La historia de amor entre una refugiada y un policía
Noora Arkavazi es una kurda iraquí que conoció a Bobi Dodevski cuando intentaba cruzar un control fronterizo con destino a Alemania
Entre los miles de relatos dramáticos que ha dejado la crisis de refugiados en Europa, una rara historia de amor: la de una kurda iraquí, Noora Arkavazi llegada a principios de 2016 a un puesto fronterizo en Macedonia y Bobi Dodevski, uno de los policías que lo custodiaba.
Cuatro meses más tarde, esta joven de 20 años dejó a su familia, que seguíría su ruta hacia Alemania para quedarse en Macedonia y casarse con este hombre de 35 años, miembro de una fuerza policial reputada por su dureza.
Bobi Dodevski se acuerda de ese día lluvioso. Estaba de servicio en la frontera con Serbia tras haber cambiado un turno a un compañero. "El destino", explica en el pequeño apartamento en el que vive la pareja en Kumanovo, en el norte de Macedonia.
Noora Arkavazi había salido en enero de la provincia de Diyala, en el este de Irak. Explica que su padre había sido secuestrado por los yihadistas y su rescate costó a la familia miles de dólares.
La familia huyó entonces por Turquía, llegó en barco a la isla griega de Lesbos y después continuó hacia Macedonia, la ruta empleada por cientos de miles de personas que huyen de la guerra y la miseria.
"Tenía un sueño simple: vivir en Alemania con mi familia. No imaginaba que aquí me esperaba una sorpresa así", dice la joven.
Entre los países más pobres de Europa, Macedonia no es más que una etapa para miles de demandantes de asilo. En la época en que la familia Arkavazi llegó al país, la Unión Europea había cerrado esta "ruta de los Balcanes".
El sueño de Alemania
El día del encuentro, Noora ardía de fiebre. Se acercó a Bobi, que habla inglés, para preguntarle si ella y su familia podrían cruzar la frontera. El policía se encargó de dar mantas y cuidados médicos a la joven y a su madre.
"Dijo 'No se preocupe, todo va a ir bien en su vida'", recuerda Arkavazi.
"Cuando la vi por primera vez, vi la bondad en sus ojos", se acuerda por su parte Dodevski.
La pareja se casó pese a la oposición de la familia de ella (AFP)
En los días siguientes, los migrantes esperaban en el campo superpoblado de Tabanovce. El policía llevó a la joven y a su madre al supermercado para comprar comida y ropa. Arkavazi, que habla seis idiomas, echaba una mano a las asociaciones humanitarias. Y veía a Dodevski jugar con los niños mientras el resto de sus compañeros permanecían impasibles.
Las fuerzas de seguridad macedonias han sido muy criticadas por su uso excesivo de la fuerza, especialmente por lanzar gas lacrimógenos a los migrantes que tratan de cruzar la frontera.
Cortar lazos
Una tarde, el policía la invitó a un restaurante. Nervioso, le pidió que se casara con él. "Yo le dije que no, que no podía hablar en serio. Pero él repitió quizá diez veces '¿Quieres casarte conmigo'"?, narra la joven.
Pese a la hostilidad de sus padres hacia el matrimonio con un no musulmán, ella acabó aceptando. "He elegido un hombre bueno y me voy a casar con él. No quiero casarme con otra persona", les dijo entonces.
Se casaron el 13 de julio pese a la oposición de la familia de ella, que ha cortado la relación por ese motivo.
A la boda asistieron 120 invitados "de todas las religiones", subraya Bobi. Kumanovo es una ciudad multiétnica: en ella viven albaneses, turcos musulmanes, serbios, gitanos, eslavos macedonios…
"Fue un casamiento muy bonito y divertido", explica la joven, que está embarazada.
Juntos viven con los tres hijos que Bobi tiene de dos matrimonios precedentes.
Noora echa "mucho" de menos Irak. Pero la hospitalidad de los Balcanes le recuerda a su país: en Macedonia "me siento como en casa", "nadie me considera una refugiada", asegura.
La de Noora y Bobi "es una bonita historia. Nos gustaría tener más como esa", asegura Dejan Kladarin, de la oficina de Skopje de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur).