Canciones eternas de una sinfonía centenaria
Tradición, diversidad e innovación fueron pilares de un show en el que las canciones y la fusión fueron protagonistas. Más de 10 mil personas disfrutaron del Recital 100 años de UNL con la renovada fachada del Rectorado coronando la postal de una noche histórica.
El ensayo a cielo abierto del miércoles pasado fue un buen presagio de lo que se vivió la noche del jueves. Los transeúntes ocasionales que se acercaron a Rectorado de la Universidad Nacional del Litoral pudieron disfrutar de jugosos adelantos de lo que se viviría 24 horas después.
El desafío era grande. Una banda estable, cantantes y músicos invitados, el coro de la UNL y una orquesta conformada por integrantes del Ensamble Sinfónico del Litoral y la Camerata Eleutheria interpretarían un repertorio constituido por emblemáticas canciones argentinas. Todo bajo la supervisión del reconocido director y productor Nicolás Sorín, para celebrar el Centenario de la Universidad Nacional del Litoral con la fachada del Rectorado luciendo su puesta en valor y coronando la postal de una noche histórica.
A las 21, el ensamble sinfónico ya se encontraba prácticamente ubicado en sus lugares. Una nutrida concurrencia, estimada en más de 10 mil personas, colmó la explanada donde se montó el impactante escenario. La sección de cuerdas se disponía en su tradicional ubicación en el escenario. Violinistas y chelistas ocupaban la primera línea de fuego. Más atrás se encontraban los vientos, y hacia el fondo, los instrumentos de percusión. Todos impecables y de riguroso negro. Hacia la derecha, se ubicó la banda, donde se destacaba el panel de acrílico que custodiaba la batería de Sergio Verdinelli.
Quince minutos después, los preparativos finales se aceleraron: los arcos hicieron vibrar con fuerza las cuerdas y el timbal tronó con solidez en la calurosa noche santafesina. A las 21.20, la escena se oscureció y la voz en off de un locutor invitó a disfrutar del show.
Yo sé muy bien que conseguiré
Con Nicolas Sorín ya sobre las tablas -vestido también de negro, con una boina gris y un saco que no duraría mucho sobre su cuerpo- la mágica noche dio inicio. La primera de las canciones homenajeadas fue “Cerca de la Revolución”, de Charly García. De la mano de Rodrigo Negro González como vocalista invitado, el tema tomó otra dimensión. Alejado de su versión original, y también de la orquestada que García presentó en el MTV Unplugged de 1995, se transformó en una potente caracterización grunge. El ensamble explotaba y desaparecía según las necesidades de la canción, con las cuerdas sinfónicas y los vientos acompañando el poderoso riff que vibraba en la guitarra de Luciano Farelli.
Una vez roto el hielo, el ex Catupecu Machu y actual Vanthra, Fernando Ruiz Díaz, se adueñó del show. Ataviado con un saco largo negro, se colgó una guitarra blusera vintage y luego de recordar que su papá y su abuelo estudiaron en la UNL, se lució con Mañana en el Abasto. “Yo y mi alter ego vamos a tocar una canción de Sumo”, aviso antes de emprender un intenso viaje psicodélico, haciendo referencia a un inconveniente técnico que se resolvió rápidamente. Solo con su instrumento, y con luces violetas como paisaje de fondo, encaró su interpretación, que incluyó referencias a “Heroina”, también de Sumo y “Lo que quiero es que pises sin el suelo”, de Catupecu. Hasta se animó a cambiar la letra, especificando que el vino que tomaba el solitario personaje que describe Luca Prodan, se trataba de un “resero blanco sanjuanino”. Mientras, desde la otra punta, Sorín supervisaba con tranquilidad. Entre aplausos y lágrimas agradeció a “mi mamá Dominga y a mi hermano Gabriel Ruiz Díaz que está viviendo en Santa Fe”. Además, destacó el rol de la UNL y confió que su abuelo y su tío son egresados de la centenaria institución: “esta mañana me propusieron tramitar sus títulos de grado. Les pondremos posmortem. Es una inmensa alegría para mí. Los luciré con orgullo”.
Con el público ya encendido por su habitual carisma, encaró “En los sueños”, la tercera canción de la noche. Las cuerdas acompañaron la dulce melodía, mientras un Fernando ya desatado cantaba bien adelante, de cara a la gente. Esta vez la referencia fue a “Es todo lo que tengo y es todo lo que hay” de Lisandro Aristimuño. El final vino tras una arenga a Verdinelli, que desencadenó un poderoso solo percusivo de su parte. La energía desatada fue tal que la batuta de Sorín se partió al medio, mientras Ruiz Díaz gritaba “se rompió la varita, se rompió la vara mágica”, ante las risas de la audiencia.
