El valor de la humildad
La decepción en Japón 2019, la parálisis por la pandemia y las diferencias en la preparación respecto del rival le devolvieron a los Pumas ese aspecto que fue clave para vencer por primera vez a la mayor potencia del rugby mundial.
Hay muchísimas cuestiones tácticas que explican cómo los Pumas fueron superiores a los All Blacks y terminaron ganándoles por primera vez en la historia. Existe un componente emocional, que nunca falta y que en esta oportunidad se vio exacerbado por todo el contexto, por las enormes dificultades que atravesaron los argentinos para llegar siquiera a presentarse a jugar el Personal Tri-Nations. Pero existe otro factor, también intangible, que subyace al anterior: la humildad. Los Pumas salieron a la cancha con la convicción de que le podían ganar al mejor equipo del mundo, pero sin dejar en ningún momento de lado de dónde venían y todo el esfuerzo que exigió llegar hasta allí.
Es muy difícil, sino imposible, determinar el grado de humildad que guarda cada equipo o cada jugador. Es fácil advertir, no obstante, que fue una de las falencias que desembocaron en el decepcionante Mundial de Japón en 2019. Hizo falta un cimbronazo como ése para volver a las bases, reagruparse y empezar un nuevo proceso. No desde cero, porque lo peor sería echar lo que pasó abajo de la alfombra, aunque sí intentando aprender de los errores. Algo que se repite fácil pero no es sencillo llevarlo a la práctica.
En ese sentido, la parálisis que sufrió el mundo y en particular la Argentina se convirtió en un bálsamo fundamental. Sin la urgencia que imprime el calendario, hubo tiempo para analizar, pensar, sacar conclusiones, trazar objetivos. Tiempo para hablar y comunicarse. Para sanar heridas. Para plantearse hacia dónde se quería ir, cómo se quería llegar y, sobre todo, desde donde se partía.
Las condiciones desfavorables también fueron un factor clave en este hito. Está en el ADN del rugby argentino, acostumbrado a luchar contra las adversidades y tener que dar el 110%. A partir del ingreso en el Rugby Championship, primero, y con la emergencia de los Jaguares en el Super Rugby, más tarde, esa urgencia se fue perdiendo. Es natural: los Pumas estaban en condiciones similares a las de sus adversarios. No idénticas, ya que nadie debe haber pasado más tiempo arriba de un avión y nadie debe haber vivido en husos horarios opuestos al propio tanto como este grupo de jugadores. Pero en cuanto a preparación y nivel de competencia, el déficit histórico del rugby argentino, no había excusas. Entonces, tampoco estaba ese combustible emocional.
Los Pumas son sólo la punta del iceberg que es el rugby argentino. Este concepto agrupa tanto a los miles de jugadores, entrenadores y padres que acompañan y constituyen una base de las que hay pocas en el mundo como a toda una rica y centenaria historia que se sigue escribiendo con victorias como la del sábado. Mucha gente que vive por y para el rugby y no necesariamente del rugby. Los Pumas se transforman en su parte más visible, hacia la sociedad y hacia el mundo. Eso exige responsabilidad. Al mismo tiempo son un producto de esa misma realidad. Eso demanda humildad.
Antes del partido, el ex All Black John Kirwan, analista de la cadena Sky Sports, prácticamente se mofó de los Pumas en una demostración de soberbia que no necesariamente refleja el sentir del pueblo neocelandés ni mucho menos de los jugadores, pero que sí deja traslucir lo que puede ocurrir cuando falta humildad. Debió tragarse sus palabras y terminó echándoles en cara la responsabilidad a sus propios jugadores.
Después del Mundial, los Pumas entendieron (parecen haber entendido) que aunque vivan en París, ganen millones, salgan en la televisión y tengan millones de seguidores en Instagram, siguen siendo parte de ese mosaico diverso denominado rugby argentino. En Sydney, del otro lado del globo, jugaron por todos los que no pudieron siquiera tocar una pelota a lo largo del año.
Una frase que suelen repetir los Pumas es que hay que poner la camiseta por sobre las personas. Ante All Blacks lo hicieron. Por ese camino, pueden llegar adonde se lo propongan.