Un recurso que puede salvar vidas

El hermetismo histórico del fútbol encontró en los últimos tiempos a la psicología como una herramienta que puede cambiar vidas y sacar a la luz muchos secretos, como los de los abusos.

El fútbol como deporte no puede considerarse una actividad proclive a la inclusión de novedades. Suele situarse, desde casi todos los puntos de vista posibles, más bien en las antípodas de las teorías aperturistas, renovadoras.

Continúa con sus 17 reglas originales, con las medidas del campo inalterables, con sus arcos y su pelota inmutables –amén de los materiales para su confección- y con el poderoso don de marcar el estado de ánimo de miles de feligreses a partir del resultado de un partido.

La tecnología ha evolucionado, como el mundo lo ha hecho en términos generales, pero afirmado en el principio de la no modificación de su esencia se ha negado persistentemente a la adopción de la ayuda tecnológica como un recurso más. Más allá de que los mismos defensores de las raíces del juego se nutran de las imágenes televisivas para definir el acierto, la capacidad y hasta la hombría de bien de los árbitros tras ver una jugada desde ocho ángulos diferentes que determinan milimétricamente de qué lado cae la vara de la justicia.

Ahora bien, el Mundial tendrá asistencia tecnológica. Cuestión que a pesar de muchos es un avance, una incorporación de herramientas. Tan cierto es esto como que de a poco las mujeres comienzan a encontrar espacios en el referato, otro sensible paso hacia adelante.

Pero hay otro elemento que es el de mayor impacto en los últimos años dentro del mundo futbolístico. Un mundo no solo hermético sino además rudo, insensible, pensado para hombres fuertes, inalcanzables por las inseguridades y mucho menos por las debilidades. Un mundo pensado para machos.

Un universo ideado en otro tiempo pero que hoy es habitado por seres humanos del tercer milenio, que han aprendido a asumir debilidades y enfrentarlas, que no se saben imbatibles y que desbordan muchas veces ante las presiones de un medio intolerante y que no hace más que demandar incansablemente.

En ese contexto, aun con los prejuicios de antaño y las asociaciones ignorantes de otro tiempo, ha emergido un recurso humano muy útil para el deportista de alta competencia. Personas que minimizan las ausencias de oídos y contención familiar. Personas que se han preparado de antemano para esto y que responden siempre con la palabra adecuada, ayudando al afligido a encontrar dentro de sí, la respuesta. Personas que escuchan, que no juzgan y que generan el entorno ideal para descubrir virtudes propias que se desconocen y virtudes en compañeros que no se detectan en el trato diario. 

Ese recurso, como todos los que ofrece el fútbol, están tan lejos como cerca dependiendo de la necesidad o de la actitud. Pero que estén representa en sí mismo un gran avance. Porque tarde o temprano, por pequeña o grande, individual o colectiva que sea la necesidad suele ser útil.

Hombres y mujeres que están más allá del resultado, de la especulación y de la avaricia rancia y mercantilista que envuelve a este deporte. Hombres y mujeres que pueden convertirse de recurso a salvación. Y que pueden ayudar a resolver no solo un momento de confusión sino también la vida.

Bien por los que se animaron y  se animan a abrirle la puerta a la psicología en el deporte. Bien por ellos, que entienden que el deporte no es todo y que la vida va mucho más allá del tamaño, la forma y los sueños que envuelvan a una pelota.

Es un medio, como tantos otros, pero que tiene la gigantesca cualidad de cambiar vidas y de destapar ollas, como la de los abusos.