"Que se rompa, pero que no se doble”
El recorrido del "Colón Franquista" tuvo momentos de todo tipo, los hubo de gran vuelo futbolístico encadenando varias y bellas victorias; y tuvo también cuantiosas ocasiones en las que se vio maniatado en su idea original sin generar recursos para doblegar adversarios y salir de la parálisis de aquél que no tiene preparado un repertorio alternativo.
Entre tantos claroscuros, rara vez apareció el equilibrio. Pero si levantamos la vista y miramos a lo lejos el camino que ha desandado el ex entrenador de Aldovisi, Instituto y Defensa, entre otros, veremos que aquellas huellas son similares a esta. La obtención y duración del éxito ha estado vinculada a la capacidad de sus jugadores y la de los rivales, claro está, para prevalecer respetando fanáticamente su libreto.
Sus virtudes han pasado por imponer un sistema y convencer a sus pupilos a través de sus herramientas; no por la versatilidad para adaptarse al rival de turno, o la capacidad de buscar variantes para adecuarse a sus planteles o a las circunstancias. No apunta esta opinión a juzgar la matriz del pensamiento (ser protagonista y dominar la escena en cualquier cancha), sino al método para alcanzar el objetivo. En otras palabras, se puede ser ofensivo, agresivo y eficaz con diferentes esquemas y diversos tipos de actores.
Necedad o convicción. Cada quien es libre de suscribir al término que le plazca. Pero la única verdad, es la realidad, y sobre ella no hay distracciones. Darío Franco intentó trasmitir a su equipo una idea, la misma que en sus anteriores clubes. La misma que en toda su carrera, más allá de los ocasionales matices. Y obtuvo resultados. A medias. De hecho, no encadenó el conjunto Sabalero una seguidilla de defraudadoras presentaciones como para ameritar su salida. Pero en un torneo con tantos altibajos y con la ilusión de pelear alto frustrada, el clásico tomó una relevancia casi absoluta. Y ese golpe resultó fatal. Porque dolió en el pueblo rojinegro, porque también lo hizo en una dirigencia conflictuada y porque la reacción deportiva posterior no encontró eco en los resultados.
Hasta que llegó Sarmiento. No puede hoy permitirse Colón pensar más allá del próximo partido. Su actualidad así lo exige. Y aquí pecó el oriundo de Cruz Alta cuidando al jugador más regular del torneo. Quizá sabiendo que la inestabilidad que sobrevoló su continuidad desde el primer derbi podía disiparse ganando en el 15 de Abril. Pero el resultado en Junín no fue el esperado por el hincha. Y el rendimiento no fue el esperado por el entrenador. En consecuencia, humildemente creo, en un contexto tan desfavorable, tuvo la sensación de que el mensaje generaba dudas, o al menos ya no producía el convencimiento de tiempo atrás. Y para un ojo experimentado, esa señal puede valer mucho más que mil palabras. A causa de lo descripto, partió, o lo invitaron a hacerlo, o ambas cosas. A estas alturas poco importa.
Las consecuencias de su retirada recaen sobre muchos: él y su cuerpo técnico, los jugadores y los dirigentes. Asimismo, los fundamentos y el momento para cesantearlo son totalmente discutibles.
Pero su forma de actuar no sorprende. Fue la misma que tuvo al llegar a Santa Fe, esa que lo acompaña desde sus inicios, cuando inspirado en la imagen de Marcelo Bielsa comenzó a acuñar su propio destino sobre convicciones innegociables. Guste a quien le guste. Con sus defectos y virtudes, a muerte. O como diría el fundador de la Unión Cívica Radical, don Leandro Nicéforo Alem: “Que se rompa, pero que no se doble”.