La fórmula de Cocca
Diego volvió para despertar al plantel. Vive al palo cada día y utiliza a todo su CT, que trabaja de manera integral con cada posición del campo. Una receta que hace dos años le dio nada menos que un título
Un grito por allá, uno por aquél lado y otros dos más acá, las cuatro son diferentes voces. Una cancha con un ejercicio específico, otra con dos, tres tareas al mismo tiempo, compromiso al máximo... Así, Diego Cocca tiene minuciosamente calculado cada uno de los turnos que se llevan adelante en esta pretemporada. Y no en vano cuenta con un cuerpo técnico numeroso de ocho personas.
Todos hacen algo de manera activa. Nadie pierde un instante de trabajo. Se aprovechan al máximo los segundos. Se exprimen. No hay descanso casi en este equipo que todos los días lleva adelante tres turnos, bajo la consigna de no resignar más puntos cuando se reanude el torneo.
El sol pega fuerte en la piel. En el club Kimberley hay jugadores diseminados en dos campos. En uno, Gustavo Zapata, de pasado como mediocampista, supervisa lo que hacen los volantes centrales, apuntalado por la energía que el profe Javier Bustos le imprime con indicaciones conceptuales. Videla, Aued, Diego González, Cerro y Vismara, ninguno es capaz de detenerse.
En una rotación de dos contra dos, empiezan a mecanizar movimientos: uno de los que marca va sobre la pelota que tiene el rival y el otro doble cinco retrocede rápidamente. Nunca los dos en línea, siempre uno sale y el otro se queda. La coordinación parece perfecta. Es lo que busca.
“¡Vamos, con intensidad!”, vocifera el Profe. Por momentos pide una pelota abierta para centros de uno de los cinco volantes centrales -todo por turnos- para que alguno de ellos rechace de arriba.
A unos 50 metros de aquí, en otro terreno, Cocca ensaya con los defensores Pillud, Alvarez, Díaz, Escudero, Vittor, Ortiz y Barbieri (Grimi e Insúa se reponen de lesiones), más los volantes por afuera. Los laterales tienen que neutralizar los ataques por los costados o, en su defecto, los zagueros despejar lo envíos.
Hay conos desplegados, tres muñecos inflables que sirven como referencia, figuras de metal con pecheras naranjas... Mezclados en ese arsenal de elementos de utilería, en la otra mitad del campo aparecen Mauro Gerk (ex atacante), con los delanteros y mediocampistas ofensivos. Licha López la rebota para Rosales, éste manda el centro y los demás entran como una tromba. Lo mismo ocurre el otro costado, con Bou y Acuña. Y entran en escena los pibes Araujo, Cuadra, Guille y Brian Alvarez en otro ejercicio. Con Lisandro como iniciador, mete un pase filtrado entre las figuras simbólicas y uno de los pibes pica para definir por el centro, o con un cabezazo a bochas que vuelan de las puntas.
“Nosotros hacemos tareas integrales que involucran lo físico y lo técnico. De nada sirve que un jugador corra rápido 50 metros y pierda la pelota enseguida”, cuenta Bustos, hombre obsesivo de una planificación puntillosa que excede las tareas de campo: antes de las prácticas, los futbolistas ven videos con movimientos tácticos para plasmarlos en el terreno. Posteriormente, el cuerpo técnico les envía a sus tablets o celulares el resultado de lo que hicieron en el entrenamiento para que sepan qué corregir y qué no. Es la fórmula de la Cocca y la tiene Diego. La primera versión dejó el sabor de un título...