Los militares egipcios promete respetar la paz con Israel

Las fuerzas armadas liderarán la transición hasta las elecciones. Además, llamaron a los egipcios a cooperar con la policía -odiada porque es considerada el brazo de la represión del poder durante los 30 años de Mubarak.

Todos van a la plaza Tahrir, pero ya no para protestar, sino para celebrar el fin del régimen de Hosni Mubarak, "el presidente echado por el pueblo", como podía leerse en una pancarta.

Mientras seguían los festejos por el triunfo de la revolución popular, que destronó después de 18 días de masivas protestas al "faraón" Mubarak, las fuerzas armadas, que asumieron anteayer el poder en este país, transmitieron ayer mensajes tranquilizadores tanto a Egipto como al resto del mundo.

En un comunicado leído por un oficial en la televisión estatal, el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas reiteró su voluntad de liderar una transición pacífica hacia un gobierno civil elegido democráticamente, y aseguró que "Egipto respetará todos los tratados nacionales e internacionales". Este anuncio fue bien recibido por la comunidad internacional y, especialmente, por Israel, que nunca ocultó su preocupación por lo que podría ocurrir sin Mubarak -aliado incondicional de Estados Unidos- con el tratado de paz sellado con Egipto en 1979. El acuerdo es "un pilar para la paz y la estabilidad para todo Medio Oriente", según destacó desde Tel Aviv una declaración del premier israelí, Benjamin Netanyahu.

En el primer día de la era pos-Mubarak -que gobernó durante 30 años en forma despótica-, las autoridades militares también dijeron que le habían pedido al actual gobierno regir los destinos del país hasta que se formara otro que abriera "el camino a una autoridad civil elegida para construir un Estado libre y democrá-tico". El comunicado militar -el número cuatro- no detalló ningún calendario para la transición. Además, llamó a los egipcios a cooperar con la policía -aquí odiada porque es considerada el brazo de la represión del poder durante los 30 años de Mubarak-, a comprometerse con su lema: "Al servicio del pueblo".

El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas es, desde anteayer, el nuevo dueño del poder en Egipto. Ese grupo de militares que alguna vez fueron muy leales al "Faraón" está encabezado por el ministro de Defensa, Mohammed Tantawi.

En el día a día, su poder estará vigilado de cerca por los jóvenes protagonistas de la revuelta que destronó a Mubarak y por toda una estructura burocrática fiel al ex presidente.

El mensaje del consejo militar fue elogiado ayer también por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en conversaciones telefónicas sobre la situación egipcia que mantuvo con el primer ministro británico, David Cameron; con el rey Abdullah II de Jordania, y con el primer ministro turco, el islamista moderado Recep Tayyip Erdogan.

En esos diálogos, Obama valoró el "cambio histórico" que han impulsado los egipcios y "saludó el anuncio del consejo de que está comprometido con una transición democrática civil y que cumplirá las obligaciones internacionales de Egipto".

La revolución egipcia, inspirada en una revuelta similar en Túnez, logró hacer caer al régimen, algo considerado imposible hace un mes, en tan sólo tres semanas.

En los primeros días de las protestas, la policía reprimió brutalmente a los cientos de miles de manifestantes que, el 25 de enero, comenzaron la revolución que obligó a Mubarak a tirar anteayer la toalla, presionado por el ejército. En la revuelta hubo 300 muertos y más de 5000 heridos, según datos de Naciones Unidas.

El ejército, considerado una institución por los egipcios, en cambio, siempre se mantuvo neutral, en una actitud que ayer seguía siendo elogiada en las calles.

Cientos de familias con banderas, vinchas, y gorros o el rostro pintado de rojo, blanco y negro (los colores del estandarte egipcio), entregaban rosas a los uniformados y subían a sus niños a los tanques, para sacarles una foto y para que mañana puedan decir "yo también estuve ahí".

En el primer día sin Mubarak, la plaza Tahrir, centro de la revuelta y ahora de los festejos de una gesta histórica, era la meta de peregrinación de miles de personas.

Inspirados por un mensaje de texto que alentó una movida cívica admirable, muchos llegaban con escoba, pala y bolsa de residuos negra (ver aparte). "Sí, todos los egipcios, pobres, ricos, musulmanes, cristianos, ahora estamos unidos y decididos a construir un nuevo futuro, que empieza con la limpieza de este país", dijo a La Nacion Aisha Abdelrahman, que aseguró que hoy volverá a su trabajo, en una agencia de publicidad.

En medio de la peregrinación a un sitio ahora legendario, mientras también se retiraban barricadas, carcasas de autos quemados -resabios de la batalla de los primeros días de la revolución- y rollos de alambre de púas, muchos de los activistas levantaban campamento. Aunque no todos.

"Los revolucionarios del 25 de enero", que desconfían de los militares, difundieron un comunicado que indica que no abandonarán Tahrir si antes no se cumplen nueve demandas.

Exigencias
La primera de esas exigencias es la liberación de todos los prisioneros políticos y, la segunda, la abolición de la aquí denostada ley de emergencia, vigente desde 1981, que le permitió al régimen ahogar a los disidentes y les impidió a los egipcios expresarse libremente durante tres décadas.

Le siguen la abolición de los tribunales militares; de los juicios realizados por éstos; la disolución del Parlamento y de la Constitución (redactada a medida de Mubarak); la formación de una nueva comisión que deberá escribir una nueva Carta Magna; el respeto a la libertad de prensa y la libertad para formar nuevos partidos políticos, sin que nadie quede excluido.

Ayer, la Hermandad Musulmana, el mayor movimiento opositor de Egipto, que fue perseguido por el régimen, saludó los primeros pasos del consejo militar hacia una transición democrática, pero reclamó que se aceleraran las reformas.

En un comunicado, la Hermandad consideró que la cúpula militar adoptó una "orientación correcta para el traspaso pacífico del poder", aunque pidió, como los grupos de la plaza Tahrir, la derogación inmediata de la ley de emergencia, la disolución del Parlamento, la formación de un nuevo gobierno y libertad para la formación de partidos políticos.

A pesar de que aún no hubo novedades al respecto de parte de los militares, entre los revolucionarios fue bienvenida la noticia de que el actual ministro de Información, Anas el-Fekki, se encontraba bajo arresto domiciliario.

El funcionario intentó huir del país, pero fue bloqueado en el aeropuerto después de que la fiscalía prohibiera a los altos funcionarios dejar la nación sin un permiso especial.

De hecho, el clan de hombres de negocios vinculado con el llamado " raïs " (Mubarak) está bajo investigación y en los días pasados fueron congelados los bienes del magnate del acero Ahmed Ezz -amigo del hijo del ex presidente Gamal Mubarak y odiado por los egipcios- y del ex ministro del Interior Habil el-Adly.

La rendición de cuentas con el viejo régimen ha comenzado (ver Pág. 6), mientras el país intenta lentamente a volver a la normalidad: el toque de queda fue reducido y en la calle es palpable el entusiasmo de un país que quiere volver a empezar.

La seguridad era aún un problema, sobre todo después de otra fuga de detenidos, al parecer 600, de la prisión de El-Marg, de esta capital, luego de un ataque comando. Sin embargo, la fiesta continuaba. Y todos continuaban su peregrinación a la plaza Tahrir (de la Liberación), símbolo de una nueva era para Egipto.