Si nos ponemos a buscar la figura del equipo en Unión cuesta, y demasiado, encontrar un rendimiento sobre los seis puntos. En el comienzo del partido todo parecía un trámite para el tatengue, quien en los primeros minutos cumplía con su labor, desbordaba por su izquierda, lastimaba y desnudaba falencias en la defensa de Sarmiento.

Sin embargo después del gol la cuestión se fue dando vuelta de a poco. Faltó intensidad, presión y el juego que caracteriza a Unión. Tal vez los cambios, uno en cada línea incluyendo el arquero, hicieron que el rendimiento no sea el mismo que los últimos meses. No hay que quitarle méritos a Sarmiento, que mostró un nivel superior a la media de un equipo del Federal A.

Sarmiento de Resistencia probó desde afuera cuantas veces pudo, es cierto que la gran mayoría de esos remates se fueron desviados, pero nunca se vio una reacción ante esa situación. Madelón intentó maquillar un poco la cosa con el ingreso de Zabala en lugar de Compagnucci, que entró en la misma confusión que todo el equipo.

Los picos bajos hicieron que Unión se caiga a pedazos, mediante el contagio de imprecisiones y pocas incursiones ofensivas, una noche para el olvido. Si llama demasiado la atención la derrota, y sobre todo la falta de juego, es porque Unión nos tiene acostumbrados a otra cosa.

La regularidad que logró el equipo de Madelón, tan difícil de alcanzar en el fútbol argentino, hace que una caída como la del domingo sea abrupta y sin escalas.

Los jugadores tatengues demostraron su malestar mientras caminaban hacia el vestuario, cargando su enojo, consientes e incómodos por el partido que salió. El tropiezo llegó y los invictos están para romperse. El tatengue no perdía desde el 6 de mayo ante Boca, quien ese mismo torneo se coronó campeón.

El martes por la mañana volverá el plantel a los entrenamientos. Nereo Fernández será evaluado durante la semana para saber si llega al próximo encuentro.