Una merma inoportuna

La Champions League definió a sus semifinalistas y entre sus planteles prácticamente no hay presencia de los argentinos que veremos en Rusia. ¿Es beneficioso o no jugar menos de aquí al Mundial? ¿Afecta o no emocionalmente esta situación?

El fútbol europeo suele jactarse, con debida razón, de ser el mejor del mundo. Aunque habrá quienes se muestren reticentes hacia esta postura y probablemente cuenten con sobrados motivos para fundamentar la inclusión del fútbol argento o el brasileño dentro de ese selecto linaje del viejo continente.

Ahora bien, si dejamos las cuestiones estrictamente propias de cada lugar y sacamos del análisis las dificultades que tendrían los europeos a la hora de atravesar Argentina en micro, o de cambiarse en vestuarios donde hay que turnarse para no pisarse, o de enfrentar campos de juego desparejos o pelotas paradas que ofrecen no menos de diez posibilidades por partido al árbitro de sancionar penal, seguramente podremos ver que allá juegan los mejores.

No solo los mejores, sino los mejores en los mejores momentos de sus carreras. Futbolistas que viajaron para abrazar la gloria y la comodidad económica y que hoy solo caminan detrás de la primera, porque la segunda está garantida por un par de vidas y desde hace algunos años.

La gloria. Esa es la búsqueda que justifica que muchos de esos iluminados volver a sus continentes y sus canchas desparejas en lugar de quedarse en la comodidad de la burguesía futbolera europeísta.

Y esa gloria, para la gran mayoría se divide en sueños nacionales y personales. Los primeros, esos que se nutren de planteles que comparten poco y se ven de vez en cuando se perseguirán hasta el límite a partir de mediados de mayo cuando los elegidos enfilen detrás de sus banderas con el objetivo puesto en Rusia.

Los otros, los personales, son de los que se alimentan a diario estos animales feroces de títulos. Estas bestias humanas inconformistas que se sobreponen al éxito en búsqueda de otro mayor. Que no paran jamás. Que tras un logro exponen su capacidad para no quedarse abrazado a lo que pasó –con lo lindo que es- y enfocarse en lo que viene. Porque ganar lo que nunca se ha ganado es un gran desafío pero ganar por segunda, por tercera o por enésima vez lo mismo, ofrece otro tipo de privilegios. Transforma lo excepcional en legendario. Convierte la realidad en mito y a los protagonistas en héroes –deportivos, claro está- de bronce.

Se alimentan del mañana y enflaquecen cuando no tienen presas que sostengan su adrenalina por las nubes.

Es respetable la opinión de los que prefieren que nuestros futbolistas lleguen descansados al mundial. Pero no es lo conveniente. Porque están preparados como nadie para la competencia y porque la precisan en dosis similares a la que precisan el aire. Viven de la conquista y no de la tregua. Acumularán ganas pero perderán autoestima porque esperan diez meses estos dos que les ofrece el calendario deportivo europeo. Y deberán verlo desde fuera.

La coyuntura no se elige. Se acepta. Se acepta y se desafía. Aunque sientan interiormente que llegan en desventaja. Han cedido prestigio y eso es doloroso. No obstante el mundial es otra cosa. Es una construcción diaria en un claro contexto de paridad y cada detalle –siempre y cuando Messi esté óptimo- cuenta.

El análisis puede plantearse y fundamentarse de diversos modos. Las conclusiones son muy personales. Pero que la etapa decisiva del torneo de clubes más importante del mundo no tenga ningún futbolista emblema de nuestro seleccionado –el único probable titular vivo es Fazio- disputándola es una señal. Importa lo que hagan con la albiceleste, pero también importa lo que hagan con sus colores de cada día.

Las candidaturas, a esta altura y con total claridad, nos pasan lejos. Tendremos que aceptar la actualidad más que pensar en la historia. Quizá sea mejor así. Tal vez la mochila se aliviane. Pero esta forzada merma en la competencia es tan inoportuna como indeseada. El momento de parar era otro, distante de este abril y con una dosis de gloria -que hoy no tienen- en el bolsillo. Estará en ellos reencontrarse y llegar con el hambre voraz que se precisa a la cita mundialista.