Conmoción en Rosario por el crimen de un joven: lo mataron para robarle el auto
Se llamaba Joaquín Pérez, tenía 34 años, era arquitecto y padre de una nena de dos años. El homicidio sucedió en el barrio de Arroyito. Los vecinos aseguran que "están abandonados" por parte del Estado.
El barrio rosarino de Arroyito no sale de la conmoción y la tristeza por el crimen de Joaquín Pérez, un joven arquitecto de 34 años que fue asesinado de tres balazos para robarle su Renault Clio. Los vecinos cuentan que era un chico "buenísimo, trabajador, con pareja y una nena de dos años" y que lamentablemente ahora "es un número más" en las estadísticas de homicidios.
Una mujer que conoció a Joaquín desde su nacimiento contó que escucharon ruidos como "de motos o tiros" y luego lo vieron al joven tirado en el suelo. "Atiné a llamar a la Policía. Estaba agonizando. Vi el cuerpo de mi vecino al que crié, podría ser mi hijo. Estaba tirado en la vereda como un cacho de carne. Es algo que se podría haber evitado", indicó.
"Le tapamos las heridas. Lo ayudamos lo mejor posible, pero acá no funciona nada. Lo único que funcionan acá son los delincuentes y los asesinos. Era un chico muy trabajador, con una señora que estudia y trabaja, con una beba", agregó.
La mujer luego analizó: "Yo hacía cinco minutos que había llegado a mi casa. Si no le tocaba a él me tocaba a mí. Estamos abandonados".
Un hombre que trabaja en el taller mecánico del barrio afirmó que Joaquín Pérez "era un pibe buenísimo, no se metía con nadie. Justo ayer hablé con él. No se sabe cómo fue, él estaba solito. Él vivía para su familia. No era agresivo, no era que te iba a decir «no te doy el auto». Estoy seguro que entregó el auto y lo mataron".
Joaquín fue abordado en Pasaje Muñiz al 1200, a la vuelta de su domicilio de Juan B. Justo al 1700, cuando se dirigía con su Renautl Clio a la cochera para dejar el auto. En ese marco, fue atacado por delincuentes y recibió dos tiros en el pecho y otro en la ingle. Según el relato de vecinos, logró correr herido hasta la puerta de su casa, pidió auxilio y golpeó la puerta, donde quedaron rastros de la sangre de sus manos.