Bukowski: a 100 años del nacimiento de un eterno perdedor
El "dont't try" ("No intentes") colocado en la lápida bajo su nombre, sintetizan de alguna forma la vida de ese escritor que dio una pelea con su escritura contra una realidad que le jugaba sucio
El “dont't try” ("No intentes") colocado en la lápida bajo su nombre, Henry Charles Bukowski Jr. “Hank”, y por encima del número el año de su nacimiento, 1920 -que aparece separado de 1994, el año de su muerte, con la figura de un boxeador en guardia en lugar de un guión-, sintetizan de alguna forma la vida de ese escritor que nació hace cien años y que dio una pelea con su escritura contra una realidad que le jugaba sucio, como lo manifiestan cuatro escritores argentinos en este recuerdo del autor de "Factotum".
Nacido en Andermach, Alemania, el 16 de agosto de 1920, Charles Bukowski se ha convertido en una marca literaria muy fuerte. Su nombre de por sí solo evoca al "realismo sucio", a las drogas, al sexo, a las peleas callejeras de borrachos provocadores, al linaje de perdedores, de los "losers". Toda persona que lee mínimamente (que es lector) lo conoce o ha escuchado su nombre. Los escritores argentinos que tienen alguna similitud literaria en el uso del lenguaje, en los climas marginales urbanos, en la historia del antihéroe derrotado una y otra vez niegan su influencia e, incluso, su lectura. Casi todos aseguran que han leído a Bukowski de manera salteada y superficial. A nadie le gustó, o su lectura solo fue iniciática. Salvo algunas excepciones, como siempre.
Lo extraño es que en los finales de la dictadura, en los ochenta y hasta incluso al comienzo del nuevo siglo sus libros "La máquina de follar," "Escritos de un viejo indecente," "Se busca una mujer," "Factotum", ocupaban lugares centrales en las ventas y un espacio preponderante en los medios culturales o "paraculturales".
El escritor y periodista Juan Carlos Kreimer (Buenos Aires, 1944) es quien introduce la figura de Bukowski en la Argentina.
Escribe en la revista Humor en febrero de 1983, en el coletazo todavía letal de la última dictadura militar, bajo el título "Viejo Punk", un perfil certero del escritor: "El tipo no sólo es mujeriego, bebedor, burrero, desocupado y despreocupado del mundo.
Además lo ostenta como bastión de vida. Cínico, desesperanzado, pornográfico, monotemático, degenerado… ningún calificativo cubre la rudeza de su ser. Ni la comedia de sus vidas, real y literaria. Lo que lo distingue por igual de un vago cualquiera y de un escritor de éxito".
Quien tiene recuerdo de esa primera nota en la Argentina es el editor de Radar Libros, Claudio Zeiger (Buenos Aires, 1964), quien además asegura que los textos de Bukowski en esa época circulaban de forma casi clandestina, en fotocopias de relatos sueltos o de "esas novelas que eran como cuentos hilvanados todos respondiendo al mismo personaje, a la misma autobiografía".
Luego del perfil publicado en Humor, en la segunda mitad de la década del ochenta la revista Crisis (Nº 50, enero de 1987) le dedica cinco páginas a un relato, a algunos poemas inéditos en español y a una entrevista realizada por el escritor chileno Poli Délano (Madrid, 1936-Santiago de Chile, 2017). La crítica resalta que el escritor está "entre los cuentistas norteamericanos más significativos, merced a un estilo directo, despojado, que martilla donde más duele: la descomposición social".
La revista Fin de Siglo de Vicente Zito Lema (Nº 17, noviembre 1988), publica la entrevista "Un tipo rudo escribe poesía" realizada por el joven actor y "poeta" Sean Penn (California, 1960), poco después de que se rodara la película (y todavía no estrenada en la Argentina) "Barfly" con la recordada actuación de Mickey Rourke en el papel de Bukowski. Este número resalta que tanto Genet como Sartre lo llamaron "el mejor poeta americano", elogios que distintos medios americanos prestigiosos, como Los Angeles Times, habían tomado como ciertos de una gacetilla apócrifa. Ambas aclamaciones se repetían en la Argentina de boca en boca como ciertas.
Incluso en septiembre de 1987 Diario de Poesía (Año 2. Nº 6) publica algunos poemas de Bukowski, bajo el título "La ciudad sin nostalgias", con la traducción y nota de Nina Gerassi y Jorge Fondebrider (Buenos Aires, 1956), destacando que "Charles Bukowski es un poeta de largo aliento en la veta whitmaniana, quien confiesa que "la poesía siempre es lo más fácil de escribir, porque se puede escribir cuando uno está completamente borracho o completamente feliz o completamente desgraciado.
Siempre se puede escribir un poema. Así que un poema es algo muy cómodo, es una expresión emotiva que salta afuera".
El escritor Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) recuerda que el primer libro que leyó del narrador fue el mejor: "En mi caso fue, durante mi adolescencia (porque Bukowski es un escritor siempre juvenil, uno que abre puertas para salir a jugar con otros escritores) fue 'Factotum' en la ya legendaria colección Contraseñas de "Anagrama", evoca en diálogo con Télam.
