"El oyente tiene que ser más activo de lo que se piensa"
El músico dará conciertos a dos pianos con Martha Argerich y dirigirá su Orquesta del West-Eastern Divan en el Colón.
Daniel Barenboim atiende directamente el teléfono en su casa de descanso en Andalucía, donde se encuentra pasando unas vacaciones con esposa, la pianista Elena Bashkirova, y sus dos pequeños nietos (hijos del violinista Michael), antes de volver a la Argentina para unas nuevas actuaciones con Martha Argerich y con la Orquesta del West-Eastern Divan.
-Usted, maestro, siempre se trae algo bajo el poncho. Esta vez serán las Tres piezas para orquesta op. 6 de Alban Berg. No me acuerdo de haberlas oído en Buenos Aires.
-¿No? ¡Qué raro! ¿Las orquestas en gira no las tocan?
-Le recuerdo que el único que hace este tipo de obras en gira es usted.
-Es curioso, porque además son piezas accesibles, muy dramáticas, muy coloridas. Lo que seleccioné en ese programa, además de Berg, fue un Ravel neoclásico, Le tombeau de Couperin, con el Concierto para piano y trompeta de Shostakovich, que es también neoclásico, más un Ravel-Ravel, que es la Suite de Mi madre la oca.
-Linda combinación.
-Es interesante escuchar las piezas de Berg en un programa con música francesa, porque además de la influencia mahleriana esas piezas tienen una influencia de la música francesa, aunque no tanto de Ravel como de Debussy. Estoy preparando con la orquesta casi la obra completa de Debussy para celebrar en 2018 los 100 años de su muerte, y cuando más lo profundizo más me doy cuenta, además de su genialidad, de lo que significó para el futuro de la música. De ser por él, la música podría haber tomado otra dirección.
-Veo que usted y Martha han decidido anticipar ese homenaje, ya que dedican un programa entero a Debussy.
-Sí. Además, Martha no podrá venir el año que viene y nos pareció bien hacerlo ahora. Tenemos un buen repertorio, ya que Debussy se ocupó mucho de transcribir, tanto sus propias obras como las de otros. Nosotros ya habíamos hecho con Martha su transcripción de los Estudios en forma de canon de Schumann, que es una de mis cosas preferidas. Y fue Martha la que me abrió los ojos sobre su transcripción de la obertura del Holandés errante de Wagner. Yo no la conocía.
-¿Qué se gana y qué se pierde en esas transcripciones?
-Bueno, el caso de la transcripción de los Estudios de Schumann, originalmente concebidos para un piano con pedaleras, es extraordinario, y le digo además que no es muy fácil de tocar, ya que tienen que ser dos pianistas que se entiendan muy bien. La música para dos pianos suele basarse en el principio del contraste, pero en este caso no hay contraste: es como si los dos pianos fueran uno. En el caso de la transcripción del mismo Debussy de su Preludio a la siesta de un fauno, el piano tiene que lograr un sentido orquestal. El piano, precisamente por su neutralidad, da la posibilidad de crear una ilusión, y yo no sé si no es más bello crear la ilusión de la flauta en el comienzo del Fauno que la flauta misma. Lo digo porque hice y conozco ambas versiones. Realmente, no sé qué es más expresivo.
-En una de sus programas por Youtube usted habla del público y del buen oyente; para decirlo en sus palabras, del oyente dispuesto a “colgarse de la primera nota y ponerse a volar con la música”. ¿Cómo es el público real hoy, en Berlín o en el Colón?
-Es muy difícil. Yo planteo la necesidad del buen oyente como una premisa, pero es difícil saberlo. Tenemos que pensar que ya no hay más educación musical en las escuelas, por lo tanto el oyente capaz de emprender ese viaje tiene que poseer un interés muy grande e importante, porque a las personas no se las educa para la música como se las educa para la literatura, para la historia, para la biología. La gente no puede llegar al teatro corriendo del trabajo, sentarse en una butaca y esperar a que ocurra el milagro de lo que la música le pueda decir. El verdadero oyente tiene que poder concentrarse y escuchar en forma activa. El oído es el órgano más inteligente del cuerpo, mucho más que el ojo.
-¿Por qué?
-Porque tiene más memoria. En la música las cosas se repiten y el oyente las recuerda. Por lo tanto cada pequeño cambio que se produce es algo que lo excita, que lo inspira. Cuando en un Concierto para piano de Mozart viene el tema por segunda vez y toma otro sendero, el oído que escucha inteligentemente lo recuerda. Yo no sé qué porcentaje del público es capaz de eso, pero me gusta decir que no vengan al concierto esperando que la magia llegue automáticamente. El oyente tiene que ser bastante más activo de lo que se piensa.
