Folcloristas se reúnen a 109 años del nacimiento de Yupanqui

Se trata de Arturo Zeballos, Francisco Vera, Ricardo Carranza, Alberto Muñoz, Hugo Argañaraz y el Kolla Chavero, quienes actuarán el martes desde las 20 en la Posada del Descanso del Indio en Cerro Colorado.

“El micrófono estará abierto para aquellos que quieran cantar alguna canción o decir un poema o texto de don Ata”, avisó el Kolla, hijo de Yupanqui y uno de los impulsores del homenaje en Cerro Colorado, el paraje cordobés elegido en 1952 por el artista criollo como su lugar en el mundo.

Atahualpa nació el 31 de enero de 1908 en un paraje del partido bonaerense de Pergamino, pero su música abrazó acentos regionales que desbordaron a la zona pampeana.

Su nombre real fue Héctor Roberto Chavero Haram, pero desde la infancia se bautizó como Atahualpa en referencia al cacique inca; el apellido Yupanqui se incorporó luego y su sonoridad remite, en quechua, al que viene de tierras lejanas para decir algo.

Hijo de padre ferroviario, Atahualpa estudió violín y guitarra desde los seis años con el profesor Bautista Almirón, que le presentó un horizonte distante del mundo rural que lo circundaba.

Los preludios de Fernando Sor y las transcripciones de Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann lo encandilaron de inmediato.

Sin embargo, Yupanqui iba a formar un lenguaje propio con el que alcanzó a atrapar caminos, paisajes, relatos de la vida cotidiana. “Los días de mi infancia transcurrieron de asombro en asombro, de revelación en revelación”, recordó alguna vez.

A los 19 compuso “Camino del indio”, una canción simple de su infancia tucumana que luego se convirtió en un himno de la indianidad. Y más tarde, en tiempos del primer peronismo, fue perseguido y encarcelado por su afiliación al Partido Comunista, que declinó años después.

“Estuve varios años sin poder trabajar en Argentina… Me acusaban de todo, hasta del crimen de la semana que viene. Desde esa olvidable época tengo el índice de la mano derecha quebrado. Buscaban deshacerme la mano pero no se percataron de un detalle: me dañaron la mano derecha y yo, para tocar la guitarra, soy zurdo. Todavía hoy, a varios años de ese hecho, hay tonos como el Si menor que me cuesta hacerlos”, relató años más tarde.

En aquel tiempo de hostilidades alumbró “El payador perseguido”, una de sus obras más recordadas. “Por fuerza de mi canto/ conozco celda y penal/Con fiereza sin igual/más de una vez fui golpeao y al calabozo tirao/como tarro al basural”, escribió allí.

En 1949 buscó un aire nuevo en tierras europeas, donde logró el cobijo artístico de Edith Piaf y encontró el éxito internacional.
La obra de Atahualpa se popularizó en los años 60 con el impulso de Jorge Cafrune y Mercedes Sosa, que grabaron sus composiciones.

Registró 325 canciones entre las que sobresalen “La alabanza”, “El arriero”, “Basta ya”, “Los ejes de mi carreta”, “Le tengo rabia al silencio”, “Piedra y camino”, “Viene clareando”, entre más.

Alumbró también la novela “Cerro Bayo”, luego tomada como guión para la cinta “Horizontes de Piedra” con papel protagónico del propio Yupanqui.

En 1992 viajó a Francia para actuar en Nimes, donde se indispuso y falleció el 23 de mayo. Sus cenizas fueron esparcidas en Cerro Colorado.