El argentino que corrió 280 kilómetros en Malvinas
Alejandro Scomparin concretó una maratón de seis días en las islas para llevar un mensaje de paz en 2016. Próximos a la conmemoración de la guerra, contó su vivencia por LT10.
El 11 de diciembre Alejandro Scomparin agarró su valija, fue al aeropuerto, presentó su pasaporte, se subió al avión, voló por horas, aterrizó, tomó otro vuelo más corto, volvió a presentar el documento, esperó a que se lo sellen y entró a las islas. El olor a tinta fresca decía que había arribado a otro país; él en cambio sentía estar llegando a un lugar de la Argentina que jamás pensó iba a conocer: las Malvinas .
Había llegado con un sueño y un objetivo: correr para rendir tributo a los soldados. Poner el cuerpo como lo habían hecho cientos para mostrar que nadie olvida, para decir gracias. Unir el cementerio argentino con el británico por la paz. No estuvo solo para concretarlo. Dos amigos lo acompañaron en una camioneta 4x4 con todo lo necesario para ayudarlo: con mapas, con zapatillas aptas para los distintos suelos, con ropa seca, con comida, con agua, con mucho cariño.
El plan estaba trazado: el primer día iba a unir Puerto Argentino con Fitz Roy; el segundo, Puerto Argentino con Arroyo Malo; el tercero, Puerto Argentino con Monte Longdon; el cuarto, Puerto San Carlos con Darwin; el quinto, Darwin con el cementerio argentino; y el sexto, el cementerio argentino con el británico. En total, correría cerca de 280 kilómetros para unir Malvinas.
Y así lo hizo.
En diálogo con LT10, Alejandro contó que sentía necesidad de rendirles homenaje a los veteranos y a los muertos argentinos, "también a los británicos porque uno va aprendiendo con los años que la muerte no tiene banderas. Argentinos y británicos tenemos los mismos fantasmas que 35 años después nos siguen visitando".
El excombatiente, relató una experiencia que tuvo en el cementerio de Darwin. Antes de salir hacia Malvinas, el hermano del soldado Soria le entregó una carta para que lleve hasta su tumba. Alejandro, fue al cementerio durante cinco días, en los cuales junto a los amigos que lo acompañaron colocaban rosarios en las cruces de los caídos.
"El penúltimo día, colocamos la tanda de rosarios, dejamos la carta en la tumba del soldado Soria. Al día siguiente, que era el último que íbamos, hicimos lo de siempre, pusimos los rosarios, rezamos y comenzamos a retirarnos. En ese momento aparece un pájaro que se posa sobre una tumba y empieza a piar, como llamando. Subía hacia la cruz, bajaba, uno de mis amigos se acerca para sacarle una foto (porque los días anteriores no habíamos visto ningún ave por ahí) y nos dice 'es la tumba de un tal Soria'", continuó Alejandro.
Emocionado, completó la anécdota diciendo: "Le contesté a mi amigo, 'es la tumba donde dejamos ayer la carta', y a todos nos invadió un profundo sentimiento, nos abrazamos y nos fuimos de ahí con las piernas temblando".
Audio: Alejandro Scomparin
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