La experiencia que relata el autor de "El fondo del cielo" y "La velocidad de las cosas" marca el clima cultural de época: "Me acuerdo de comprarlo, en plena dictadura, en esa librería especializada en celuloide/psicoanálisis/cómics y otras perversiones, en esa galería con cine en sótano que cruzaba de Corrientes a Diagonal Norte antes de llegar a Cerrito. Me acuerdo, también, que te lo vendían casi por debajo del mostrador", agrega.
"Y, sobre todo, me acuerdo de esa portada: un hombre de espaldas, frente a una ventana de la noche, junto a una máquina de escribir y a una botella medio llena o medio vacía. Uno quería ser exactamente 'así', como Henry Chinaski, role-model que -seguramente- no es de los más políticamente correctos en los tiempos que corren y se tropiezan y caen. En cualquier caso -para bien o para mal o para mejor- al poco tiempo se te pasaba", destaca Fresán.
Ya entrado en los noventa, en la misma revista “Diario de Poesía” (Nº 28, primavera de 1993) publica una reseña con el título "Elija su Bukowski" del libro "100 poemas" de Charles Bukowski con la traducción y selección de Federico Ludueña y prólogo de Enrique Symns. La escribe el poeta Daniel Freidemberg, quien le da una paliza de esas que tanto le gustaban recibir el norteamericano como el director de Cerdo y Peces: a Symns lo llama "veterano profesional de la "transgresión".
Su crítica es lapidaria, pero resalta la belleza de ciertos poemas. Freidemberg hace una reflexión muy lúcida: pregunta si hay que leer al Bukowski de la contratapa o al que Fito Paez homenajea en una canción, refiriéndose a “Polaroid de locura ordinaria” basada en el relato “La chica más guapa de la ciudad”. Bukowski también llegaba a los jóvenes a través del rock nacional, quienes muchos se sentían o querían ser Henry Chinaski, el protagonista (y alter ego) de los relatos de Bukowski. Un poco después “V de Vian. Una revista casi de literatura” (Año IV. Nº 14. Marzo-abril de 1994) publica “Le gustaba rascarse los sobacos” con nota y traducción de Federico Ludueña.
"Si se piensa en términos de influencia uno tiene que pensar en Fito Páez ahí uno encuentra justamente la influencia y hasta el deslumbramiento con la figura, no sólo con las historias como “ordinaria locura” que “hacen espejo entre texto y personaje,” reflexiona Zeiger.
El periodista encuentra una lógica convincente para explicar lo que pasó con la obra de Bukowski. “De ese segmento de la narrativa norteamericana que se fue descubriendo en ese momento, quedó Carver, después de él vino una relectura de John Cheever y eso, de alguna manera, opacó la idea de que Bukowski era una influencia más allá del impacto que puede producir su literatura y su figura.” Y concluye: “en Carver muchos escritores encontramos un modelo más interesante, ya que cuando se nos pasó un poco la borrachera quisimos hacer algo más creativo.”
Por su parte, el escritor y periodista Sebastián Basualdo resalta que el autor de "Cartero" y "Pulp" era "esencialmente un poeta; en ese género su literatura era mucho más elevada que sus cuentos o novelas que no dejan de estar respaldada por una vida destrozada".
“Hay una extraña moral que pesa actualmente sobre la literatura y otras artes que básicamente consiste en confundir la obra con quien la lleva a cabo. De atenernos a ese orden no podríamos ya casi leer a nadie. La vida destrozada de Bukowski no es una novedad para nadie, lo curioso es que se espere otra clase de literatura de un hombre así", dice Basualdo. Y también deja en claro que Bukowski es un escritor que lo llevó a otras lecturas: “lo leí en la adolescencia y de ahí me fui a Henry Miller, John Fante a Louis-Ferdinand Céline, Blaise Cendrars y Jack Kerouac, por nombrar sólo algunos, ¿qué más se le puede pedir a un hombre que escribe?” pregunta enfáticamente.
Por último, el escritor Luis Mey (Buenos Aires, 1979) es contundente: “Bukowski logró que la gente en zapatillas con ganas de escribir viera que no es necesario el abuso de ornamentos que ocultasen el sentido más terrible de las cosas, aquellas que avasallan al hombre común. En tiempos del héroe de la clase trabajadora, él fue némesis hasta de eso: un culto a la procrastinación tras cualquier mínimo logro”.
El aniversario de los cien años de su nacimiento nos ayuda a recorrer la fuerte presencia de la obra y la figura de Bukowski en la cultura argentina y como esos borrachos que solo se levantan del piso para volver a caer, parece haber perdido la dura pelea contra la permanencia en la literatura.
Como le escribió a su amigo, el poeta William Packard, poco años antes de dejar la síntesis en su epitafio: “Trabajamos demasiado duro, lo intentamos demasiado. No lo intentes (don’t try), no trabajes. Está ahí. Mirándonos fijamente, deseando salir a patadas del útero cerrado.”
Quizá esta derrota solo se trate, como una paradoja más de su vida, de fortalecer la esencia “loser” de su obra y su figura.