Belleza, actitud arrolladora y mucho carisma. Mónica Guido irrumpió en la década del 80 con una gama variada de atributos, que la impulsaron a protagonizar decenas de éxitos y transformarse en un verdadero ícono, un emblema total.

Esa mujer que trabajó con gigantes como Jorge Porcel, que ilustró tapas muy fogosas de las revistas más resonantes de la época, supo encontrar su espacio, edificar su carrera y conseguir un reconocimiento maravilloso, para sumergirse para siempre en el inconsciente colectivo.

Todo el mundo conoce a Mónica, esa vedette y actriz que sacudió las estanterías, que se arrojó a dar un paso más en cuanto a la feminidad, a exhibirse al natural, con muchísima actitud. Una diosa total, que motivó a miles y miles de damas a correr riesgos en cuanto a la vestimenta y el look.