Clavos, dolor y crucifixión: el calvario de Jesús hasta su muerte
La muerte de Jesús tiene su vistazo científico debido a cierto estudios que revelaron detalles de cómo fue su muerte, lo que difiere con lo que indican en la religión.
La crucifixión era uno de los castigos que se le imponía a los esclavos que buscaban dañar a sus amos y para los integrantes de rebeliones, como también para los ciudadanos que “no eran romanos”, como en el caso de Jesús. En el libro “La crucifixión de Jesús: una investigación forense” cuentan cómo fue realmente la muerte de Jesucristo.
Para los estudios en este libro, se utilizaron diferentes cruces de madera de 2.34 metros de altura y 2 metros de ancho. Voluntarios adultos jóvenes de 30 años fueron “suspendidos en ellas” y se fueron midiendo electrónicamente el pulso y la presión arterial de ellos.
Los voluntarios se encontraban atados a las cruces donde no podían apoyar la espalda contra la madera detrás de ellos. A partir de eso, fue reportado que sufrieron “calambres provocados por la incomodidad de la postura y un constante hormigueo en los muslos y pantorrillas”.
No está determinado el “tipo de cruz” en el que fue crucificado Jesucristo, debido a que en la época se utilizaban en forma de “T” y de “daga”, y no hay registro específico de cuál fue utilizado en el Mesías. El Dr. Zugibe, parte del grupo de investigadores, afirma que Jesús llevó solo parte horizontal de la cruz hacia el lugar donde sería finalmente ejecutado.
En general, la parte vertical se guardaba en el lugar donde se haría la crucifixión. En el caso de la parte horizontal, se cree que pesaría alrededor de 22 kilos, llevando que la cruz completaría estaría en un peso aproximado de entre 80 y 90 kilos. Esto lleva a determinar que sería imposible arrastrar ese peso durante una extensa caminata.
Por otro lado, los investigadores sostienen que los clavos habrían sido clavados en las muñecas, no en las palmas de las manos, debido a que habrían provocado “un dolor insoportable y continuo por llegar a nervios imporantes”.
El escritor italiano Gerardo Ferrara, de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en Roma, sostiene que el Mesías murió de un infarto de miocardio, por el esfuerzo agotador que vivió durante su crucifixión. El Dr. Zugibe expresó que el modelo del látigo con el que azotaron a Jesús “tenía tres tiras”.
El médico afirma que este látigo habría provocado “temblores, desmayos, hemorragias intensas, daño en el hígado y bazo, además de acumulaciones de sangre y líquido en los pulmones”. Luego de diferentes investigaciones determinó que en el caso de la corona de espinas se utilizo una planta llamada “Espino-de-Cristo-Sirio”.
Esta planta habría provocado las heridas de espinas en la cabeza, que provocaría un intenso sangrado en la cara y pelo. El historiador André Leonardo Chevitarese, remarca que a diferencia de lo que afirma la Biblia, todo el castigo habría sido lejos de testigos, ya que habría sido rápido para evitar una revuelta entre los judíos.
Además, expresa que las personas crucificadas no eran enterradas, por lo que el entierro de Jesús “no sería posible”. Afirma que “teológicamente, está claro que Jesús necesitaba ser enterrado, para luego resucitar”.