¿Google es bueno para nuestra memoria?
Desde que todos nosotros colocamos al buscador más famoso como aliado en nuestras vidas, la necesidad por memorizar disminuyó considerablemente.
Antes de angustiarme por no recordar o saber algunas cosas saco mi teléfono súper inteligente o prendo mi computadora y obtengo toda la sabiduría en escasos segundos. ¿Qué buena y útil es la tecnología, no?
Sin embargo para poder resolver las preguntascotidianas como por ejemplo una fecha de vencimiento, de cumpleaños o el camino que recorre el colectivo rapidamente tenemos que saber que todos esos recuerdos están en el cerebro y que suena bastante lógico creer que está bueno conservar la memoria.
Entonces, ¿cómo afecta Google a nuestra memoria? La respuesta se llama "memoria transactiva”.
La memoria transactiva postula que cuando dos personas entablan una relación duradera y se conocen mucho (onda pareja, familiares, amigos, etc.) forman un sistema de memoria en común, una memoria compartida denominada precisamente memoria transactiva. Esta hipótesis hace referencia a la capacidad de dividir la ardua tarea de recordar información compartiendo recursos. Es decir que, tácitamente y a fin de ahorrar espacio en la memoria, "uno se encarga de las fechas de cumpleaños y el otro de la lista del supermercado". De esta manera tan simple ahorramos recursos energéticos impidiendo la duplicación de la información. Una estrategia excelente a fin de limitar el uso de nuestras redes neuronales.
Y es todo lindo el amor, hasta que Google...
Aunque sintamos inofensiva esa hermosa sensación de cantar de memoria la formación de Polonia del Mundial ‘74 mientras pispeamos de reojo el celular, la tecnología nos afecta. Y por sobre todo a nuestra memoria. Desde que todos nosotros colocamos a Google como aliado en nuestras vidas, cual disco externo enchufado al cerebro, la necesidad por memorizar disminuyó considerablemente. ¿Para qué recordar fechas de cumpleaños si tenemos una agenda digital que nos avisa? ¿Para qué intentar retener nuestras tareas diarias si tenemos aplicaciones que nos organizan? ¿Para qué recordar un camino si tenemos GPS?
Saber que nuestro cerebro tiene una novia digital que puede almacenar miles de millones de datos y que la disponibilidad sólo requiere escasos segundos nos quita la enorme responsabilidad de guardar recuerdos, por lo tanto evitamos esforzarnos innecesariamente. Este extraño comportamiento marital de información compartida tiene efectos tan severos que hasta podría explicar la insoportable sensación de vacío que genera un divorcio.
En resumen, no adquirimos, no aprendemos y no consolidamos, básicamente por una razón tan simple como la vagancia. Para evitar una autocrítica tan mundana podríamos argumentar que dicha adaptación tecnológica nos puede permitir ganar más espacio y recursos para otras tareas. Error: lo único que ha mejorado es nuestra habilidad para encontrar más información, otra razón para justificar nuestro matrimonio por conveniencia energética con Google. Seguramente la forma más tecno de perpetuar un círculo vicioso neurodegenerativo. Una potencial ventaja adaptativa que podríamos usar para ser mejores, pero la usamos solamente para hacer menos pero en una de esas, no, y la culpa no es de Google, sino del que le da de olvidar.