Lino Enea Spilimbergo, el gran maestro del arte argentino
El pintor, grabador, docente y escritor estaba convencido de que su trabajo tenía que estar destinado a las masas y a lo largo de su carrera demostró un fuerte compromiso social.
El 12 de agosto de 1896 nació en Buenos Aires Lino Enea Spilimbergo, un artista hijo de inmigrantes italianos que se convertiría en el gran maestro del arte argentino. Desde pequeño mostró un importante sentido de la imaginación. De hecho, a los tres años en un viaje a Italia con su madre creó una teoría mágica acerca de su propio origen.
"Nací ahogado... siempre fui muy delicado de salud. Mi curiosidad de niño me obligó a preguntar de dónde había salido y se me respondió que de un bosque que no recuerdo su nombre, pero sí recuerdo su paisaje tan hermoso y natural. Pues bien, en ese bosque crecían muchos hongos y yo, inocente criatura, creía que había salido de aquel sitio", narra en sus memorias, que empezó a escribir a los 22 años, tras la muerte de su padre.
Y con la misma convicción que tuvo sobre el inicio de su vida en su niñez, durante su juventud decidió estudiar Dibujo en Ornamentación en las Escuelas Técnicas Profesionales y más tarde hacer la carrera de Bellas Artes, que completó en solo tres años. Desde que recibió su título de Profesor Nacional de Dibujo empezó a buscar su lugar en el ambiente artístico como pintor profesional.
Al padecer asma, se vio obligado a dejar Buenos Aires para instalarse en Desamparados, San Juan, donde el clima es más seco. Como todavía no lograba vivir exclusivamente de su actividad artística, durante algunos años trabajó en simultáneo en la Oficina de Correos, pero para no abandonar su pasión implemento una estricta rutina, en la que a diario se dedicaba a observar paisajes, estudiar, trabajar sobre las figuras y hasta armar marcos para sus cuadros, además de su empleo en la oficina.
Y así fue como en 1921 puedo llevar a cabo su primera exposición individual, un año más tarde recibió el primer en grabado del Salón Nacional con las aguafuertes Elemento de trabajo y En invierno, y en 1923 un tercer premio con el óleo Seres humildes, en el que retrató a dos mujeres que cargaban leña. Así, fue que gracias a distintos reconocimientos que recibió, su carrera tomó tanta fuerza que en 1925 pudo renunciar a su trabajo y emprender un nuevo viaje a Europa para seguir formándose como pintor.
Luego de pasar un tiempo en Italia, en Francia perfeccionó su técnica de dibujo con el prestigioso André Lhote y en la Académie de la Grande Chaumière y en 1928 regresó al país con fuertes influencias de lo clásico, lo moderno, lo surrealista y lo metafórico, que lo hicieron desarrollar un estilo único. Junto a otros artistas con ideología de izquierda, armó un grupo en el que no solo compartían sus intereses artísticos, sino los gremiales. Y en su obra, refleja su compromiso social a través de distintos murales.
En 1933 se unió al Frente Popular del Partido Comunista y funda el Sindicato de Artistas Plásticos. También, junto con otros colegas, como Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino, Enrique Lázaro y David Alfaro Siqueiros, crea en el sótano de la quinta de Natalio Botana, el entonces director del diario Crítica, el mujer Ejercicio plástico, con el objetivo de acercar el arte a las masas.
"Despojo a mis cuadros de todo lo accesorio. Trato de estar cada vez algo más cerca del corazón verdadero de lo real, de la verdad profunda, e intento arrancar, poco a poco, a fuerza de rascar sobre la coloreada superficie del mundo", explica en su autobiografía el hombre que hasta la década del 40 vivió los años más productivos de su carrera, con la Serie de las terrazas y Breve historia de Emma, inspirada en una crónica policial sobre la muerte de una prostituta de 30 años.
Para Spilimbergo, era importante que la función social del artista tomara fuerza, que su trabajo fuera accesible para todos y así convertirlo en parte de la identidad social. Y también se encargó de difundir su mensaje a través de la docencia, que fue otra cara de su vocación y lo llevó a formar a varias camadas de la Academia Nacional de Bellas Artes y en la Escuela de Bellas Artes de la ciudad de La Plata y a tener como discípulos a Enrique Sobisch Medardo Pantoja, Luis Lusnich, Eolo Pons, Leopoldo Presas y Ana Sacerdote, entre otros.
Su trabajo le valió decenas de premios y reconocimientos que lo llevaron a tener un lugar destacado en el ambiente artística nacional y latinoamericano. Su trabajo se puede apreciar en los murales de Galerías Pacífico -en los que quiso plasmar los grandes temas de la humanidad con La lucha del hombre contra los elementos de la naturaleza-, en el Museo Nacional de Bellas Artes, Museo Provincial de Bellas Artes Caraffa y Museo Municipal de Bellas Artes Dr. Genaro Pérez.
"Aspiro en mi pintura salir de lo particular a lo universal. No busco lejos de mí mis temas. Quisiera de las gentes y las cosas que me rodean tomar los elementos necesarios para mis obras. Ver primero lo que ocurre a mi alrededor y documentar este paso de un hombre por la vida… Pintar es un terrible compromiso, no sólo con uno mismo, sino con el mundo", dijo en una entrevista con el diario Crítica, el destacado artista que falleció el 16 de marzo de 1964 en Unquillo, Córdoba.