Boyle: "Sentimos una enorme responsabilidad de honrar a Trainspotting"

El director británico dialogó con LA NACION sobre la película que le da continuidad al film icónico de mediados de los 90.

Trainspotting es un clásico ejemplo de la película que surge en el lugar justo, en el momento justo. Como si los planetas se hubieran alineado para consagrarla como un clásico de los 90, pero también como una (extrema) declaración de principios de una generación apáticamente conformista en su inconformismo. Nadie quería cambiar el mundo a mediados de esa década de transición, porque era el mundo el que estaba por cambiar drásticamente: la "era internet" estaba a la vuelta de la esquina, a punto de sembrar una virtual revolución cuyos límites y consecuencias ni siquiera podían imaginarse o predecirse.

En medio de esa quietud que antecede a la tormenta, la película de Danny Boyle llegó a los cines del mundo con un reparto de jóvenes y desconocidos actores británicos -escoceses, en su mayoría-, una banda de sonido intachable y una historia repleta de situaciones incómodas, violentas e hilarantes que no le permitían pasar desapercibida. "La Naranja Mecánica de los 90", se apuraron algunos en bautizarla, haciendo un paralelismo con la parábola futurista de Stanley Kubrick. Y algo de eso había.

Entonces, con ese fresco de época tan preciso pero a la vez universal -¿o "globalizado"?-, la idea de una segunda parte, de un regreso, se volvía tan peligrosa como atractiva. Irviene Welsh, autor de la novela en la que se basó Trainspotting, le había imaginado un destino a Renton, Spud, Sick Boy y Begbie en Porno, publicada en 2002. Boyle intentó darle forma a la secuela cuando la primera película estaba a punto de cumplir 10 años, pero no funcionó. "Creímos que no era suficientemente bueno el guión y decidimos dar de baja el proyecto. Y me sentí bien porque podríamos haberla hecho igual, sabiendo que comercialmente iba a funcionar. Pero quisimos tener calidad, que la película fuera un producto íntegro", le contó el director en exclusiva a LA NACION.

Boyle junto a Ewan McGregor, en el set de T2. Foto: Gentileza Sony Pictures

Finalmente, a mediados de 2015, todo cerró, en parte gracias a la pluma de John Hodge -el encargado de la adaptación del film original- y también por la insistencia de Boyle. "Fuimos a Edimburgo y John nos presentó el guión sobre el que finalmente trabajamos. Supe que podía mostrárselo a los actores y que estaría a la altura de sus expectativas y aún más, y que si podíamos filmarlo sería un complemento para la primera película, sin decepcionar a nadie y que no sería una pálida segunda parte". T2 Trainspotting hizo así su camino hasta ahora, que está a punto de estrenarse en los cines argentinos.

-Leí que considerás que esta película trata sobre "la masculinidad decepcionada", ¿por qué?

-Así es. Toda la película, y esto es algo que descubrí cuando ya estuvo terminada, está llena de imágenes de niños decepcionados, de mujeres decepcionadas que no pueden seguir adelante sin estos hombres que viven demasiado obsesionados con el ayer, con revivir las glorias pasadas o con vengarse por cosas que sucedieron en el pasado en lugar de vivir el hoy. La película está saturada de esas imágenes y hay escenas constantes que retratan eso. Como cuando Renton y Simon miran el video de The Rubberbandits, este video extraordinario y surrealista sobre la crisis de la mediana edad... Hay una transición de la juventud, del momento de irresponsabilidad y de ser temerario de la primera película, en la que a los personajes no les importaba nada ni nadie, mucho menos el tiempo, a esta segunda película, que está basada en la adultez, en la que queda en claro en que es el tiempo el que no se preocupa por ellos. Puedes notarlo literalmente en la cara de los actores, cómo el paso del tiempo afectó a estos personajes.

 

-¿Cuál es la importancia de Trainspotting en tu carrera como director?

-¿De la primera película? Creo que tanto yo como los actores sentimos una enorme responsabilidad y una obligación de honrar a Trainspotting por el modo en que transformó nuestras carreras. Sabíamos que si íbamos a volver a ella, debíamos hacerlo de la manera correcta, no hacerlo por dinero o por cuestiones comerciales, sino que debíamos hacer un film difícil y estimulante, que fuera disfrutable pero con ideas que no fueran fáciles de absorber por momentos, que fuera un desafío... Sabíamos que teníamos que hacerlo en Escocia, que es donde nació esta historia, y deseamos hacerlo sin un enorme presupuesto, que se nos pagara a todos por igual, y que si la película es exitosa que las ganancias resulten compartidas. Instauramos algunos principios que lo hermanaran con lo que sucedió con la primera película.