El Conurbano como territorio del cine social, del policial negro y los excesos
Se trata de "Reloj, soledad", de César González, que viene de estrenar "Cato", y "Punto rojo", de Nic Loreti, el mismo director de "Diablo", las dos en la Competencia Argentina.
“Como dice la Biblia en el libro del Génesis ‘y al séptimo día Dios descansó’, ahora con mi séptima película llegué a Mar del Plata” , dijo con una sonrisa César González en la presentación de su película, “Reloj, soledad”, que participa en la Competencia Argentina del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Con apenas 32 años González tiene una extensa obra como director pero además como escritor, dos disciplinas con una poética que está orientada en gran parte a contar historias del Conurbano bonaerense.
“Reloj, soledad” toma un breve período de la vida de una empleada de limpieza (Nadine Cifre, que también colaboró con el guion y la producción del filme), una joven que vive una existencia monótona, sola en una casa humilde en el sur del Conurbano bonaerense.
Los días de la protagonista pueden ser similares a los de miles de trabajadoras, pero lo que la distingue es que cuenta con un trabajo en blanco, un “privilegio” casi insólito en su entorno, como bien se ocupa de dejar en claro la película.
La cámara está centrada en esta chica que diariamente se traslada a la imprenta en donde trabaja (esquivando algún intento de acoso, recorriendo calles con poca luz), una vida sin estímulos ni esperanza, hasta que decide robar del escritorio del dueño de la fábrica (Edgardo Castro), su costoso reloj.
Lo que sigue es una profundización de las penurias de la protagonista, que ni su madre (Erica Rivas) podrá atenuar. Si desde el comienzo el director diseñó una puesta para mostrar en pequeños detalles la pobreza y la lucha que significa vivir en algunas zonas del Conurbano, a partir del pequeño robo, suma violencia y un destino que parece insalvable en ese territorio.
Trailer "Reloj, soledad"
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En ese sentido, hace unas semanas, en ocasión del estreno de “Cato”, su protagonista, el freestyler Tiago PZK le decía a Télam: “Soy del Conurbano, en donde la puerta a la Capital está cerca, la podemos abrir y pasar, pero siempre hay como un espejo en esa puerta que solo te deja ver el mismo lugar en donde naciste".
Las historias de ese amplio territorio empiezan a estar presentes en el cine nacional, una senda que inauguró Raúl Perrone y luego José Celestino Campusano. Por ahora el cine de César González (“Castillo y sol”, “Atenas” , “Diagnóstico esperanza”), se mantiene como un secreto para los iniciados, una condición que el Festival de Mar del Plata puede comenzar a revertir.
En la misma sala del Complejo Aldrey, luego de “Reloj, soledad”, se proyectó “Punto rojo” de Nic Loreti, que también participa en la Competencia Argentina del certamen.
Presentada por el programador Pablo Conde como “una vuelta a los orígenes” -en referencia a “Diablo”, la opera prima del director que ganó como Mejor Película nacional en la edición 26ta. edición del festival-, a diferencia de González, Loreti es un viejo conocido de Mar del Plata en donde también presentó “Kryptonita” y “Pinball”, entre otros trabajos.
Y también la “vuelta a los orígenes” tiene que ver con el cine de Loreti, una voluntad manifiesta de ir siempre un poco más allá con sus historias, desatadas, pasadas de revoluciones y con mucho humor.
“Punto rojo” también se ubica en el Gran Buenos Aires y de lo que se trata es ni más ni menos que una película de espías, con un asunto que puede “Cambiar al mundo tal como lo conocemos”, o no, es un policial negro, con bandas de delincuentes -Nesquik, “Gordo Rodilla”, “La Chancha”-, que hacen negocios con el mercado de apuestas en el fútbol y amenazan a jugadores secuestrando a sus familiares.
Y también, es el relato sobre un delincuente fanático de Racing que en medio de tiroteos y faenas propias de su oficio, se engancha con un concurso radial para contestar preguntas sobre su amado club.
Con un gran trabajo del elenco en donde se destacan Demián Salomon, Moro Anghileri y Edgardo Castro, la octava película de Loreti tiene grandes momentos de comedia, disparate y audacia, un cine que confía en su dinámica y no le teme al exceso.