El pollo crudo no se puede lavar ni con agua ni con ningún producto, ya que es muy frágil y es probable que retenga una gran cantidad de bacterias en su carne, y no todas morirán cuando se cocinen. Estas bacterias ya están presentes cuando lo comprás. Si le tirás un chorrito de agua o lo sumergís, corren el riesgo de propagarse.

Esto aumenta las posibilidades de contraer una intoxicación alimentaria o infecciones bacterianas desagradables como la salmonelosis o E. Coli. Sin mencionar que las bacterias aprovechan la oportunidad para proliferar en la pileta y las superficies circundantes, lo que aumenta las posibilidades de contaminación cruzada.

Si de todos modos querés hacerlo, hay una manera de “lavarlo” y reducir el riesgo de infección. Para ello, podés usar el jugo de un limón e incluso frotar las diferentes partes con la mitad de la fruta. El limón ejerce una acción antibacteriana muy potente que permite luchar contra muchas infecciones. Otros prefieren usar vinagre para lograr los mismos resultados.

Lavado o no, el pollo crudo viene con una buena cantidad de bacterias. Para evitar enfermarse tanto como sea posible, hay algunas cosas que puede hacer para preparar los alimentos en las condiciones más higiénicas posibles y evitar la contaminación cruzada:

– Descongelá el pollo metiéndolo en el frigorífico.

– No coloques pollo crudo sin empaque directamente sobre el mostrador o la mesa de la cocina.

– Lavate las manos con jabón antes de tocar cualquier otro alimento o usá guantes de cocina.

– Usá utensilios solo para pollo (tabla de cortar , cuchillo, tenedor) o lavelos antes de usarlos en otros alimentos

– Limpiá y/o desinfectá adecuadamente las superficies que hayan estado en contacto con pollo crudo.

Estas acciones limitan el riesgo de transferir bacterias de un alimento a otro y así contaminar toda la comida. Para asegurarte de que el pollo esté completamente despojado de sus bacterias, se cocina completamente. El poco cocido es un pollo que aún puede ponerte enfermo.