-Usted acaba de dirigir la ópera “Los pescadores de perlas” de Bizet en Berlín, con una puesta en escena del cineasta Wim Wenders. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Muy buena. Me gustaron mucho sus películas como Buena Vista Social Club y París Texas. Un día lo vi y le pregunté si no le daba curiosidad pensar en una régie de ópera. “Ah, pero yo no tengo muchos conocimientos”, dijo él, que es muy modesto, que es todo menos un divo. Vino con gran modestia pero muy bien preparado. Después de la última función le pregunté. “Y, Wim, ¿todavía tienes apetito para una nueva ópera?”. Me dijo que sí, y que en su vida había aprendido tanto sobre tantas cosas como en esas semanas en la Opera de Berlín.
-¿Él aportó una perspectiva más cinematográfica o se integró a las formas tradicionales de la representación operística?
-Una mezcla sutil de ambas cosas. Creo que él estaría de acuerdo si yo dijese que el suyo no fue tanto un trabajo con los personajes, como un trabajo con un ojo muy estético e imágenes de video muy refinadas. Yo creo que él podría seguir haciendo cosas muy buenas en el Teatro. Quedamos en vernos para seguir conversando sobre algún proyecto.
-En los últimos años usted fue la única visita importante que recibimos de Alemania. Ahora acaba de venir Angela Merkel.
-La única líder del mundo libre.
-Bueno, ahora apareció Macron...
-Sí, pero ella ya lo demostró. Macron es una esperanza. Volviendo al viaje de Merkel, es algo que me pone muy contento, ya que había dificultades reales en la relación entre ambos países. Ella está muy abierta y quedó encantada con la visita a la Argentina. Y déjeme notar un detalle colorido. Después de viajar a la Argentina fue a ver al Papa y le llevó alfajores y dulce de leche. Me encantó.
El Festival abrirá el sábado a las 14 con un concierto de acceso libre y gratuito que Daniel Barenboim y Martha Argerich ofrecerán en la Plaza Vaticano (el programa aún no está definido). El dúo volverá a presentarse ese mismo día a las 20 y el domingo a las 17 en el Colón, con un mismo programa para dos pianos o piano a cuatro manos íntegramente consagrado a Claude Debussy, anticipando las celebraciones por el centenario del genial músico francés que vivió entre 1862 y 1918: Obertura de El holandés errante (transcripción de la obra de Wagner),Seis epígrafes antiguos, En blanco y negro, Lindaraja, Preludio a la siesta de un fauno y El mar.
Martha Argerich dará además dos conciertos con la Orquesta del West Eastern Divan, el martes y miércoles en el Colón, como solista del Concierto para piano y trompeta de Shostakovich, programa que se completará con las Tres piezas para orquesta op. 6 de Alban Berg y dos piezas orquestales de Maurice Ravel: Mi madre la oca y Le tombeau de Couperin.
El viernes 4 de agosto, también a las 20 en el Colón, habrá un programa de cámara, con Daniel Barenboim, Michael Barenboim (violín) y Kian Soltani (chelo) interpretando tríos de Beethoven.
La Orquesta del Diván ofrecerá un último concierto en el Colón el sábado 5 a las 20, con Don Quijote de Strauss y la Quinta sinfonía de Chaikovski.
La música en cinco preciosos minutos
Daniel Barenboim es un hombre extremadamente curioso y expansivo. Ahora inició una serie de programas en YouTube. La mayor parte tienen el formato 5 minutes on..., que son charlas al piano de cinco minutos donde el músico analiza algún aspecto de Beethoven, Chopin, Liszt o Mozart, o bien las relaciones de jerarquía entre el ritmo, la melodía y la armonía. Otros programas, más extensos, son diálogos que llevan el título de Paralelos y paradojas, que es el nombre del libro de conversaciones que Barenboim publicó con su amigo Edward Said. La serie comenzó con un interesante diálogo con el actor alemán Christoph Waltz acerca de las similitudes y diferencias entre ambos oficios; entre la interpretación de las palabras y la interpretación de la música.
Uno de los más interesante 5 minutes on... es el que el músico dedica a la sonata Claro de luna de Beethoven. Barenboim va en contra del lugar común que interpreta ese comienzo como una “ensoñación”. Barenboim más bien aboga por un tono de marcha fúnebre y un ritmo sostenido, mostrando además la conexión (tal vez una cita deliberada de Beethoven), de ese comienzo de la Sonata con un pasaje musical del Don Juan de Mozart, cuando el protagonista da muerte al Comendador. Con Barenboim, cinco minutos pueden bastar para una revelación fundamental.