65 años de León Gieco

Nacido en el pueblo santafesino de Cañada Rosquín, lugar del que es ciudadano ilustre, el compositor, guitarrista, cantante y armonicista es dueño de una trayectoria musical de casi medio siglo desde la que construyó un discurso propio.

León Gieco, nombre fundamental de la historia de la música popular argentina, un espacio en el que tendió fecundos puentes entre la canción, el rock y el folclore para levantarse con una voz propia y testimonial, cumplirá mañana 65 años.

Con esa meta, el artista que nació el 20 de noviembre de 1951 bajo el nombre de Raúl Alberto Antonio Gieco, por estos días trabaja intensamente en estudios para dar forma al disco que publicará en 2017 y donde vuelve a hacer yunta con el músico y productor Luis Gurevich, con quien trabaja desde 1992 para entonces dar forma al disco “Mensajes del alma”.

También el año venidero y además de lanzar y presentar las nuevas canciones, León (quien ganó ese apodo de los habitantes de Cañada Rosquín que quedaron sin luz después de que enchufara mal los equipos de su banda de rock), será uno de los anfitriones locales de la cuarta edición argentina del festival Lollapalooza.

En el encuentro, previsto para los días 31 de marzo y 1 de abril en el Hipódromo de San Isidro, otros argentinos convocados son Lisandro Aristimuño, Turf, Poncho, Palo Pandolfo, La Yegros, Sara Hebe, El Plan de la Mariposa, Deny, Bestia Bebé, Huevo, Bándalos Chinos, Malevo, Fianru, Un Planeta, Usted Señalemelo y Joystick y habrá que ver quién acompaña a León.

Sin banda formal en funcionamiento actualmente, resta por ver si el legendario trovador arma una nueva formación para esa actuación o apela al magnetismo de su presencia a guitarra y voz.
 

 

Es que esos dos elementos básicos y elementales que surcan la obra de Gieco, garantizan la simpleza y el impacto de un cancionero capaz de funcionar casi sin necesidad de retoques en el telúrico festival de folclore de Cosquín o en su joven homónimo dedicado al rock.

De esa característica dual pero jamás salpicada por la hibridez o la ligereza, está nutrido el imponente repertorio que el cantautor volcó en más de 40 discos desde su desembarco en bateas con el disco con su nombre que se editó en marzo de 1973 y que incluía títulos aún vigentes como “En el país de la libertad”, “Hombres de hierro” y “Todos los caballos blancos”.

Barbado y pelilargo, llegó a su estreno discográfico a apenas cuatro años de llegar a Buenos Aires, entablar amistad con Gustavo Santaolalla (un compañero de ruta siempre presente en su andar) y participar en la segunda y tercera edición de los festivales B.A.Rock.

La atmósfera del incipiente y creativo rock argentino y su visible cercanía con el universo estético de Bob Dylan, ligaban a Gieco con esa escena pero los horizontes de una canción vital, su participación en la reunión PorSuiGieco (con Raúl Porchetto y Sui Generis), el terror sembrado por la dictadura y la decisión de trajinar escenarios en soledad cuando no era posible llevar a sus compañeros, fueron perfilando otros colores en su música.

Después de batallar contra la censura para publicar “El fantasma de Canterville” (su tercer disco, en 1976) y de una gira lationoamericana que lo llevó a radicarse en Los Angeles, publicó su cuarto álbum donde grabó “Sólo le pido a Dios” y “Cachito, el campeón de Corrientes”, dos gemas que referían a una nueva síntesis en su música.

 

En abril de 1981 concreta su primer estadio Obras y da el impensado puntapíé de un tour nacional que recorrió 110.000 kilómetros para ofrecer 450 presentaciones que fueron apreciadas por unas 420.000 personas y que dio forma al formidable mapa musical argentino desplegado en los tres volúmenes de "De Ushuaia a La Quiaca", en el que participaron, entre otros, Leda Valladares, Gustavo Santaolalla, Cuchi Leguizamón y Sixto Palavecino.

Con el regreso de la institucionalidad democrática, Gieco se instaló como una de las voces emblema de la resistencia al terror estatal, afianzó sus lazos con la cantante Mercedes Sosa que lo grabó profusamente y lo llevó por el mundo y fue figura convocante de conciertos multitudinarios (el más emblemático de ellos, el de Amnesty Internacional en octubre de 1988 en el estadio de River Plate).

Además y en paralelo con una actitud fraterna y solidaria en causas por la defensa de los derechos humanos, León se convirtió en parte del elenco oficial de la Argentina en actividades culturales por buena parte del planeta.

Ya en los 90 se produce el primer acercamiento con Gurevich que teñiría desde entonces el sonido de su propuesta y que tuvo un primera expresión en canciones de gran impacto como “Los salieris de Charly” y “Cinco siglos igual”.

Al emblemático “Bandidos rurales”, de 2001, le siguió, en junio de 2004, la merecida mención como Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, en un acto al que asistieron Madres de Plaza de Mayo, organismos de derechos humanos y artistas como Ariel Ramírez, Abel Pintos (ahijado artístico de León), Horacio Fontova y Piero.

En "Por favor, perdón y gracias", material de 2005, incluyó la notable "El ángel de la bicicleta" (sobre Claudio "Pocho" Leprati, asesinado en diciembre del 2001 por evitar que la policía baleara un comedor infantil en Rosario), "Santa Tejerina", sobre una adolescente que fue violada, quedó embarazada y se la condenó por matar a su bebé y "Un minuto", que grabó a dúo con “Pato” Fontanet, líder de Callejeros, en el primer gesto de apoyo luego de la tragedia de Cromañón donde murieron 194 personas.

 

Años después se atrevió a un nuevo desafío sonoro al arropar sus canciones desde la impronta metalera a partir de reunirse con Andrés Giménez, del grupo D-Mente y más tarde lideró el trabajo documental "Mundo alas", que combinó un disco, una película, un libro y varios episodios para la televisión pública, en el cual un colectivo de artistas con capacidades diferentes viajan por Argentina y con esa propuesta llegó en 2014 por primera vez a la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.

En materia estrictamente musical, en 2011 publica "El desembarco" y hacia 2013 el disco doble "Verdaderas canciones de amor", donde compila baladas, lentos y canciones de sus 40 años de carrera, musicalizadas en un formato más country y cercano a su admirado Dylan.

Justamente y en relación al poeta y cantautor norteamericano, el 13 de octubre último cuando Dylan obtuvo el Nobel de Literatura, Gieco expresó que ese premio implicaba “un soplo de aire en el universo neoliberal".