A un año del terremoto, Haití lucha por recuperar la dignidad
A la buena de Dios. Así parece haber quedado el primer país de América Latina en declarar su independencia el 1 de enero de 1804, condición que de nada sirvió cuando varios siglos después se convirtió en el más pobre de América; mucho menos cuando el 12 de enero de 2010 un terremoto de 7 grados en la escala de Richter arrasó con buena parte de su capital, Puerto Príncipe, y marcó el inicio de un año de padecimientos, enfermedades, crisis política y abandono. Pasado el miedo, el llanto y el duelo, la resignación parece ser el sentimiento común que une a la población de Haití que espera que los trabajos de recuperación abandonen el "punto muerto" que denuncian las ONG.
A un año del sismo que conmovió al mundo y puso en la agenda mediática a la olvidada porción de isla, el número de víctimas fatales es incierto. Las cifras varían desde las 200.000 hasta las 300.000. Lo cierto es que el número de muertos podría superar las víctimas del tsunami en el océano Índico que en 2004 se cobró 225.000 vidas. Es que las carencias que arrastra el sistema político haitiano, la falta de infraestructura y logística previa a la catástrofe y la pobreza extrema en la que quedaron quienes perdieron lo poco que poseían imposibilitaron el recuento total. Las fosas comunes se multiplicaron, algunos cuerpos nunca fueron recuperados, otros fueron abandonados en las calles y, los más afortunados, recibieron algo parecido a una sepultura digna.
Pasado el shock mundial por la noticia, la comunidad internacional puso manos a la obra. Las potencias desembolsaron importantes sumas de dinero para reconstruir un país donde tenía todo por rehacer. Como el caso de Estados Unidos, que creó un fondo especial de ayuda comandado por los ex presidente Bill Clinton y George Bush; o Francia, que tras una visita relámpago del presidente Nicolás Sarkozy anunció que perdonaba la deuda que mantenían con su país. Los edificios gubernamentales -como el Palacio Presidencial, varios ministerios y hospitales- habían colapsado y con ellos la capacidad del gobierno encabezado por el presidente Rene Préval de coordinar las tareas de rescate y ayuda.
• La dignidad haitiana
El proceso de recuperación de Haití está en "punto muerto", afirmó días atrás la ONG Intermon Oxfam, que atribuyó la situación, entre otros, a la indecisión del Gobierno y la falta de coordinación de los países donantes, "más ocupados en llevar adelante sus programas parciales de acción humanitaria que en promover un plan global articulado", denunció su directora, Ariane Arpa. A un año de la tragedia, sólo 5% de los escombros se han retirado, lo que imposibilita cualquier tipo de plan de reconstrucción. El saldo de la situación: unas 800.000 personas viven todavía en campos de refugiados.
De acuerdo a la descripción de una haitiana entrevistada por Amnistía Internacional en junio para su informe "Réplicas: las mujeres hablan claro contra la violencia sexual en lo campamentos en Haití", dichos asentamientos no son "aptos" para vivir. "El calor nos mata y por la noche no podemos salir porque tenemos miedo de ser violadas. Desde las 8 de la mañana no podemos estar debajo de las lonas porque el calor es insoportable. Cuando llueve, el agua desborda. Hay que subirse a las sillas y lo perdemos todo. Las ratas nos comen vivos. Incluso se suben a las camas y nos muerden", intentó la entrevista poner en palabras los padecimientos del desplazado.
Las mujeres se llevan la peor parte. A la violencia de género que reina en Haití desde hace décadas, en los últimos meses se multiplicaron las violaciones y ataques sexuales contra una población femenina que se debate su existencia entre la miseria y la supervivencia. En los primeros 150 días posteriores al sismo se denunciaron 250 casos de violaciones en campos de refugiados. El terremoto no sólo acabo con lo material, sino que destruyó los lazos y estructuras familiares que protegían a las haitianas de los ataques. Cuando cae la noche, Puerto Príncipe se transforma en terreno de las bandas de jóvenes que roban y violan ayudados por un contexto generalizados y asumido de inseguridad y la falta de electricidad en las calles y campamentos.
Amnistía Internacional recogió casos como el de Myriam, una niña de once años que fue violada cuando se dirigió a comprar comida. Un grupo de bandidos la arrinconó y atacó. La madre de la niña murió durante el terremoto y desde entonces vive con una tía. Machou, una adolescente de 14 años que pasa sus días en un asentamiento del sudoeste de Puerto Príncipe también relató a la organización su ataque: "Fui al baño, entre las 7 y 8 de la noche. Un chico irrumpió y me abrió la puerta del baño. Me tomó de la mano e hizo lo que quiso. Cuando terminó se fue y yo lloré y lloré (...) Él me golpeó y me golpeó".
Los efectivos de seguridad de Naciones Unidas que colaboran en Haití, conocidos como Cascos Azules, se convirtieron en la única seguridad reinante. Su función es cooperar junto al gobierno haitiano a llevar estabilidad al país, no la imposición de orden. Fueron ellos quienes coordinaron la entrega de la ayuda humanitaria en una población que había perdido todo y que, a medida que pasaban los días, comenzaba a morirse de hambre.
• En medio del cólera, Haití eligió presidente
Como si las cientos de miles de víctimas no fuesen suficiente, en octubre el cólera ganó las calles. Unas 3651 murieron producto de la enfermedad cuyo origen se desconoce. Una de las posibilidades que se barajan involucra a fuerzas de seguridad nepalíes, dependientes de Naciones Unidas. Al parecer, los soldados se habrían contagiado la enfermedad durante un brote en su país entre 2008 y 2009. Un estudio médico francés asegura que se produjo por el vertido de heces fecales de los Cascos Azules a un río del cual poblaciones haitianas extraen agua para beber.
Mientras el cólera se cobraba vidas, los haitianos acudieron a las urnas el pasado 28 de noviembre. Los primeros resultados daban como ganadora a la ex primera dama Mirlande Manigat, pero debía enfrentar en segunda vuelta al candidato oficialista, Jude Celestin. Las denuncias de fraude e irregularidades por parte de los simpatizantes del cantante popular y candidato Michel Martelly - tercer lugar- obligaron a que el presidente Préval pidiese a la OEA un informe de los comicios para determinar quiénes se enfrentarán en el balotaje.
A un año del terremoto muchas cosas cambiaron, para peor. La pobreza con la que se encontró el terremoto del 12 de enero se incrementó, la violencia de género recrudeció, y la ayuda internacional, de la que vivió mucho tiempo Haití, volvió. Con la presencia de la comunidad internacional aparecieron también los pases de factura. Fue así como, en medio del caos, la Unión Europea, Brasil y organizaciones como la Cruz Roja, se quejaron porque los aviones de a Estados Unidos tenían prioridad para aterrizar en Puerto Príncipe y sus aeronaves debían ser derivadas a República Dominicana.
Los millones de dólares que ingresan en forma de ayuda humanitaria estanca todo tipo posibilidad de que el Gobierno apele a su ingenio y capacidad para resurgir y reestablecer la dignidad entre la población. El primer país de América Latina en conseguir su independencia enfrenta la próxima década el desafío de conseguir su segunda independencia.