Consejos para incluir frutas en la alimentación infantil
Cómo prepararlas y ofrecerlas para su consumo
Las principales ventajas de las frutas en la alimentación infantil es que aportan un alto contenido en agua (entre un 80 y un 95%), en vitaminas y minerales y tienen un bajo aporte en calorías. Contienen fibras vegetales, hidratos de carbono simples y nada de grasas.
Las frutas son irreemplazables en la dieta de los más pequeños pues aportan un azúcar muy fácil de asimilar por el organismo proporcionándoles la energía que necesitan cada día y evitando el consumo de alimentos poco saludables ricos en grasas y azúcares artificiales.
A su vez, aportan micronutrientes y antioxidantes que actúan como escudo ante posibles enfermedades como la obesidad, el estreñimiento, la hipertensión, el cáncer y problemas cardiovasculares.
Pueden comenzar a ofrecerse como alimentación complementaria, es decir complementando la leche materna o de fórmula, a partir de los seis meses de edad. Se recomienda introducir todas las variedades.
Eso sí, deberemos ir introduciéndose progresivamente una a una para comprobar su tolerancia y esperar dos o tres días para ofrecer una nueva por si hubiera algún síntoma de alergia como hinchazón de labios, lengua o eritemas.
Debemos elegir siempre fruta fresca ligeramente madura. A la hora de comerlas, al natural es la mejor forma de aprovechar todas las ventajas nutritivas que nos ofrece, sin embargo cuando hablamos de bebés tendremos que empezar a ofrecerlas sin piel (en frutas como la manzana, la pera o el durazno, hasta que pueda morderla) y sin hueso (carozo), granos ni pepitas.
Son muy diversas las formas en que podemos ofrecer a los niños las frutas, variando la forma de presentación, para que tengan más posibilidades de donde elegir: al natural, en jugos naturales, sorbetes caseros, macedonia, batidos, compotas, purés, y más adelante dentro de yogures naturales o gelatinas (sin azúcar).
Al principio, lo más recomendable es ofrecerla triturada en purés, o también se les pueden ofrecer cortadas en trozos alargados y grandes para que el pueda agararrlos con sus propias manos y que vaya experimentando con sus diferentes texturas (siempre bajo tu vigilancia).
Para esto son ideales las frutas que se deshacen como la banana o la pera si está muy madura, y si se trata de fruta más dura como la manzana, es preferible no ofrecerla tal cual por el riesgo de atragantamiento, ya que no se deshace fácilmente. En estos casos, es preferible ofrecerla hervida, chafada, rallada o en compota al principio.
En el caso de las frutas de gajo, como la naranja o la mandarina, podés ofrecerle los gajos enteros (al principio los mordisquearán y chuparán), pero si preferís podés cortarlos por la mitad para que no se los metan enteros. Quitá las pepitas.
En caso de frutas redondas como las uvas o las cerezas, ofrecerlas cortadas por la mitad o en cuatro trocitos, para evitar riesgo de atragantamiento. Sin pepitas ni hueso.
En cuanto a los jugos, siempre es preferible ofrecer la pieza de fruta frente al jugo, al no ofrecer ningún beneficio nutricional respecto a la fruta entera. Y evitar los jugos comerciales ya que presentan un alto contenido de azúcar añadido.
Sea como sea, siempre hay que lavarlas muy bien antes de dárselas y al principio ofrecerlas peladas. Prepararlas y consumirlas enseguida para que no comience a oxidarse y a perder sus aportes vitamínicos.
No se debe añadir azúcar ni galletitas trituradas a las primeras papillas de frutas. Una opción, una vez que se comprueba que tolera bien el puré, es añadir un par de cucharadas de cereales (con o sin glúten, según la edad del bebé) para hacerla más sabrosa.
De todas formas, lo más recomendable es no “disfrazar” los sabores de la fruta, lo mejor es ofrecerla al natural para que se acostumbren a su sabor sin añadidos.