Las notas que los militares no entendían

En su investigación Estación Imposible. Expreso Imaginario y el periodismo contracultural, los periodistas Martín Graziano y Sebastián Benedetti abordan aristas vinculadas con una publicación que, en plena dictadura, se convirtió en refugio de una generación.

En julio de 1976, pocos meses después del último golpe cívico-militar producido en la Argentina, las calles de la Capital Federal aparecieron inundadas por afiches en los que un arlequín sonreía sobre un firmamento de estrellas, y por cuyos ojos vacíos parecía derramarse el universo. Anunciaba la salida de un periódico mensual llamado Expreso Imaginario. Durante la dictadura, aquella publicación se convertiría en el bastión de la contracultura argentina y el refugio de una generación que crecía al calor del rock y la psicodelia. Haría de su correo de lectores un lugar de encuentro en tiempos de repliegue y persecución, pondría al ecologismo en el centro de sus inquietudes, buscaría en las filosofías orientales y aborígenes un camino de autoconocimiento, sortearía las censuras con un ingenio instintivo y sería el brazo periodístico de un movimiento para el que el rock significaba el camino hacia una sociedad gobernada por el amor y la paz.

Treinta años después de su salida, aquella travesía editorial –que comenzó con una tirada de diez mil ejemplares mensuales y llegó a vender más de veinticinco mil– sería retratada por Martín Graziano y Sebastián Benedetti, dos periodistas platenses que luego de trabajar la historia del Expreso Imaginario como tesis de su carrera, continuaron su investigación y publicaron el libro Estación Imposible (Marcelo Oliveri Editor). Esa primera edición los llevaría a entrevistar a todos los miembros del Expreso Imaginario y a trabajar junto a ellos en la reaparición digital de la revista en 2005. El vínculo que fueron construyendo a partir de ese momento, principalmente con sus dos primeros directores, Jorge Pistocchi y Pipo Lernoud –luego vendría Roberto Pettinato–, les abrió las puertas a testimonios cada vez más profundos sobre las percepciones que tuvieron los protagonistas de aquella experiencia iniciática en el periodismo contracultural. Con todo ese material, sumado al que tenían desde su primera publicación y a un intenso trabajo de investigación sobre las revistas que rodearon al Expreso Imaginario y aquellas a las que dio vida, Graziano y Benedetti acaban de publicar Estación Imposible. Expreso Imaginario y el periodismo contracultural (Gourmet Musical).

“El Expreso duró los siete años de dictadura, tiempos en los que era muy fácil saber quién era el enemigo. Luego se hizo más difusa esa línea. Pero creo que nuevamente está muy claro quién es el enemigo”, dice Graziano, quien hoy conduce El fondo de la noche por FM Radio Universidad. “Tenés que ser necio para no ver lo que está sucediendo con este nuevo gobierno y su relación con la cultura. Ése fue uno de los motivos por los que decidimos volver a editar el libro, por fuera de la efeméride de los 40 años de la revista. Para que hoy esta historia les llegue a pibes de veinte años. El Expreso Imaginario esencialmente fue importante porque nucleó a un montón de gente que sino hubiese estado dispersa. Y hoy son tiempos en los que hay una gran necesidad de estar juntos y alerta”.

Luego de una extensa introducción en donde los autores rastrean las experiencias contraculturales que dieron vida al Expreso Imaginario, en Estación Imposible…, la historia de la revista está dividida en tres etapas, a raíz de las tres direcciones que tuvo. La primera, comandada por Pistocchi y Lernoud (1976-1979), abarca más de la mitad del libro. “Esa fue la etapa mágica de la revista, que marcó su rumbo. Están esas editoriales increíbles escritas por Pistocchi, que marcaban el pulso de la época. Y las tapas que eran obras de arte –explica Benedetti–. Lo más denso periodísticamente, cómo se construye la agenda, está todo ahí. Para nosotros lo más importante del Expreso es que creó una agenda que no estaba sujeta al mercado. Ellos ponían en tapa a músicos que no tenían una gran repercusión. Y los instalaban. Porque tuvieron la capacidad de leer lo que sucedía a su alrededor. Ahora cualquier medio de cultura rock está sujeto al mercado. Pero el Expreso se imponía al mercado”.

Alberto Ohanian, abogado de Luis Alberto Spinetta, había sido el encargado de financiar la revista. Pero en pocos años, la productora de espectáculos que montó parecía imponerse a las decisiones de sus directores. Luego de una violenta discusión a causa de las notas que promocionaban a las bandas producidas por Ohanián, en el pico de popularidad del Expreso Imaginario, Pistocchi decidió alejarse, y Lernoud quedó al frente durante la segunda etapa de la revista (1979-1981).

