R. Gallo: “Uno es lo que escucha”

El violinista santafesino editó “Arte popular”. Es su primer disco concebido para orquesta típica, en el que interpreta obras instrumentales y cantadas, todas de su autoría.

El campo de acción de Ramiro Gallo en el tango es amplio. No sólo porque ha escrito desde miniaturas hasta suites y está por salir un libro suyo sobre el método del violín en el tango. También fue durante casi diez años violinista y arreglador de El Arranque y ahora comanda un quinteto dedicado a sus composiciones.

Sin embargo, Arte Popular es su primer disco concebido para orquesta típica, en el que interpreta obras instrumentales y cantadas, todas de su autoría. La genealogía del disco se remonta a 2006, cuando fue convocado por el programa Creadores, coordinado por Gustavo Beytelmann, que consistió en componer una serie de piezas tomando distancia del género, pero pensando en él. “Quizá como resultado de esas reflexiones me di cuenta de que el sonido arquetípico del tango es la orquesta típica”, evalúa Gallo, que siguió trabajando en ese numeroso formato contra viento y marea, y sumando el aporte de invitados como Leopoldo Federico y Víctor Lavallén, y de los cantores Ariel Ardit y Lidia Borda. “En algún sentido el gran responsable de este disco fue Emilio Balcarce, que murió hace unos días. Fue el primero que me habló de expresión. A su generación no le preocupaba tanto qué acordes poner, sino dónde colocarlos y cómo hacerlo”, explica.

¿Cómo se graba hoy con orquesta típica sin que suene a pasado? Hay una frase muy representativa: uno es lo que come. Y en música se podría decir que uno es lo que escucha. A mí siempre me interesó el tango, pero también otras músicas: jazz, clásica, folclore. Todo eso repercute en la producción. En una época mi máximo ídolo era Egberto Gismonti y todavía escucho influencias de él en mis tangos. Nadie inventa nada: todas son postas que se reciben y reordenan, de acuerdo a las necesidades expresivas.

Hay un tango dedicado a Alfredo Gobbi , “Don Alfredo”. ¿El lo marcó más que otros directores? Absolutamente, porque estilos perfectamente identificables como los de Osvaldo Pugliese o Carlos Di Sarli se han preocupado por descartar determinados recursos del tango, y quedarse con pocos elementos. En Gobbi escuchás una paleta amplísima. Por momentos puede parecer Pugliese, por momentos se acerca al sonido de Di Sarli, pero él no copió nadie. Es el De Caro de los ‘50.

¿Por qué “Arte popular”? Tiene que ver con mis charlas con Emilio Balcarce. El me contaba que cuando tocaba en la orquesta de Pugliese, y Osvaldo Ruggiero hacía un arrastre con el bandoneón que era festejado por el público, eso quedaba en el repertorio. Había un permanente ida y vuelta. Al tango lo hicieron el artista y el público.

Usó percusión en algunas composiciones, que no es lo más usual en el tango. ¿Cuál fue la intención? Rítmicamente, el tango no tiene tiempo estable, va y viene, de repente se detiene. Así es muy difícil meter percusión porque su funcionamiento es mucho más mecánico que lo que requiere el tempo del tango. La percusión sólo funciona si se la saca del rol de base rítmica y se la pone en un rol de coloratura. Eso quise explorar.