Con el mismo pulso creativo que le impuso al tango y que irrumpe en una obra con casi 60 años de presencia, Juan “Tata” Cedrón decide burlar las restricciones que dicta la pandemia respetando el protocolo, ofrece canciones desde el zaguán de su casa en el barrio porteño de Villa del Parque y propone “hacer algo porque nos gusta apelando a la inventiva popular”.

Un músico incansable

Cedrón fue par y lucha, con los más grandes intelectuales y poetas referentes del siglo XX, sin dejar de sentarse en el cordón de la vereda. Le puso melodía y voz a silenciosos escritos de Juan Gelman, Raúl González Tuñón, Cortázar, Roberto Arlt, César Vallejo, Acho Manzi, Dylan Thomas, Bertolt Brecht, Federico García Lorca, Homero Manzi.

El “Tata” comenzó su exitosa carrera en el tango en los sesenta, fundando el Cuarteto Cedrón y el mítico Café Concert Gotán, punto de encuentro e inspiración de toda una generación de artistas argentinos, junto a quienes dejaría una huella imborrable en la historia cultural argentina.

Uno de los músicos más renovadores del Tango, quien debió exiliarse en Paris a mediados de la década del 70, comenzó a musicalizar poemas de Raúl Gonzalez Tuñón, así como trabajos de Julio Cortázar, Roberto Arlt, Juan Gelman, César Vallejo, Acho Manzi, Dylan Thomas, Bertolt Brecht, Federico García Lorca, anónimos mayas e incluso inéditos de Homero Manzi.

Tras vivir treinta años en Francia, editar más de una treintena de discos y recorrer todo el continente europeo con el tango, Cedrón decide regresar a la Argentina en el 2004.

Para los rockeros que, como Palo Pandolfo, lo redescubrieron en los noventa, es el cantor maldito que los enamoró con esa estética oscura, la gravedad de su registro y el eco dramático de esa generación perdida. Sobre fin de año se sumó el reconocimiento del Premio Gardel al mejor álbum orquesta de tango alternativo, por Corazón de piel afuera.