Hordas de necios enfrentados
Faltaban pocos minutos para las 11 de la mañana de este jueves cuando el jefe de la Policía Federal Argentina, Néstor Roncaglia, confirmaba que el jefe de la Delegación Santa Fe y otros cinco efectivos federales acababan de ser detenidos, sospechados de pactar y proteger a narcotraficantes. Incluso, reveló que en uno de los baños del edificio policial hallaron cocaína escondida.
Casi al mismo tiempo que Roncaglia daba la información, se me ocurrió compartir la noticia a través de un tuit:
Detienen al jefe de @PFAOficial de Santa Fe y a otros 5 efectivos por vínculos con el narcotráfico. #AHORA Néstor Roncaglia, jefe de Policía Federal Argentina. @radiolt10 @todopasalt10 Hallan cocaína escondida en el baño de la delegación local. — jose curiotto (@josecuriotto)
A partir de allí se produjo una situación a la que los argentinos estamos lamentablemente acostumbrados. A tal punto, que perdimos la capacidad de asombro.
A este tuit, que reflejaba un dato objetivo de la realidad, le siguió una catarata de cruces y comentarios entre quienes no dudaron en culpar a Cambiemos, a Mauricio Macri o Patricia Bullrich por los hechos; y los que inmediatamente comenzaron a hacer referencia al avance del narcotráfico en esta Santa Fe gobernada desde hace casi 12 años por el socialismo.
Unos y otros culparon a los de la vereda de enfrente. Unos y otros intentaron sacar algún tipo de rédito político de la situación.
La grieta aflora en todo momento. Se habla de ella como si se tratara de una verdadera entidad, aunque en realidad sólo existe en la medida en que hordas de necios se empeñan en encarnar esta temeraria batalla dialéctica que no lleva a ninguna parte. La grieta no es más que una construcción infame que no permite observar la verdadera raíz de los problemas y enfrentarlos con alguna posibilidad de éxito.
El hecho de que el jefe de la Policía Federal de Santa Fe esté preso, acusado de haber sido corrompido por los narcos, es de extrema gravedad. Se trata, nada menos, de la persona encargada de comandar a las fuerzas que deben combatir al narcotráfico.
El problema es tranversal. Lo atraviesa todo.
El socialismo no puede hacerse el distraído. El narcotráfico echó raíces profundas en Santa Fe. Y pocas horas antes de la detención del jefe de la Federal, presos peligrosos y armados se fugaron de manera casi incomprensible mientras eran trasladados desde Rosario hacia Coronda.
Cambiemos no puede decir que la corrupción y el narcotráfico es un problema que sólo afecta a los socialistas o a Santa Fe. De hecho, la Policía Federal depende del gobierno nacional. Y en el conurbano bonaerense afloran las bandas de nacrotraficantes.
Quizá algunos peronistas se estén frotando las manos con regocijo. En apenas unas horas, les cayeron del cielo dos noticias con las que pueden azuzar tanto al socialismo, como a Cambiemos.
Pero la verdad es que sería de cínicos celebrar lo sucedido. ¿O acaso habrá que recordar todo lo que ocurrió mientras el Peronismo gobernaba la Argentina, y el país batía récords internacionales de importación de efedrina, utilizada para elaborar drogas de diseño?
La efedrina pasaba todos los controles. Todo el planeta se preguntaba por qué la Argentina compraba tamaña cantidad de efedrina. La respuesta era obvia para todos. Menos para los argentinos.
¿O acaso habrá que recordar que la banda de Los Monos fue encarcelada por la Justicia de Santa Fe, porque en aquellos años de kirchnerismo la Justicia Federal miraba hacia otro lado?
La situación es gravísima. Los narcos corrompen a jefes policiales encargados de enfrentarlos; como si en plena guerra de Malvinas, los ingleses hubieran comprado al comandante de las tropas argentinas en tierra.
Sorprende que tantos no comprendan lo que está sucediendo. Que actúen como si se tratara de un problema del otro. Y que, de manera temeraria, sigan insuflando discusiones infames que sólo conducen a nuevos fracasos.