“Con Pipo se volvió hacia una cuestión muy de Latinoamérica, que comienza cuando él lee a Gary Snider, quien dice que ‘tenemos que volvernos nativos de nuestro suelo’ –explican los autores–. Entonces Pipo pone en tapa a Hermeto Pascoal y a Yupanqui en vez de a los Sex Pistols. Pone toda la carga ahí Pero se termina yendo por los mismos motivos que Pistocchi, cuando en el número que salió tras la muerte de John Lennon, Ohanian los obligó a poner en tapa a Almendra, que comenzaba una gira nacional”.

Uno de los grandes hallazgos de Estación Imposible… es el relato en primera persona de Lernoud, quien en uno de los capítulos narra por primera vez las torturas a las que fue sometido cuando fue secuestrado por el ejército en julio de 1977, al igual que Edy Rodríguez, uno de los integrantes del equipo gráfico de la revista. “Que Pipo diga que le picanearon las bolas te pone en claro el contexto en el que se hacía esta revista, que era un delirio –dice Benedetti–. Y probablemente el Expreso haya sobrevivido por eso, porque era difícil de entender para muchos”.

El testimonio de Lernoud aviva en las páginas del libro un debate que incluso confrontó a los propios miembros del Expreso Imaginario: ¿Cómo fue posible que se publicara una revista masiva de contracultura en los años de mayor represión que vivió la Argentina? Para Lernoud y Horacio Fontova –encargado del diseño y de las tapas más emblemáticas de la revista– se debió a que los militares no comprendían el mensaje encriptado que ellos enviaban, como por ejemplo el haber puesto en tapa a una mujer coya mientras el gobierno celebraba los 100 años de la llamada Conquista al Desierto. Para Pistocchi, en cambio, fue producto de que los militares no querían abrir otro frente de batalla distinto al que ya tenían con las organizaciones armadas de aquella época.

“Creo que están las dos cosas. Durante los primeros años de la dictadura, si bien había persecuciones en los recitales, el foco estaba puesto en la subversión armada –dice Graziano–. Pero por otro lado también es verdad que para los militares todo era izquierda o derecha. Entonces, al tipo que habla de parto natural, ¿en dónde lo pongo? Nosotros creemos que en ese contexto en que todos estaban quemando agendas, decir que lo que había que hacer era juntarse fue un gesto político, quizás más elíptico, pero que marcó el camino de la revista”.

El último tramo del Expreso Imaginario (1981-1983) estuvo dirigido por Petinatto, quien había llegado a la redacción luego de enviar furibundas cartas haciéndose pasar por una militante feminista. “Cuando asume la dirección, Petinatto quiere cambiar el rumbo porque intuye que hay una nueva generación de lectores –analizan los autores–. Él dice de hacer una revista para un mundo terrorífico y fuera de control, que eran los 80. Algo más cínico, más descreído, que luego lo va a hacer la Cerdos & Peces. Pero el signo del Expreso era otro, estaba muy ligado al hippismo, a intentar un mundo en armonía con la naturaleza. Y no se podía cambiar de tal forma”.

Durante siete años, el Expreso Imaginario se convirtió no solo en la zona de encuentro de todo un movimiento, sino también en el semillero del periodismo contracultural. Allí dieron sus primeros pasos Petinatto, Sandra Russo, Claudio Kleiman, Fernando Basabru y Alfredo Rosso, guiados por Pistocchi y Lernoud, dos de los hombres que moldearon eso que hoy se conoce como rock nacional. “Contra todo pensamiento racional y académico, creo que fue una de esas experiencias en las que en algún momento, por algún motivo, coincide todo lo que tiene que coincidir, un contexto, las personas”, asegura Benedetti. “¿Por qué desde aquel momento hasta hoy, más allá de haber agrupado gente y experiencias, ninguno de ellas logró sintonizar algo tan grande como el Expreso? Eran quince cerebros en red, antes de internet, comunicando y explotando. Algo como lo que sucedió con Los Beatles. El momento en el cual se conjugan tipos que están a la vanguardia con tipos que venden todo. Eso no volvió a pasar en la Argentina desde Charly García en los 80. Los que están adelante de todo pero que además son populares. El Expreso era eso, una revista a la vanguardia, pero que se vendía en todos los kioscos”.