Serú Girán y “Peperina”, entre el ocaso de la dictadura y el adiós de la banda
Hace 40 años, en septiembre de 1981, la banda presentó en vivo los temas de su último disco de estudio, que incluía temas como “Llorando en el espejo”, “José Mercado” y “Cinema verité”.
Un grupo en su apogeo, que no sabe que está cerca del final, una canción misógina, otra que carga contra los planes económicos de José Alfredo Martinez de Hoz, una dictadura militar que busca parecer civilizada antes de precipitarse en la Guerra de Malvinas: hace 40 años, Serú Giran publicaba “Peperina”, su último disco de estudios.
El álbum, cuyos temas fueron presentados en vivo por primera el 4, 5 y 6 de septiembre de 1981, puede considerarse como uno de los resultados a largo plazo de un famoso concierto gratuito en el predio de la Sociedad Rural de Palermo, el 30 de diciembre de 1980, ante 60 mil personas, con una emisión editada del canal del estado, ATC, durante un programa llamado Música prohibida para mayores.
La canción que le daría nombre al cuarto trabajo del grupo fue estrenada en esa ocasión, transformándose en un raro clásico de la época, ya que era ni más ni menos que una venganza cruel de Charly García contra una periodista cordobesa, corresponsal de la revista Expreso Imaginario, que había escrito una mala crítica sobre una actuación del grupo.
“Peperina”, que incluso puedo haber sido un disco doble, esa era la idea original, fue considerado muchas veces el mejor trabajo de la banda más popular de las que lideró García, pero el sereno paso del tiempo tal vez indique que ese lugar le cabe a “La grasa de las capitales” o en todo caso a “Bicicleta”.
Como siempre ocurre en temas como éste, lo que generó la idea fue qué en las entrevistas promocionales de ese año, Charly, que tenía 30 abriles, insistía en afirmar que “Peperina” era para Serú el equivalente de “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band”, el octavo disco de The Beatles, en un inicial juego de palabras entre “Pepper y Peperina”.
“En los otros discos hay temas alucinantes, pero los veo muy pretenciosos, fantasiosos”, dijo en una de ellas. “Peperina es algo más modesto. Fue como decir ‘vamos a hacer algo más cuadrado, pero vamos a hacer algo bien’”, agregó seguro de que ante todo el disco tenía “canciones lindas y bien tocadas”, y de que no estaba mal que los hubieran bautizado Los Beatles argentinos.
“Peperina no impresiona como un álbum compacto”, respondió en su crítica la revista Pelo. “Hay canciones que nítidamente se diferencian de nivel, literaria y musicalmente. (...) Tiene marcas familiares de toda la música de Serú: canciones melancólicas, melodías agradables sobresaltadas por algún riff ardiente y las mismas falencias de producción que el grupo arrastra desde su primer trabajo discográfico”
El disco, que fue lanzado al mercado el 31 de agosto de 1981, agregó la publicación, “no decepcionará a los seguidores, pero no tiene la homogeneidad de La Grasa de las Capitales o Bicicleta y parece augurar un momento difícil por venir, ya que sus integrantes están en la cima y lo que hagan puede hacerlos afirmar o tambalearse”.
Esta última idea resultó premonitoria, ya que luego de tres presentaciones más en el Teatro Coliseo, los días 25, 26 y 27 de diciembre y una gira de verano, la banda terminó disolviéndose luego de la salida del bajista Pedro Aznar, que se fue a tocar en la banda del guitarrista estadounidense Pat Metheny.
Aznar había entrado en contacto con Metheny en 1980, que lo contrató tomándole una prueba que consistió tocar el birimbao por teléfono, cuando Serú había tocado con éxito en el Río Monterey Jazz Festival de Brasil, compartiendo escenario con John McLaughlin, Hermeto Pascoal y Egberto Gismonti, entre otros.
En la banda, en rigor, había internas entre Charly y David Lebón por el liderazgo y la cantidad de composiciones de cada uno en los discos, mientras Aznar también pensaba que estar detrás de dos pesos pesado le impedía brillar a la altura que lo haría apenas se independizara, como ocurrió con su sorpresiva y rápida partida rumbo al Pat Metheny Group.
Pero ¿qué pasaba por entonces que un concierto de una banda con temas ciertamente contestatarios (en el segundo disco brillaban “Noche de perros”, “Los sobrevivientes”, “Viernes 3AM”, “Frecuencia Modulada”, “Paranoia y soledad” y en el tercero “Canción de Alicia en el País”, “A los jóvenes de ayer” y “Encuentro con el diablo”) era transmitido en vivo por la televisión estatal?
Pasaba que la dictadura, que ahora tenía como presidente a Roberto Viola en lugar de Jorge Rafael Videla, había iniciado una fase menos violenta y buscaba alianzas con productores de contenidos artísticos y espectáculos que colaborasen con la idea de un lento retorno a la normalidad luego de la temporada en el infierno de los atroces crímenes de la represión ilegal.
Viola, que se veía a sí mismo como un hombre de diálogo y durante ese septiembre de 1981 pronunciaría en público un “Mensaje a la juventud”, había contratado a un periodista, llamado Alfredo Olivera, para que estableciera una red de contactos extra oficiales, con los rockeros con poder de convocatoria, sus empresarios y algunos periodistas.
