me mandaba la edición definitiva. Aunque le decía que me había gustado, lo seguía trabajando con Helena. Para Los hijos de los días, anterior a Mujeres, me mandó 13 versiones."
Aunque usaba computadora e Internet, Galeano prefería enviarle los escritos impresos por correo. Díaz anotaba sugerencias con lápiz en esos papeles y volvía a enviar el original por correo. Y así seguían durante meses. Díaz conserva carpetas con aquellos papeles. También, manuscritos, ilustraciones y cartas de agradecimiento del autor, que siempre remataba su firma y las dedicatorias de sus libros con el dibujo de un cerdito en tinta negra y una flor en rojo, al lado de la palabra "Oink!" Díaz incluyó ese dibujo al final de El cazador...
"En este caso también hubo muchas idas y vueltas. Era tan obsesivo que elegía todas las tapas, el orden de los textos, las ilustraciones. Se encargó de hacer gran parte de los dibujos. En uno de los relatos cuenta que era un dibujante frustrado, además de futbolista frustrado. Pero dibujaba muy bien y le gustaba hacer collages y pequeñas viñetas. Los dibujos más famosos son los que hizo para El libro de los abrazos", continúa Díaz.
Del fútbol a la muerte
En "El oficio de escribir", un texto de El cazador..., Galeano cuenta su relación con Juan Carlos Onetti. "De Onetti aprendí, también, el placer de escribir a mano. A mano trabajo cada página, quién sabe cuántas veces, palabra tras palabra, hasta que paso en limpio, en la computadora, la última versión, que siempre resulta ser la penúltima."
El cazador... está dividido en cuatro partes: Molinos de tiempo, Los cuentos cuentan, Prontuario y Quise, quiero, quisiera. La primera incluye los textos y temáticas más característicos de Galeano: leyendas de pueblos originarios americanos; la identidad y la memoria; la guerra y la paz; el café y el fútbol; el arte y los oficios; el amor, el placer y el cuerpo. Se cuela, cada tanto, alguna mención a la muerte, los cementerios, los difuntos.
La sección Los cuentos cuentan incluye los textos más largos. Allí escribe sobre Montevideo, su exilio en Barcelona en los 70, la publicación de Las venas abiertas... , anécdotas de su época de cuenta cuentos y los sueños de Helena, entre otros temas personales. Prontuario reúne una autobiografía "completísima" de 15 líneas ("Desde que era muy pequeño, tuve una gran facilidad para cometer errores"), unas "brevísimas" señas del autor ("Yo bien podría ser campeón mundial de los distraídos") y tres textos titulados "Por qué escribo".
En uno de ellos dice: "Uno escribe sin saber bien por qué o para qué, pero se supone que tiene que ver con las cosas en las que más profundamente cree, con los temas que lo desvelan".
La cuarta sección no figuraba en el proyecto original. "Él había pensado una estructura de tres partes. La agregamos porque nos pareció que no violentaba ninguna de sus decisiones ni indicaciones. La titulamos como el poema del pueblo navajo, con el que él quería que cerrara el libro, «Quise, quiero, quisiera»."
Otra modificación fue la inclusión de unos 20 textos, mechados en las cuatro secciones. No pertenecían a la última versión de El cazador... sino a otro trabajo, que quedó inconcluso y que Galeano había titulado "Garabatos". Explica Díaz: "El cazador... estaba terminado, listo para ir a imprenta, cuando se enfermó. Decidimos junto con su familia que no sería bueno para él lanzar un nuevo libro en ese momento. Preferimos esperar. Mientras tanto, comenzó a trabajar en «Garabatos», ya enfermo. También con esos textos tuvimos varios intercambios de opiniones".
Al tiempo de su muerte, el editor analizó el material inédito junto con la viuda para ver qué historias estaban pulidas y terminadas. "No intervinimos nada. Después de comprobar qué estaba en condiciones de ser publicado, decidimos que algunos podían integrar El cazador... de manera natural y armónica. Una parte muy importante se sumó a Molinos de tiempo y otra a Cuentos que cuentan y Prontuario. Las tres últimas partes del libro son atípicas en su obra porque él no solía hablar de sí mismo. Sólo en privado. Muchas de las historias que están en Prontuario son las que contaba a los amigos cuando cenábamos con él. Nunca las había puesto en papel. Evidentemente sintió alguna necesidad de dejarlo por escrito".
En "Garabatos" había varios textos sobre la muerte. "Es un tema que lo inquietaba. Nunca hablaba sobre la muerte, pero sí había escrito sobre ella. Con el tiempo, esas palabras adquirieron un sentido cada vez más importante. Sigo impactado porque lo entendí como una despedida."
Una obra escrita entre 2012 y 2013
Galeano eligió un poema navajo para cerra su último libro
Quise, quiero, quisiera
Que en belleza camine
Que haya belleza delante de mí
y belleza detrás
y debajo
y encima
y todo a mi alrededor sea belleza
a lo largo de un camino de belleza que en belleza acabe
El cazador de historias
Siglo Veintiuno