El tatuaje es algo que ha proliferado considerablemente en los últimos años entre personas de todas las edades. Lejos queda la época en la que este arte se veía como algo propio de gente de bajos fondos. Tanto es así que hoy se ha dado a conocer el primero coche tatuado de la historia, un Lexus UX que, de salir a la venta, tendría un valor de más de 130.000 euros.

La tatuadora londinense Claudia De Sabe es la creadora de una obra para la que se ha utilizado un Lexus UX totalmente blanco como base y un taladro Dremel que ha hecho las veces de aguja. El diseño realizado por la artista contempla una gran 'carpa koi' que cubre la carrocería entera. Este motivo es típico del arte tradicional japonés y representa valores como la buena suerte y la perseverancia.

Con el taladro Dremel se retiró la pintura original del coche para dejar a la vista la chapa metálica. Entonces se aplicaron a mano hasta cinco litros de pintura que, como broche final, contaron con un baño de oro responsable de añadir las notas de luz y dar a la obra un efecto 3D más potente. El proceso finalizó con una capa de barniz destinada a proteger la obra.

Desde los primeros bocetos hasta que el coche ha quedado terminado han pasado seis meses, si bien el tatuaje propiamente dicho llevó cinco jornadas de ocho horas de trabajo cada una. Ha sido la primera vez que Claudia De Sabe ha aplicado sus habilidades sobre el metal en lugar de la piel humana, y ha encontrado tanto similitudes como nuevos desafíos en este singular encargo.

"Cuando tatúas a una persona tienes que tener en cuenta los músculos y los tejidos bajo la piel. Con el UX, era importante tener en cuenta la manera en que la carrocería cambiaba de forma sobre la estructura. Lo mejor de tatuar el Lexus UX, y el motivo por el que este coche era ideal para el proyecto, es su espectacular diseño. Desde las líneas laterales de la carrocería hasta la forma de las ventanillas, se trata de un conjunto dinámico y hermoso. Encajaba a la perfección con el diseño y con el concepto en sí mismo”, ha dicho Claudia, que para su trabajo contó con la ayuda de su marido Yutaro, de origen japonés