Olivera tenía una oficina en San Telmo, puntualizan distintos investigadores, en las que recibió con ese mandato a Charly García, Luis Alberto Spinetta, David Lebón, Nito Mestre, Rodolfo García, León Gieco, el periodista Jorge Pistochi, propietario de El Expreso Imaginario, y el empresario Daniel Grinbank, entre muchos otros.
“Yo les batí un par de cosas y también les sugerí que construyeran el observatorio espacial más grande del mundo… un delirio, ¡pero que les iba a decir!”, puntualizó Spinetta cuando admitió haber sido invitado a uno de esos encuentros que eran monitoreados desde la Casa Rosada, que incluso auspició la creación de una revista juvenil, llamada Oxígeno, que se distribuyó en los colegios secundarios.
En un artículo publicado en la revista Afuera en 2015, la investigadora Lisa Di Cione afirma que queda claro que aquella segunda fase de la dictadura “encontró en el movimiento de rock consolidado un espacio eficaz para fortalecer un vínculo deteriorado” con la sociedad, “una audiencia que ya no podía seguir siendo eludida sin consecuencias a corto plazo”.
Del otro lado, los funcionarios se toparon con “un grupo de artistas y productores de creciente trascendencia que se debatían entre la necesidad de desarrollo profesional y los ideales de libertad de expresión”, la mayoría de los cuales serían convocados durante la etapa de Leopoldo Fortunato Galtieri en el poder para el famoso Festival de la Solidaridad Latinoamericana, durante la Guerra de Malvinas.
Los hombres que hacían política e inteligencia para la dictadura estuvieron muy cerca de otros hechos vinculables a la actividad de esa oficina: impulsaron la venida de Queen en febrero de 1981 y la visita en agosto de Frank Sinatra en una gira organizada por Palito Ortega, luego de la experiencia piloto del desembarco The Police, en diciembre de 1980.
"Había una decisión de la dictadura de mostrarse de cara al mundo como un país abierto con el fin de esconder las cosas que estaban pasando y que se empezaban a conocer en el resto del mundo”, puntualizó en una entrevista el periodista Diego Mancusi, coautor de “Operación Sinatra”, una investigación sobre aquella visita.
Así como no es secreto que el tema de Serú llamado “Encuentro con el diablo” habla sobre algunas de esas reuniones oficiosas entre funcionarios de un gobierno verde oliva y músicos en apariencia transgresores, no está oculto a la opinión pública que Viola pidió una charla personal con Sinatra, del mismo modo que meses atrás lo había hecho con la mayoría de los integrantes de Queen.
La canción de “Peperina” contra las políticas económicas neoliberales que se había enseñoreado hasta entonces de la mano de Martínez de Hoz, aunque ahora había sido reemplazado por Lorenzo Sigaut, era la irónica “José Mercado”, que Charly presentaba en vivo como “una defensa de la industria nacional”.
Esa letra decía: José Mercado compra todo importado / Lleva colores, síndrome de Miami. / Alfombras persas y muñequitas de goma/ olor a Francia y los digitales. / Hering, Chanel, Disco Show. / José Mercado para ahorrar el pasaje / se fue en un charter del gurú Maharahi. / Volvió con cosas para la oficina / y ni noticias de la luz del día. / Hong Kong, Disneyworld. / Pide rebaja antes de ver el prospecto / viaja a Marruecos pero no le hace efecto. / José es licenciado en economía / pasa la vida comprando porquerías. / Yo también. / Taiwan, Visa, D.G.I.
La pieza musical que le da nombre al disco, es indefendible en lo ideológico: Charly se ensaña de modo sexista con la periodista cordobesa Patricia Perea, que comentando un show de 1979 en el Club Municipal del barrio Alta Córdoba había señalado en una crónica que notaba voces desafinadas y una banda decadente,
Perea, que murió a los 56 años hace un lustro, llegó a escribir de grande un libro autobiográfico para explicar que el retrato que la canción hizo de su personalidad resultaba una venganza desproporcionada de un músico muy enojado con sus críticos, y que le resultó “una cruz” que portó en público el resto de su vida.
El contundente arte de tapa del disco original y una muy mala película del cineasta Raúl de la Torre con ese mismo nombre, filmada en la década siguiente cuando Serú concretó un breve pero recaudador retorno, hicieron de Perea un personaje reconocible más allá de su voluntad, durante demasiado tiempo.
Pero si el disco resulta importante como para recordarlo cuatro décadas después seguramente es por “Cinema verité”, “Salir de la melancolía”, “Esperando nacer” y el muy auto confesional “Llorando en el espejo”, los temas que venciendo el paso del tiempo siguen ahí, clavados en el centro de la historia del rock argentino.
La historia completa de un súper grupo como Serú conviviendo con una era espantosa a la que retrató, haciendo equilibrio para no resbalar, pero con inteligencia para la negociación, merecería una película documentada, si es que todos los involucrados accedieran a contar cómo lo lograron, que costos pagaron, qué preferirían no haber hecho.