Liliana Herrero aseguró que su nuevo material “no se acomoda a las exigencias del mercado”

La cantante Liliana Herrero condensa e interpela en su nuevo álbum, "Este tiempo", obras "de compositores contemporáneos que conversan con las tradiciones musicales argentinas", en una propuesta que, según asume, “no se acomoda a las enormes exigencias del mercado”.

La entrerriana ahonda en "Este tiempo" un estilo interpretativo audaz y ensaya un gesto de re-creación artística que, en este caso, eleva la obra de autores de la jerarquía de Luis Alberto Spinetta, Hugo Fattoruso, Guillermo Klein, Juan Falú, Carlos Aguirre, Ramón Ayala, Diego Schissi, entre otros.

Así, tres años después de “Igual a mi corazón”, que irradió texturas sonoras diversas y personales, Herrero indaga ahora, a través de un selecto colectivo de autores contemporáneos, "las grietas por donde ellos, aun sin darse cuenta, dialogan con las mejores tradiciones musicales porque -asegura- esa conversación torna más interesante a nuestra cultura".

La cantante abordó la experiencia al frente de una nueva banda, denominada "Nueva" e integrada por Ariel Naón, Mario Gusso, Martín Pantyrer y Pedro Rossi. Contó con la coproduccción de Ernesto Snajer y las participaciones de Fito Páez, Richard Nant, Juan Falú, Ramón Ayala y Eduardo “Pitufo” Lombardo.

"Partí de un presente altamente tecnificado para ir hacia el pasado sabiendo, claro, que el pasado también está en este tiempo.

De alguna manera en este disco invertí el procedimiento de otros, en los que no había hecho un recorte tan contemporáneo", explica Herrero en diálogo con Telam.

La intérprete considera que su propuesta estética "se corre" de los contornos que dibuja el mercado para asomarse "al riesgo que exige todo acto creativo".

"Yo estoy dispuesta a tomar ese riesgo, que está siempre presente. En los discos puede haber tres o cuatro temas que pueden ser interesantes; y otros que no. Pero hay una apuesta -detalla- por un universo, pensado desde lo sonoro y lo musical, donde puede aparecer la obra artística".

-Usted siempre ha hablado de la tradición musical como un universo de conflictos y tensiones; y no como una idea estática. ¿Cuáles son las tensiones musicales que aparecen en el folclore de este tiempo histórico?
-En nuestra tradición musical aparecen acordes y texturas musicales muy antiguas y nosotros tenemos que dialogar con eso. No podemos concebir nuestra voz fuera de un tiempo, un territorio y una memoria.

-Los rítmos de la música criolla nacieron con rasgos relativamente sencillos: acordes en tríada y discursos armónicos con pocos elementos; eso se ha cruzado otras músicas, como el jazz o la bossa nova, que aun dentro de lo popular, sumaron nuevos elementos. ¿Cómo se produjo esa conversación en nuestro folclore?
-Son ritmos antiguos y con formas quizá arcaicas, pero a la vez presentan elementos musicales innovadores, ya sea en el folclore más académico como en el popular. Pensemos, si no, en las obras de Carlos Gustavino, Alberto Ginastera, Gustavo “Chucho” Leguizamón, Dino Saluzzi, Eduardo Lagos, entre tantos, que partieron de esa sencillez pero llevaron la música a un nuevo lugar.

Tampoco se trata, en cualquier caso, de una conversación tan nueva: Aca Seca, Carlos Aguirre o Coqui Ortiz, por sólo citar tres casos, tienen ya un recorrido realizado. El mercado se los pierde, pero a mí, que se los pierda el mercado, no me molesta; sí me molesta que se lo pierdan muchas personas que están dispuestas a escuchar algo interesante y novedoso.

-¿Como opera sobre lo estrictamente musical las lógocas que impone el mercado?
-El oído se estandariza; se simplifican las formas armónicas; los diseños melódicos. Todo eso atenta contra la memoria exquisita que tienen los pueblos.

Yo intento correrme de ese lugar porque me parece que el arte exige un acto creativo profundo y en ese punto, necesariamente, hay un riesgo. Estoy dispuesta a tomarlo.

Después, claro, hay exclusiones que hace el mercado, pero ese no es un fenómeno exclusivo de la Argentina: todos los países son injustos con sus artistas.