La capital amanecía con varios autos quemados ante la impotencia de las autoridades, que no entendía a qué se debía, en una ciudad normalmente tranquila y muy segura a esas horas.  La primera solución fue movilizar policías. Pusieron más de 100 agentes, de civil, a patrullar las calles con la única función de descubrir quién quema los automotores.

Recibiendo el apoyo de dos helicópteros, cámaras infrarrojas y patrullas de la Policía Federal, pero los incendios continuaron.
No había una explicación oficial, pero se apuntaba a varias razones. Un rito iniciático para formar parte de bandas callejeras; una protesta con tintes políticos e, incluso, habría quienes, aprovechando las quemas, estarían incendiando sus propios autos para cobrar el seguro. No falta quien piensa que las quemas podrían ser el germen de violentas expresiones como las sucedidas hace algunos años en los suburbios de París, o de manifestaciones como las vividas en los últimos meses en España y en el Reimo Unido.

Cada noche, según datos de la Policía berlinesa, más de un millón de automóviles "duermen" en los 4.000 kilómetros de calles de Berlín.

Pero el tema no es nuevo. Los incendios de autos vienen de lejos. Ya en 2009 ardieron más de 400 en las calles de Berlín.
En el 2010 fueron 250. En el 2011 las cifras se dispararon y no afectaron sólo a ciertos barrios y a autos de lujo.