Mis manos ya son de barro
Miss Bolivia y Natalia Pérez trajeron la calma con una particular versión de “Zamba para olvidarte”. Con Luciano Farelli a cargo de las programaciones electrónicas, desencadenaron una mixtura entre rap y folclore que resignificó la canción, sobre todo en las intervenciones de la cantante porteña al mejor estilo freestyler. Culminaron cantando a dúo, al grito de “viva la universidad pública, carajo”.
El rock volvió de la mano de la cantante de Eruca Sativa, Lula Bertoldi y Bajan de Pescado Rabioso. La voz de Lula se movió con comodidad entre sus matices: de aguardentosa a sensual, flotó sobre los arreglos de cuerdas. Para terminar, la líder de Eruca Sativa se lució con un poderoso solo de guitarra de base funk, decorado por el toque swing de la sección de vientos.
No hay nada mejor que casa
La tranquilidad regresó una vez más con Rodrigo González interpretando “Té para tres” de Soda Stereo y dedicándola a sus padres. Con una suave intervención de violines y violonchelos y el acompañamiento acústico del guitarrista Nicolás González, la versión se pareció mucho a una canción de cuna.
La paz continuó con una extensa y jazzera interpretación de “Hablando a tu corazón” de Charly García y Pedro Aznar, con la voz de Agustín Flaco Ferrero. El saxo de Carlos Michelini, las teclas de Danilo Cernotto y el bajo de Tony Monti engalanaron el tema.
Barro tal vez marcó la segunda aparición de Miss Bolivia, esta vez acompañada por la cantante Cintia Bertolino. La adaptación respetó el formato de la intervención anterior: Bertolino se puso al hombro las estrofas del emotivo clásico de Luis Alberto Spinetta y su compañera rapeó sobre las programaciones de Farelli y las teclas de Gimena Álvarez Cela. La ovación llegó cuando durante su segundo recitado, Miss Bolivia miró directamente a los ojos a Bertolino, y en clave de género, le gritó “se trata de nosotras”.
Sin embargo estoy aquí
A esa altura, con un espectáculo consolidado y un público atento, llegó uno de los momentos más altos de la noche. Lula Bertoldi volvió a pisar las tablas para comenzar una versión a capella de La Cigarra, esa cálida e intensa canción de María Elena Walsh que popularizó Mercedes Sosa. La sentida interpretación de Lula encajó justo con los delicados arreglos de cuerdas de Sorín. El aplauso cerrado tuvo su broche de oro con el beso entre el director y la cantante, ante el asombro de algunos de los espectadores que desconocían que son pareja.
El ensamble siguió luciéndose, esta vez con Tumbas de la Gloria de Fito Paez, que sonó de forma clara y precisa en la voz de Gustavo Cortez de Sig Ragga. La intro mostró a Tavo deslizandose sobre las teclas, para después estallar con toda la fuerza de la orquesta y la banda al unísono. “Una canción que marca mi infancia y adolescencia, de las primeras que aprendí a tocar en el teclado”, afirmó antes de dejar su lugar a Lisandro Aristimuño.
El cantautor patagónico interpretó, en primer término, su hit “Entre tu nombre y el mío”, en una convivencia armónica entre el beat electrónico y el corazón humano. A continuación sobrevino otro de los momentos cumbres: seguramente el espíritu de Gustavo Cerati sobrevoló la noche durante la cálida versión de “Puente”, que entonó Lisandro, mientras Farelli cambió la distorsión eléctrica por la suavidad de una guitarra acústica. El toque distintivo fue el Coro de la Universidad otorgándole un aire celestial a “cruza el amor por el puente / usa el amor / como un puente”
Dentro del corazón
Sorín se arrodilló para adecuarse a la altura del micrófono y agradecer a todos por acercarse. Inmediatamente después, invitó a “todes” los músicos a volver al escenario, para comenzar a despedirse con una multitudinaria versión de Inconsciente Colectivo de Charly García. Con las locales Señorita Miraflores y Maca Revolt llevando las voces líderes, poco a poco el resto de los invitados se sumó, para terminar creando una auténtica versión coral de un clásico que refiere a la necesidad de “cantar de nuevo / una vez más”
Ante el insistente pedido del público, y luego de darle el feliz cumpleaños a la Universidad, el final definitivo arribó con la canción que una hora y media atrás abrió la noche: “Cerca de la revolución”, esta vez, con menos nervios, más sonrisas y todos cantando.
Tradición, diversidad e innovación fueron los pilares en los que se sustentó un show único, de una noche histórica en la que Santa Fe celebró el Centenario de la UNL, que da cuenta de la capacidad distintiva de la Universidad pública de modernizarse y dar lo mejor de sí, siempre trabajando de forma colectiva.