Lola Mora, la gran escultora argentina

La artista se caracterizó por romper tabúes y abrirle camino a las mujeres en el ambiente artístico. En su honor se conmemora el Día del Escultor, la Escultora y Arte Plástico.

Su sobrino bisnieto y biógrafo, Pablo Solá, asegura que Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández -conocida popularmente como Lola Mora- nació en abril de 1867 en Tucumán. Sin embargo, hay quienes aseguran que la gran escultura argentina llegó a este mundo el 17 de noviembre de 1966, motivo por el que se celebra el Día del Escultor, la Escultora y Arte Plástico en su honor. Pero más allá de esta contradicción, hay algo que está claro alrededor de la figura de la artista: a más de un siglo y medio de su nacimiento su obra está presente en la vida de los argentinos.

Creció en una familia de clase alta, motivo por el que pudo estudiar dibujo -una disciplina propia de las señoritas de su época- desde muy temprana edad. Y no tardó en destacarse. En el plano personal, a los 18 años le tocó afrontar lo orfandad, ya que su madre y su padre murieron con pocos días de diferencia; ella, por una neumonía, y él, de un ataque al corazón. Y a pesar del dolor, nunca abandonó su pasión.

De la mano del pintor italiano Santiago Falcucci, profundizó sus estudios de pintura y dibujo, incorporando técnicas que prevenían del neoclasiscismo y el romanticismo europeos. A medida que alimentaba su vocación, comenzó a dar señales de su personalidad rebelde y revolucionaria. En aquel entonces era impensado que una mujer con sus posibilidades económicas trabajara, pero Lola comenzó a retratar a figuras de la alta sociedad tucumana. Sus contactos con el poder ayudaron a potenciar su carrera y desde entonces no paró.

En 1884 presentó su colección con todos los retratos de los gobernadores tucumanos, por la que recibió excelentes críticas, y la donó al gobierno de la provincia. El impacto que causó fue tan grande, que al año siguiente solicitó una beca nacional para seguir formándose en Roma y Julio Argentino Roca fue un actor fundamental para que el Senado aceptara su petición.

Lola dejó la Argentina siendo una pintora con un gran talento para los retratos y regresó en 1900 con una formación de excelencia, en la que fue alumna de Francesco Paolo Michetti, Constantino Barbella y Giulio Monteverde, como escultora. Con el apoyo de Roca, firmó un contrato con el entonces intendente de Buenos Aires, Adolfo Bullrich, para crear una fuente monumental para embellecer Plaza de Mayo.

El proyecto era innovador desde su origen, ya que iba a cobrar 25 mil pesos, un monto que ningún artista había recibido por parte del Estado anteriormente, y a cambio trabajaría con su equipo en  Roma, para que los materiales fueran los mejores. También fue contratada por el gobierno de Tucumán para crear la estatua de Juan Bautista Alberdi en mármol.

Si bien su trabajo era destacado por hombres y mujeres, la artista nunca cobró el dinero que le prometieron. Y ese no fue el único problema. En 1902 presentó la Fuente Monumental de las Nereidas, luego de sortear varios obstáculos en el trasporte y armado, pero se vio envuelta en un escándalo porque había tallado figuras completamente desnudas y estaba ubicada al frente de la Catedral. 

Frente al enojo de la clase conservadora, que en un principio la había idolatrado, la escultura fue desplazada a espaldas de la Casa Rosada y en 1918 la ubicaron en la Costanera Sur.

Más allá de las críticas, la fuente hizo que su fama creciera y que Lola fuera elegida por distintas figuras del Gobierno para embellecer el país con sus obras, como las esculturas que creó para las escalinatas del Congreso de la Nación.

Así fue como rompió con los estereotipos de género y se destacó en un ambiente artístico dominado por hombres. Cuando Roca dejó el poder su imagen perdió fuerza, ya que sus trabajos fueron duramente criticado e incluso atacados. Tampoco ayudó haber presentado un proyecto para el Monumento a la Bandera en Rosario que nunca realizó. En junio de 1903 se reivindicó con su monumento de Nicolás Avellaneda en el partido de Avellaneda, que se convirtió en el último que presentó públicamente y el broche de oro para su carrera. Murió el 7 de junio de 1936 a los 69 años y el paso del tiempo colaboró para que su impactó en la cultura nacional reciba su merecido reconocimiento, a pesar de que hay datos, como el de su nacimiento, que al día de hoy generan debate.